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«Se fue la luz cuando los doctores ya me habían abierto el vientre»

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Karelys Sulbarán, empleada bancaria de 31 años, solloza, sentada en las bancas de un consultorio privado al sur de Maracaibo, en el oeste de Venezuela. Lucas Andrés, su primogénito, se aferra a su pecho tras sus primeras vacunas.

El bebé nació a las 8:30 de la mañana del 2 de enero en circunstancias extraordinarias: su madre le dio a luz en una clínica del municipio San Francisco durante un colapso total de la electricidad.

«Se fue la luz cuando los doctores ya me habían abierto el vientre e iban por la parte del útero. Comenzó el ‘corre corre’ con la planta eléctrica de la clínica, que no arrancaba».

Tres enfermeras alumbraron su cuerpo con las luces de sus teléfonos celulares. Ella estuvo siempre consciente. Lloraba, asustada. Su tensión arterial —y la de su doctora de cabecera— subió a niveles de riesgo.

Treinta minutos después, volvió el servicio y los médicos pudieron culminar la intervención. Karelys se sabe afortunada: »Si no hubiese llegado la electricidad…».

Maracaibo es la capital de Zulia, un estado rico en petróleo, ganadería y comercio, y la zona más poblada del país con cuatro millones de habitantes.

Y también es una de las cinco regiones occidentales perjudicadas con constantes apagones, racionamientos y fluctuaciones de la electricidad.

Las interrupciones —planificadas o no— han dejado sin luz durante horas y hasta por días a muchos sectores. Lluvias y «bajones» hacen que transformadores estallen o fallen con frecuencia.

Rutina a oscuras

Hubo, en promedio, 44 fallas del servicio eléctrico cada día en Venezuela durante el primer trimestre de 2018, según el Comité de Afectados por los Apagones, una asociación civil que monitorea las fallas del sector en los 24 estados del país.

La agrupación registró 3.550 interrupciones del servicio eléctrico entre el 1 de enero y el 20 de marzo. El año pasado sumó 18.221 en total, precisa a BBC Mundo Aixa López, presidenta del comité.

El fallecido presidente Hugo Chávez decretó —sin éxito— una emergencia en 2010, que incluyó inversiones de US$40.000 millones en el sistema nacional de generación y distribución de energía, según estimaciones del Parlamento.

Los apagones de distinto tipo —breves, extensos, totales o parciales— son constantes desde hace nueve años. Caracas, capital del país y centro del poder político, tampoco ha quedado exenta.

Los 21 municipios de Zulia celebraron la Navidad pasada a oscuras por una falla atribuida por el gobierno a un «sabotaje» (robo de cables).

Hoy impera el caos vehicular en los cuatro puntos cardinales del estado por las decenas de semáforos que permanecen inactivos, aun luego de regresar la luz.

Hay colegios que limitan sus turnos de clases. Empresas de ganadería y compañías del sector petrolero ven truncadas momentáneamente sus operaciones. Los comercios, especialmente de tarde, operan a media máquina.

Fergus Walshe, presidente de la Cámara de Comercio de Maracaibo, considera que las pérdidas por la ausencia de electricidad son «calamitosas».

«Una empresa que no puede producir tiene que reducir su prestación de servicio y hasta sus empleos. Nuestros balances mensuales ya contemplan los apagones como una condición normal de pérdida».

La fluctuación de la electricidad también es ruinosa para los electrodomésticos en una zona donde el aire acondicionado funciona casi siempre a toda potencia.

El televisor de 32 pulgadas del cuarto de Nancy Marcano de Sánchez, ama de casa, comenzó a echar chispas hasta fundirse cuando volvió la luz luego de un apagón de seis horas en el sector El Pilar.

La falla eléctrica le derritió dos fusibles, cuyos repuestos no se hallan en Maracaibo. Su aire acondicionado también se le dañó 15 días después en otro corte.

