Durante miles de años, la humanidad ha buscado, a través de creencias, narrativas, religiones y rituales compartidos, la respuesta a cuál es su lugar en el Universo.
En un mundo cada vez más secular, somos más propensos a hacer uso de la lógica, la ciencia y las posturas políticas para aclarar las dudas sobre nuestra existencia. Sin embargo, esas dos formas de abordar el problema no son exclusivas la una de la otra.
«La política y la religión se están haciendo la misma pregunta», afirma Neil MacGregor, historiador, documentalista y autor británico.
«No podemos entender el mundo, hoy en día, sin pensar en cómo la religión juega una parte muy importante en nuestra identidad».
Esa es la perspectiva del exdirector del Museo Británico y la Galeria Nacional en su más reciente publicación Living with the gods (Viviendo con los dioses) que está basada en una serie documental que produjo para la BBC.
MacGregor analizó cómo la fe ha moldeado la sociedad con el uso de rituales compartidos, canciones y creencias a través de decenas de miles de años.
Identidad colectiva
Se pensaba que el mundo estaría abandonando las expresiones religiosas públicas
La idea de que se puede separar la religión de la política «es imposible» argumenta MacGregor.
«La fe, la creencia, está de regreso de una manera que no hubiéramos podido predecir, por lo menos en el mundo occidental que atraviesa un período secular».
Hace unos 40 o 50 años todo el mundo suponía que la religión se iba a replegar hacia la esfera privada, señala el historiador.
«Ahora, cuando miramos alrededor, por todos lados vemos cada vez más pueblos definiéndose como comunidades religiosas en lugar de comunidades políticas».
Un ejemplo es Rusia, donde el presidente Vladimir Putin está completamente decidido en convertir al país en una nación cristiana ortodoxa. La ve como parte fundamental de su identidad.
En ese sentido, la catedral de Cristo Salvador en Moscú, que fue dinamitada bajo órdenes de Stalin, en 1931, ha sido completamente reconstruida.
«La religión es uno de los grandes constructores de la identidad colectiva», asegura MacGregor, porque crea una narrativa para los pueblos.
Vladimir Putin está completamente decidido en convertir al país en una nación cristiana ortodoxa
Secularidad y religión
Por otra parte, hay países que son seculares, como Francia, por ejemplo.
A partir de la Revolución Francesa, se adoptó »el concepto de Nación como religión», esa es su gran narrativa.
Pero es tal vez la razón por la cual Francia encuentra difícil acomodar a otros grupos religiosos que no se definen primordialmente en términos de esa narrativa, sino en otras narrativas de comunidad y continuidad.
«Porque de eso se trata», indica MacGregror, «de cómo una comunidad establece su identidad a lo largo del tiempo. Y eso es difícil si se tienen dos narrativas en conflicto como es evidente en Francia actualmente, entre la identidad nacional francesa y la identidad musulmana».
Cuando la religión se combina con la identidad nacional se vuelve un instrumento muy poderoso, señala el historiador.
Francia ha entrado en conflicto con la comunidad musulmana
Pero, cuando no hay una nación, o cuando el Estado falla, la religión entonces se convierte en una de las maneras en que los pueblos pueden darle un significado a su existencia como comunidad.
Ese fenómeno se ha visto últimamente manifestado en el surgimiento de grupos extremistas que basan su ideología en la religión y que se ven enfrentados a las sociedades occidentales.
Es uno de los grandes dilemas con el cual debemos compenetrarnos y tratar de entender, opina MacGregor.
La «primera» idea abstracta
En su libro, MacGregor rastrea esa búsqueda de identidad en las primeras épocas de las comunidades humanas, que han dejado su huella en el arte de los pueblos de la Edad de Hielo.
El gran desafío de todas las comunidades pequeñas —que es lo que todos fuimos hasta hace relativamente poco—, es cómo el grupo asegura su continuidad más allá de simplemente sobrevivir un invierno.
Una estatuilla tallada en marfil de mamut de hace unos 40.000 años, descubierta en Europa Occidental, nos revela algo al respecto.
La escultura requirió «un esfuerzo extraordinario un gran salto de la imaginación»
Representa un hombre-león, la primera vez, hasta donde se sepa, en la que un humano crea la imagen de algo que no existe.
La representación de ese ser que no puede existir en el mundo real, requiere un esfuerzo extraordinario, un gran salto de la imaginación, según MacGregor.
«Es una gran obra de arte. No fue algo que se produjo en un rato para pasar el tiempo. Tomó una gran dedicación, alguien con grandes habilidades invirtió cientos de horas en tallar esta figura en el colmillo de un mamut».
La pregunta es: ¿cómo una sociedad que vivía al borde de la supervivencia pudo dedicarle tanto tiempo y recursos a una abstracción?
«Pensamos que trata de crear una idea, una historia de dónde esa comunidad se coloca en el mundo y cómo trasciende su propia existencia física».
Eso es algo que le da mucha fortaleza al grupo, concluye el historiador. «Lo que se necesita para sobrevivir como grupo es una historia que cuente cuál es su lugar en el mundo».
Y ese hombre-león es claramente algo que cuenta una historia de cómo los humanos y los animales vivían juntos en el universo.
Vivir con los muertos
Muchas culturas antiguas repiten ese concepto de convivencia entre humanos, animales y naturaleza. Inclusive para algunos pueblos los humanos vivos existen paralelamente con sus ancestros.
Una de las representaciones más impactantes de esto son las momias envueltas de las culturas preincaicas de Perú.
Las momias de los ancestros se sentaban con los vivientes
Los momias de los ancestros eran traídas a sentarse con los vivientes cuando había decisiones importantes que tomar.
Sería equivalente hoy en día a tener a los próceres de la independencia sentados durante una reunión de gabinete ministerial. ¿Tomaríamos decisiones diferentes?
«Eso nos recuerda que tan solo somos parte de una historia más grande, al tiempo en que nos pone a pensar sobre el futuro».
Esta práctica de los muertos compartiendo el mundo con los vivos tiene su versión moderna.
Los relicarios en la tradición católica son una forma de conectar con el pasado, informan de la manera en que los pueblos se congregan y cómo se comportan en la actualidad y cómo debe ser en el futuro.
«Continúa siendo una idea muy fuerte. Muchas iglesias católicas conservan los huesos de sus santos, de manera que el feligrés está rezando al lado de los muertos, está viviendo al lado de ellos mientras piensa en el futuro», expresa MacGregor.
El patrón
Un nuevo dibujo rupestre de 73.000 años de antigüedad, recién descubierto grabado en una roca, le da sustento a sus argumentos, dice el exdirector del Museo Británico.
Se calcula que el dibujo fue realizado hace 73.000 años
Lo interesante, dice, es que el dibujo parece ser un patrón que se repite. En todas partes del mundo, cuando la gente empieza a hacer marcas, empieza a hacer arte, encontramos unos patrones, explica el historiador.
«Lo que eso nos dice es que necesitamos la idea de progresión a través del tiempo, que somos parte de un patrón, una historia que continúa aún después de cuando ya no estemos aquí».
Concluye que eso es de lo que se trata la religión. ¿Dónde cabemos nosotros en este proceso continuo que va más allá de nuestras vidas? El patrón.
Por eso es que afirma que es muy difícil separar la política de la religión.
«Pienso que la política y la religión se están haciendo la misma pregunta: ¿Quiénes somos? ¿Qué somos como grupo? ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿En qué queremos convertirnos? Es la misma pregunta, solo que hay diferentes maneras de contestarla».