«No era la primera vez que mi tarjeta electrónica para entrar a la empresa fallaba. Asumí que había que reemplazarla por otra».
Así comenzó una serie de insólitas situaciones que hicieron que Ibrahim Diallo fuera despedido de su trabajo. Pero no fue su jefa la que lo despidió; fue una máquina.
El joven cuenta su historia en un blog, con la esperanza de que sirva como una advertencia a las empresas que confían demasiado en automatizar sus procesos.
«La automatización puede ser una ventaja para una compañía, pero tiene que haber una manera en que los humanos puedan intervenir si las máquinas cometen un error», escribe.
Su historia comienza el día en que no pudo ingresar al rascacielos de Los Ángeles donde estaba su oficina y tuvo que pedirle al guardia que lo dejara ingresar porque su pase no funcionaba.
«Apenas entré a la oficina le fui a decir a mi jefa lo que estaba pasando. Ella me prometió que me conseguiría otro de inmediato».
Pero luego notó que había sido bloqueado del sistema computacional y un colega le dijo que la palabra »inactivo» aparecía al lado de su nombre.
El día fue de mal en peor.
Después de almuerzo, su jefa le dijo que había recibido un correo donde le informaban que su contrato había terminado. Le prometió que resolvería el problema.
Al día siguiente le volvió a ocurrir lo mismo. Entró con la ayuda del guardia y unas horas más tarde dos personas le dijeron que lo iban a escoltar hasta que saliera del edificio.
Su jefa estaba confundida, pero no pudo ayudarlo.
«Estaba despedido y ella no podía hacer nada. Tampoco el director pudo hacer nada. Ambos se quedaron viendo cómo era forzado a empacar mis cosas y salir de la oficina».
Diallo llevaba ocho meses en un trabajo por el cual había sido contratado por un período de tres años.
Pasaron tres semanas y las cosas no se arreglaban. »El sistema quería sangre y yo era la primera víctima».
Hasta que llegó el momento en que sus jefes descubrieron la razón por la que había sido despedido.
La empresa estaba atravesando por una serie de cambios, tanto a nivel de los sistemas electrónicos, como de la gente que estaba contratada.
Su primer jefe había sido despedido y enviado a trabajar desde la casa por el resto de los días que le quedaban antes de que se acabara su contrato. En ese período, él no renovó el contrato de Diallo en el nuevo sistema.
Después de eso, las máquinas tomaron el control y decidieron que con la información disponible, él era un exempleado.
Aunque le permitieron regresar después de esas tres semanas, quedó sin recibir salario por ese tiempo y además, con el recuerdo de «haber sido escoltado fuera del edificio como un ladrón».
Entonces decidió buscar otro trabajo.
Esta historia -que ocurrió en Estados Unidos- debería servir como una alerta sobre la relación entre las máquinas y los humanos, dice el experto en inteligencia artificial, Dave Coplin.
«Es otro ejemplo de una falla del pensamiento humano; cuando se produce una disputa entre humanos contra máquinas, en vez de una relación de humanos junto a máquinas», dice.
«Uno de los recursos fundamentales para todos los humanos en un mundo con inteligencia artificial es la rendición de cuentas. Solo porque el algoritmo dice que algo es la respuesta, no significa que efectivamente sea esa la respuesta».
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