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Joe Biden: el «muro azul» que el candidato demócrata consiguió reconstruir para ganar la presidencia de Estados Unidos

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Muchos de los habitantes del llamado «muro azul» de Estados Unidos -Wisconsin, Michigan y Pensilvania- dicen sentirse abandonados desde hace años. Pero esta semana su voz volvió a ser más relevante que nunca.

Esos tres estados, parte de la región industrial que impulsó al país en el siglo XX y que resultó gravemente afectada por la globalización en las últimas décadas, fueron determinantes para la victoria de Donald Trump en 2016 y lo han vuelto a ser para el triunfo del demócrata Joe Biden.

Biden se alzó como ganador de estas inéditas elecciones presidenciales tras cuatro días de incertidumbre y en un clima de gran tensión, en medio de las acusaciones infundadas de fraude por parte del presidente.

A medida que se iban publicando resultados, el ya presidente electo iba sumando poco a poco los estados necesarios para ganar y este sábado su victoria proyectada en Pensilvania le hizo superar el número mágico: los 270 votos del llamado Colegio Electoral.

Con Pensilvania y sus anteriores ventajas en Wisconsin y Michigan, Biden lograba uno de los propósitos que se había marcado desde el principio de la carrera: reconstruir el «muro azul» que había servido a los demócratas para frenar a los republicanos desde los años 80 y alcanzar así la presidencia.

«Ladrillo a ladrillo»

Dos anuncios de última hora en una semana cualquiera de septiembre decían mucho de estas elecciones.

Por un lado, un correo del presidente Donald Trump informando sobre su inminente «gran mitin» a las puertas de un hangar en Wisconsin; por el otro, un mensaje similar del entonces candidato demócrata, Joe Biden, sobre una visita a una fábrica junto a líderes sindicales en esa misma zona.

Ambas citas ocurrirían en cuestión de días con la asistencia de cientos de personas, como pudo constatar BBC Mundo; y evidenciaban entonces la frenética carrera por conquistar ese y otros territorios del «muro azul» que Trump derribó.

Además de Wisconsin, republicanos y demócratas centraron gran parte de su atención esta campaña en Michigan y Pensilvania, conscientes de su importancia para el desenlace de la contienda (con 10, 16 y 20 votos electorales, respectivamente).

Como decía Anthony Zurcher, uno de los analistas de la política estadounidense de la BBC, Biden fue reconstruyendo el muro azul «ladrillo a ladrillo», con numerosas visitas a la zona y en estrecho contacto con los sindicatos, tradicional aliado del partido azul.

Hace cuatro años, la pérdida de estos territorios fue un «shock» para los demócratas, pues ni Wisconsin ni Michigan ni Pensilvania habían votado por un candidato republicano desde los años 80, pero lo hicieron por Trump, que llegó a la zona prometiendo convertir a Estados Unidos en el «superpoder industrial» del mundo y pararle los pies a China.

Su mensaje fue exitoso entonces —especialmente frente a una contrincante, Hillary Clinton, que ni siquiera llegó a pasar por alguna de estas regiones— y Trump lo repitió una y otra vez en sus visitas durante esta campaña, pero esta vez no funcionó.

«Pese a que Trump ganó esos tres estados, no lo hizo por una gran mayoría en ninguno de ellos y rápidamente cayó en desgracia entre el público, que ha desaprobado su trabajo de forma consistente», subrayaba Barry Burden, director del Centro de Investigación de Elecciones de la Universidad Wisconsin-Madison, tras los últimos datos de su encuesta en esos tres estados en septiembre, que ya le daba una sólida ventaja al presidente electo.

«Eso puso en una buena posición a Biden tras su nominación [en las primarias demócratas]», incidía entonces Burden, «y esa desaprobación se amplió a medida que los votantes en esos tres estados evaluaban de manera negativa la gestión de Trump de la pandemia y de las protestas contra la violencia policial».

«Va a ser aquí»

Habitualmente, los candidatos presidenciales —más a menudo los demócratas— se ven absorbidos por el intento de conquistar un gran mapa electoral, recordaba en un artículo esta semana la periodista de The New York Times (NYT) Lisa Lerer.

Pero eso no pareció ocurrir con Joe Biden, que mantuvo en el centro de su discurso y su campaña a los estados del «corazón industrial», insistiendo en su historia de familia trabajadora y clase media en Pensilvania y en la importancia de los ciudadanos de esta vapuleada región.

«Si voy a derrotar a Donald Trump en 2020, va a pasar aquí», decía Biden en Pittburgh, Pensilvania, en su primera intervención de las primarias en abril de 2019. El viernes, a un día de que fuera declarado ganador de las elecciones, volvía a nombrar el «muro azul» como «el corazón del país», en un breve discurso con tono presidencial.

En total, Biden gastó US$57,8 millones en anuncios de campaña en Texas y Arizona, y casi tres veces más en Michigan, Pensilvania y Wisconsin: US$169,2 millones, informaba The New York Times.

Mientras ciertas alas del partido apostaban por tratar de convencer a otros grupos demográficos, Biden se centró en hablarle al trabajador medio, tradicionalmente afiliado a sindicatos; aquel que había dado la espalda a los demócratas llamado por el discurso proteccionista y antinmigración de Trump.

