Fue hace apenas 28 días, pero parece que hubiese pasado mucho más tiempo: Evo Morales había escogido la ciudad de El Alto para cerrar su campaña electoral y lo hizo aclamado por decenas de miles de seguidores.
El ahora expresidente y entonces candidato a la reelección no tomó esa decisión al azar.
La ciudad de mayoría aymara y vecina de La Paz nunca le falló en las urnas y el caudal de votos que representa era una de sus grandes esperanzas para lograr la añorada victoria en primera vuelta.
Y la urbe no le falló: más del 55% de los votantes alteños marcaron la casilla de Evo en las elecciones del pasado 20 de octubre que fueron denunciadas como fraudulentas por los detractores del líder cocalero.
Claro que no todos los habitantes de esta ciudad son “evistas”, pero junto a la selva en el corazón de Bolivia donde Morales se forjó como dirigente sindical (el Chapare), El Alto es la región donde más se ha defendido al exmandatario durante todos estos años.
Como lo hace ahora, sin importar la mala hora del expresidente, autoexiliado y acusado de manipular las elecciones, intentar reelegirse de manera ilegal e incluso tildado de “dictador” por sus principales adversarios políticos.
Han pasado más de tres semanas y media desde la controversial elección que provocó la crisis que atraviesa Bolivia, Morales se encuentra en México en calidad de asilado político y Jeanine Áñez fue proclamada como nueva jefa de Estado, sin embargo el miércoles los pobladores de la urbe alteña volvieron a las calles para reivindicar a quien todavía llaman presidente.
En el mismo día Evo, desde la capital mexicana, dijo que está dispuesto a retornar al país “si el pueblo lo pide”.
“Vamos a volver tarde o temprano. Que mejor lo antes posible para pacificar Bolivia”, dijo en una conferencia de prensa este miércoles en Ciudad de México.
Pero mientras él y los suyos hablan de su retorno, casi al mismo tiempo, Áñez trata de consolidarse con el nombramiento de un nuevo alto mando militar y un gabinete de ministros de un gobierno que los alteños ya dijeron que no van a reconocer.
La wiphala
A diferencia de las multitudinarias concentraciones contra el líder boliviano realizadas en el país durante estas semanas de crisis,la bandera boliviana no fue la predominante en la reciente protesta de El Alto.
Lo fue la wiphala, el emblema multicolor que representa a los pueblos indígenas del país y que Morales convirtió en símbolo oficial del Estado boliviano.
Wiphalas levantadas por brazos alteños, al igual que flameando en oficinas públicas y otras colgadas en ventanas de domicilios particulares fue la imagen más común en varios puntos de la ciudad en el miércoles.
También es frecuente toparse troncos y tablas de madera carbonizadas junto a llantas de goma con las que se cerraron muchas calles de la urbe en estos días -y sobretodo noches- de zozobra y conflicto.
“Han quemado la wiphala, eso nos ha enojado más”, señala Augusto, uno de los miles que formó parte de la concentración oficialista que marchó hasta la ciudad de La Paz gritando a favor del expresidente.
El seguidor de Evo recordó las varias escenas de agravios y quemas del emblema originario que en las últimas semanas fueron protagonizadas incluso por policías.
«Autoridades no pueden tocar esto, compañeros. Un policía ha quemado esto, no puede ser», grita Augusto frente a un auto cubierto por la bandera indígena.
Por la magnitud del agravio, en los últimos días algunos mandos policiales tuvieron que pedir disculpas.
“Desconocemos”
El Alto, situada a unos 4.000 metros sobre el nivel del mar, tiene menos de 50 años de existencia y su promedio de crecimiento poblacional es uno de los más veloces de Latinoamérica. En la actualidad cuenta con más de un millón de habitantes.
A finales del siglo pasado era más conocida por ser una urbe de construcciones improvisadas que albergaba a campesinos e indígenas inmigrantes que llegaban en condiciones precarias.
Sin embargo, ya convertida en una de las ciudades más pobladas del país, adquirió una nueva dimensión al ser el epicentro de las protestas que provocaron la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre de 2003 tras aguantar semanas de represión estatal y sufrir decenas de muertes.
En aquella oportunidad se inmortalizó el lema de la ciudad que este miércoles volvió a retumbar: “El Alto de pie, nunca de rodillas”.
La victoria alteña de hace 16 años, que fue crucial para la llegada de Evo Morales a la presidencia un par de años después, fue recordada una y otra vez en la protesta a favor del líder cocalero como el episodio por el que El Alto fue bautizada como la “ciudad rebelde”.
Al empezar la tarde, las wiphalas y los alteños ya se abrían paso por las calles de La Paz cuando comenzaron los discursos y las arengas.
Y en medio de encendidas intervenciones, uno de los numerosos dirigentes vecinales que tomó la palabra dio la sentencia del bastión de Evo Morales: “El Alto desconoce a la nueva presidenta. Es inconstitucional y no vamos a reconocer”.
Aplausos y vítores acompañaron aquella consigna que deja prever que para los alteños “la lucha sigue”.
Otra tarde de violencia en La Paz
A la protesta alteña le siguió otro episodio de enfrentamientos y gases lacrimógenos. Otra vez en el centro paceño.
Solo que, a diferencia de las primeras semanas, ya no son aquellos que reclamaban la renuncia de Evo los que sufrieron la represión policial, ahora fueron quienes piden su retorno.
Desde que comenzó la crisis, las movilizaciones a favor de Evo Morales fueron tildadas por el bando contrario como “vandálicas” y señalaron que sus seguidores son empleados públicos o miembros de sindicatos que reciben dinero o incentivos para salir a la calle.
Incluso medios de comunicación y usuarios de redes sociales publicaron fotos y videos con denuncias en este sentido.
En El Alto también creen que los grupos de activistas que tomaron las calles del país pidiendo la renuncia de Evo eran parte de alcaldías de partidos contrarios a Morales y otras instituciones como los comités cívicos que casi siempre estuvieron en contra de Morales.
Además insisten en que la Policía, que se amotinó días antes de la dimisión y aumentó la crisis, traicionó al expresidente para “consumar el golpe de Estado”.
Seguidores y detractores de Morales se acusan mutuamente de provocar los múltiples episodios de violencia desde que comenzaron los conflictos y las noches en varios barrios de La Paz y El Alto son escenario de momentos temor ante numerosos rumores de posibles enfrentamientos, saqueos y ataques.
Concluida una nueva jornada de lucha y violencia, los miles de alteños que bajaron hasta La Paz retornaron hasta la ciudad bastión de Evo, no sin antes anunciar que este jueves volverán a las calles y que ni ellos ni el expresidente han sido derrotados.
Después de casi 14 años del gobierno que se retira, El Alto sigue siendo algo caótica y con enormes problemas, pero la mejoría económica de algunos de sus habitantes en ese tiempo se refleja en coloridos edificios, centros comerciales y nuevas salas de cine.
También están las obras gubernamentales como coliseos, escuelas, canchas de fútbol y las líneas de teleférico que permiten cruzar por aire la ciudad de norte a sur en un tiempo que antes era imposible.
Morales no es el primer líder de extracto y discurso popular que sedujo a la urbe alteña en las últimas décadas y la ciudad ya demostró qué tan leal puede ser con los políticos que supieron comprenderla y reivindicarla.
Como lo hacen, una vez más, ahora cuando todavía esperan y reclaman que el exmandatario asilado en México vuelva a ser la máxima autoridad de Bolivia.
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