Dieta sin resultados

El gobierno nacional activó en marzo un plan de racionamiento, que incluye la suspensión de la electricidad por hasta tres horas exclusivamente en estados del occidente, como Táchira, Trujillo, Mérida, Barinas y Zulia.

La «dieta» no ha evitado la ocurrencia de fallas esporádicas.

Luis Motta Domínguez, ministro de Energía Eléctrica desde hace dos años, culpó de los cortes a «una fuerte sequía» en tres represas del occidente.

El gobierno anunció recientemente que la crisis eléctrica era cosa del pasado. Jorge Rodríguez, ministro para la Comunicación e Información, le dijo a BBC Mundo en una entrevista a finales de marzo: «Eso fue un problema que tuvimos muy severamente en 2016 y está casi completamente solventado».

Winston Cabas, presidente de la Comisión Eléctrica del Colegios de Ingenieros de Venezuela, advirtió en el Parlamento que solo están disponibles 10.000 de los 34.000 megavatios instalados en el país.

El experto indicó que urge reactivar 70 centrales termoeléctricas.

El presidente, Nicolás Maduro, y sus voceros endosan públicamente los apagones a agentes foráneos al gobierno, que tachan de «actos de sabotaje», «guerra eléctrica», «saboteo del imperio» y «acciones vandálicas y terroristas».

Iván Useche, exgerente de Producción de la empresa Energía Eléctrica de Venezuela, opina que la razón es más técnica que política. Existe un problema de generación, explica, agravado por la falta de mantenimiento en represas hidroeléctricas y por la migración de personal calificado de la Corporación Eléctrica de Venezuela.

«Hay falta de planificación. El sistema está en extremo crítico».

Medicina caótica

Apretar y soltar. Apretar y soltar.

Manuel, nombre ficticio de un enfermero auxiliar del Hospital Universitario de Maracaibo, ha debido emplear la técnica durante apagones para preservar vidas, operando equipos manuales de respiración asistida, conocidos como «ambú».

«Hemos tenido que pasar horas y horas ‘dándoles ambú’ a los pacientes que están en ventilación mecánica», revela, bajo condición de anonimato.

Le estresa que en una falla haya más convalecientes incapaces de respirar por sí solos que equipos disponibles para salvarlos.

Laidy Gómez, gobernadora del estado Táchira y detractora de Maduro, es la voz de mayor rango político que ha denunciado muertes de pacientes como consecuencia de la falta de luz.

Una mujer adulta, con un paro respiratorio; un niño de 4 meses con deficiencias pulmonares; y un anciano de 78 años, con un paro cardíaco, perecieron por «sus patologías y por no tener una asistencia inmediata por fallas eléctricas de los aparatos» de atención primaria, explicó.

Miembros del personal de hospitales y clínicas zulianos corroboraron a BBC Mundo que la crisis eléctrica ha agravado el caos en el sector salud, ya menguado de por sí por la crisis.

«Jamás había vivido algo así»

El calor arrecia, como es característico en Maracaibo, una ciudad de gran gasto energético. Los pronósticos indican 32 grados centígrados de temperatura, pero el interior de la casa, de bloques de arcilla y pintura desgastada, parece un horno de mayor ardor.

Aunque no cocinen, la hornilla de la cocina de gas jamás se apaga en la casa de la familia García Morillo en el barrio Panamericano de Maracaibo.

La llama, lánguida, sirve en realidad para iluminar sin descanso una residencia donde no hay servicio eléctrico desde hace 61 días.

El 1 de febrero, el transformador del poste número k09j03 de la calle 76 con avenida 74 falló por completo durante un apagón. Trece hogares más y un colegio privado comparten la situación.

Lucía de García, ama de casa de 80 años, yace tumbada a sus anchas sobre una silla de felpa marrón, desgastada, en su sala a media luz.

Vive en la misma esquina del callejón desde hace seis décadas y dice: «Jamás había vivido algo así».

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