En sus mítines en medio de la pandemia, caracterizados por asistentes en automóviles y bocinazos en lugar de aplausos, Biden solía destacar el poder de los sindicatos y de la clase trabajadora, «la que había construido este país. No Wall Street». También se solía despedir con un mensaje para las tropas estadounidenses, de las que su hijo mayor Beau, fallecido por un cáncer cerebral, formó parte.

Y su campaña restó apoyos de ese sector a Trump. Pese a que el presidente consiguió una mayoría de hombres blancos en Michigan (60%), Pensilvania (60%) y Wisconsin (57%), su ventaja decreció ligeramente comparada con 2016, según las encuestas a pie de urna realizadas por Edison Research/Reuters.

Los sindicatos han sido un fiel apoyo de los demócratas | REUTERS

En total, alrededor del 8% de votantes de Trump en 2016 pasaron a manos demócratas, refleja esa misma fuente. Por otro lado, el 4% de los votantes que apoyaron a la demócrata Hillary Clinton en 2016 pasaron a apoyar al presidente.

Biden también fue capaz de atraer al 62% de personas que votaron por un candidato de un tercer partido hace cuatro años, remarcaba Reuters.

Los demócratas eran conscientes de que tenían que convencer a aquellos votantes que no salieron a apoyar a Hillary Clinton hace cuatro años y uno de los objetivos de Biden era aumentar la participación en áreas urbanas y suburbios en estos estados cruciales para contrarrestar el amplio respaldo de Trump en zonas rurales.

Sin duda alguna, Biden se vio beneficiado por el rechazo de algunos grupos al presidente, especialmente mujeres con educación superior, reflejan los datos difundidos por Edison/Reuters. Según las encuestas a pie de urna, el 67% de los votantes de Biden dijeron que lo hacían en rechazo al presidente, no en apoyo al demócrata.

Pero también se vio impulsado por una mayor participación de afroestadounidenses, un bloque que revivió su campaña en las primarias demócratas cuando muchos le daban políticamente por muerto.

La falta de apoyo de ese grupo fue uno de los fallos que llevaron a la caída del muro azul, y el presidente electo redobló sus esfuerzos en las grandes áreas metropolitanas en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, especialmente en las últimas semanas antes de las elecciones, informaba Reuters.

La participación subió en urbes con entre el 40 y casi 80% de población afroestadounidense: en Detroit, Michigan, fue la mayor en dos o tres décadas, según las autoridades electorales. Milwaukee, en Wisconsin, y Philadelphia, en Pensilvania, también registraron aumentos.

Una realidad compleja

«[Biden] se identifica con el trabajador de a pie, con la mujer trabajadora, con las familias trabajadoras, los veteranos [de guerra]», subrayaba Wendy Wied, miembro de la división política del sindicato United Steel Workers (USW) para Wisconsin y Michigan, en medio de la campaña.

En una entrevista con BBC Mundo en septiembre, Weid relataba parte del crucial trabajo de campaña que veteranos sindicalistas como ella realizaban en estas regiones del cinturón industrial de EE.UU., con la esperanza de que otros trabajadores como ella «dieran una oportunidad» al demócrata.

«Quizá podemos cambiar algunas opiniones con un poco de compasión y decencia», consideraba Casey Leclaire, otro de los sindicalistas del brazo político de USW.

Como uno de los miembros más jóvenes de la formación, Leclaire ejemplificaba la complicada situación por la que pasan muchos trabajadores de industrias pesadas en esta zona de Estados Unidos: siempre en busca de la «próxima planta» que abra, con la esperanza de que —esta vez, sí— pueda ser un trabajo duradero.

Bajo el gobierno de Donald Trump, el crecimiento del empleo manufacturero se aceleró en el país en sus primeros tres años en la Casa Blanca, sumando casi 500.000 puestos, pero los grandes beneficiados no fueron los núcleos tradicionales, sino los polos de manufactura más avanzada, dejando entrever la difícil tarea de «devolver la grandeza» a este sector en un mundo cambiado por la globalización.

Ese panorama complejo también será un desafío para el presidente electo si quiere mantener el apoyo del cinturón industrial, en el que todavía hay mucho apoyo hacia Trump, pues Biden ganó en esos estados por menor ventaja que la que le daban las encuestas (de menos del 1 % en Wisconsin y Pensilvania, y del 2,6% en Michigan, según los últimos datos del escrutinio difundidos este domingo).

«Hoy, algunos celebran, creen que hemos logrado devolver a Estados Unidos a la buena senda; otros lo repudian, Trump hizo grandes logros económicos y creen que ahora va a ir peor; y unos pocos sentimos una suerte de conflicto, porque no nos gusta Trump pero no queremos socialismo», me decía el sábado Karen, una ciudadana de unos 60 años de Milwaukee, tras recibir la noticia de la victoria de Biden.

Karen apostó por un tercer candidato, decía por teléfono, mientras su hija, demócrata, le acompañaba a una cita médica y comentaba que hasta hoy no sabía por quién había votado su madre.

«Ya sabes», explicaba su hija, «de política ahora no se habla mucho en familia…»

En su primer discurso como presidente electo, Biden aseguró que no verá «estados rojos o azules». Será un presidente, enfatizó, que vea «los Estados Unidos de América»; que una a la nación. Y, pese a la grave crisis del coronavirus y económica por la que atraviesa el país, sin duda alguna ese parece ser su mayor reto.

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