Cuando piratas informáticos amenazaron a Patricia Franquesa con filtrar fotos en las que aparecía desnuda, ella encendió su cámara para documentar la terrible experiencia.
La cineasta española estaba sentada en un café de Madrid cuando los ladrones se llevaron su computadora portátil en 2019.
Tres meses después, unos piratas informáticos la contactaron para pedirle dinero. Si no pagaba, divulgarían las fotos íntimas que estaban almacenadas en el dispositivo.
Franquesa no sabía, y aún no sabe, si la persona que intentaba extorsionarla era la misma que había robado su laptop.
Pero en una situación en la que las víctimas tienen tan poco control, logró documentar todo el episodio desde su perspectiva, a medida que ocurrían los hechos.
El resultado es My Sextortion Diary (Diario de mi sextorsión), que acaba de proyectarse en el Sheffield Documentary Festival en el Reino Unido.
«Hacer un documental fue mi manera de tomar cierto control y poder», le dice Franquesa a la BBC. «Era mi manera de protegerme, no victimizarme y darme cierta disociación, fue como construir una burbuja«.
La distancia que le brindó hacer la película fue valiosa, dice, y también le ayudó a procesar lo que estaba sucediendo. «Sigo siendo yo, claro, pero necesitaba separarme. Estaba hablando de ‘Pati’, pero está Pati el personaje y Pati la directora».
Bromea diciendo que es oscuramente apropiado que semejante experiencia «le haya sucedido a alguien que hace documentales, por lo que es la oportunidad perfecta para darle la vuelta” a las cámaras.
Publicar sus propias fotos
Tomar, almacenar y enviar fotografías de desnudos es normal para toda una generación que ha crecido con Internet. Sin embargo, abre un mundo de riesgos que los nacidos en décadas anteriores nunca enfrentaron.
«Mi padre fotografiaba a mi madre en bañador, quizás un poco transparente», comenta Franquesa al recordar una época que parece aburrida. «Pero desde que llegó el mundo digital, es nuestra nueva forma de tener intimidad».
En su caso, los piratas informáticos demostraron cuán serias eran sus amenazas cuando filtraron algunas de las imágenes a sus amigos, familiares y colegas, a quienes encontraron a través de sus contactos en las redes sociales.
A medida que avanza el documental, Franquesa logra algunos avances. La policía le escribe para decirle que hicieron un arresto después de examinar las imágenes de seguridad del café, que finalmente ella misma consigue e incluye en el video.
Muestra cómo tres hombres, con los rostros borrosos en las imágenes trabajaron juntos desde diferentes posiciones dentro del café y tomaron la computadora portátil.
Pero independientemente de la investigación policial en desarrollo, los piratas informáticos continuaroncon sus intentos de extorsionarla.
Agotada, sin opciones y negándose a pagar, Franquesa finalmente decide subir las imágenes a sus propias redes sociales, un último recurso terrible, pero que les quitó el poder a los piratas informáticos.
«Fue duro, estaba llorando», recuerda. «Me sentí como el último momento de un maratón. No quería publicar las fotos, esperaba y esperaba a que esta persona se detuviera, pero cuando ves que no lo hará, no hay nada más que hacer».
«Oigan, contactos, ayúdenme»
Sin embargo, lograr que el hacker se detuviera no fue su única motivación. «Me correspondía decir: ‘Oigan, contactos, este hacker tiene estas fotos, está usando mis contactos, ayúdenme'».
Eso alteró un poco el equilibrio de poder y significó que Franquesa pudiera reclutar a sus amigos y seguidores para ayudar a reconstruir una imagen del hacker y su comportamiento.
«Lo que cambia la fórmula», dice. «Quería que mis contactos me dijeran cuándo obtuvieron las fotografías, porque entonces tendré más pruebas para llevar a la policía y mantener abierta la investigación.
