Fue pionera de la biología molecular en España, referente feminista e inspiración para generaciones de científicas.
La bioquímica española Margarita Salas falleció este jueves en Madrid a los 80 años.
«Margarita Salas es como mi madre científica, para mí y para tantos otros que nos formamos con ella», recordó a la agencia EFE la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco.
Margarita Salas dedicó toda su vida a la ciencia y seguía trabajando como investigadora Ad Honorem en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid.
También fue la primera mujer científica con un sillón de la Real Academia de la Lengua.
Uno de sus mayores logros científicos fue el descubrimiento de una técnica que permite amplificar las muestras más pequeñas de ADN en cantidades suficientes para hacer un análisis genómico completo.
Fue en 1967 que Salas comenzó a estudiar el virus bacteriófago Phi29, hasta que en 1970, descubrió una proteína que se encarga de copiar el ADN -la ADN polimerasa-, capaz de producir copias genéticas de forma precisa desde rastros diminutos, como una gota de sangre.
El descubrimiento, patentado en 1989, es el que más regalías ha aportado al Consejo Superior de Investigaciones Científica de España (CSIC) en toda su historia.
Su técnica es usada actualmente en múltiples aplicaciones, como el estudio de los microbios, la clasificación de fósiles en arqueología y la investigación de crímenes en ciencias forenses.
Salas firmó a lo largo de su vida más de 300 publicaciones científicas.
Además de su trabajo como investigadora, fue una gran defensora de los derechos de la mujer y promotora de la vocación científica entre las niñas.
«Independientemente de que fuera mujer»
Margarita Salas nació en Canero, Asturias, en 1938.
Obtuvo su licenciatura en Ciencias Químicas y su doctorado en Bioquímica en la Universidad Complutense de Madrid.
Posteriormente amplió sus estudios en la Universidad de Nueva York donde, entre 1964 y 1967, fue alumna del Nobel español Severo Ochoa.
Cuando comenzó su tesis doctoral en 1961, las mujeres no se dedicaban a la investigación.
Pero Ochoa «siempre me trató como una persona, independientemente de que fuera mujer», señaló Salas en declaraciones recogidas por la agencia EFE.
Tras regresar a España, con la ayuda de su marido, el investigador Eladio Viñuela, instaló un laboratorio en el que ambos trabajaron hasta 1970 cuando él optó por el estudio del virus de la peste africana.
Salas fue profesora de Genética Molecular en la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense de Madrid y dirigió hasta enero de 1994 el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa.
«Arrugas en el cerebro»
Entre los numerosos premios que recibió, se encuentran el Premio Carlos J. Finlay de la UNESCO (1991); el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal (1999); y el Premio Unesco-L»Oréal para científicas (2000).
La gran científica falleció, según destaca la agencia EFE, cumpliendo el sueño de seguir trabajando hasta el final, emulando a su gran referente, la Nobel de Medicina Rita Levi-Montalcini, quien murió en 2012 con 103 años y fue al laboratorio hasta el último día.
En una entrevista de archivo, Salas señaló:
«Ella decía que lo importante no era tener arrugas en la cara sino no tener arrugas en el cerebro. Y en broma digo: cuando sea mayor quiero ser como Rita Levi-Montalcini».
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