«Me deshice de la vergüenza», reflexiona. «El intento de la otra persona de avergonzarme se frustra porque soy dueña de mis propias fotografías. Y luego se detuvo, mágicamente».
El hecho de que el hacker interrumpiera el contacto poco después de que Franquesa subiera las imágenes sugiere que era alguien que ya la estaba siguiendo cuando volvió sus cuentas privadas después del primer intento de chantaje, pero todavía no sabe quién es.
El documental ha tenido una buena acogida en los festivales en los que se ha presentado.
Mark Adams, del portal Business Doc Europe, lo describió como «una historia poderosa y provocativa de la vida real, profética al reflejar la infeliz realidad que enfrentan aquellas personas que se ven obligadas a lidiar con el terrible comportamiento de piratas informáticos sin escrúpulos«.
Mafias criminales
El hombre que robó físicamente la computadora fue finalmente encarcelado. Pero para Franquesa, la principal preocupación no era tanto el dispositivo en sí, sino más bien la forma en que luego se utilizaron sus datos en su contra.
«Lo condenaron a 10 meses de prisión sólo por robar el ordenador. Y logré, en la sentencia del juez, decir que está vinculado a un posible chantaje», explica.
Desde entonces, el enfoque de Franquesa se ha centrado en crear conciencia sobre lo sucedido y hacer preguntas sobre cómo operan estas redes criminales.
«Le dije a la policía que el tipo sabe lo que hizo con la computadora. Y la policía me dijo que no iba a ser recuperada. Entonces dije: ‘Lo sé, pero ¿qué están haciendo con los dispositivos robados?”.
«Ahora hay muchas mafias. En España robas dispositivos y los vendes, y luego acuden a personas que piratean los dispositivos y toman los datos, encuentran cosas y empiezan a chantajear. Quiero entender cómo es ese sistema».
«No se trata sólo de justicia en mi caso, porque para mí ya está terminado, sino que la policía entienda lo que está pasando en este tipo de casos”, asegura. “¿Cuál es el sistema de estas mafias? Si yo fuera policía, tendría mucha curiosidad».
Final agridulce
El mayor desafío fue cómo hacer algo cinematográfico con tan poco material.
Franquesa sólo pudo documentar su propia versión de los hechos y la mayoría de los acontecimientos se producen a través de comunicaciones escritas: correos electrónicos de los piratas informáticos, cartas de la policía o mensajes instantáneos entre ella y sus amigos.
Pero la documentalista «no lo vio como una limitación», ya que el objetivo de la película era ser un «diario digital».
Los piratas informáticos están representados por una voz femenina alterada digitalmente, mientras que las conversaciones de texto se ven como burbujas de chats que imitan los hilos de WhatsApp.
«Esta forma de narración no permite que la película se extienda más de lo esperado, llegando a un momento difícil», señaló Blake Williams de HyperReal Film Club.
Sin embargo, el documental «siempre es atractivo y encuentra una manera de mantener la narrativa en movimiento a pesar de su enfoque poco convencional».
El documental termina antes de la sentencia. «¡Necesitábamos cerrar la película a tiempo para el South by Southwest!«, bromea Franquesa en referencia al festival donde se proyectó en marzo.
Asegura que agregará un texto nuevo al final después de la condena.
En última instancia, Franquesa espera que la película ayude a generar cambios, porque siente que las leyes no están actualizándose lo suficientemente rápido como para mantenerse al día con el comportamiento de los criminales.
«Quiero gritar que esto no está funcionando, las leyes sobre nuestros datos. El sistema que necesita protegernos se está moviendo muy lentamente», dice. «Aquí hay un problema sobre qué protecciones tenemos”.
«La única satisfacción de este caso es que estamos hablando de ello ahora, el final de la película es agridulce, el éxito para Pati es hacer la película, pero para el hacker la justicia es incompleta».
«Espero que mi caso sirva para entender lo que están haciendo [los delincuentes], me estoy poniendo al frente para que puedan estudiar mi caso y ayudar a otras personas».
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