Argentina fue alguna vez uno de los países más ricos del mundo, más próspero que Francia o Alemania.
Y gran parte de esa riqueza se construyó gracias a las exportaciones de carne vacuna, especialmente a Gran Bretaña.
Pero eso fue hace más de 100 años. Ahora, debido a una profunda crisis económica, el país languidece en el puesto 70, según las últimas cifras del Banco Mundial.
Y un número cada vez mayor de personas aquí simplemente no pueden permitirse el lujo de comer carne del ganado que aún deambula por las fértiles praderas conocidas como las Pampas.
Personas como Oriana y Samir, una pareja joven de veintitantos años que vive en un barrio degradado de la capital, Buenos Aires.
«Es muy difícil», dice Oriana. «Estás todo el tiempo preguntándote: ‘¿voy a llegar a fin de mes? Qué puedo cocinar hoy que no sea lo mismo que ayer porque todo está caro».
«Como digo siempre, es el país de las vacas, pero comemos pollo porque es más barato. Intentamos ayudarnos los unos a los otros y sobrevivir, sobrevivir».
Incluso comer pollo es darse un gusto. El año pasado, la inflación se disparó al 211%, la tasa más alta en tres décadas. Sólo en diciembre los precios subieron más del 25%.
La pareja comparte un pequeño piso con su pequeña hija Chiara, así como con los padres de Samir y su hermano. Pagar las cuentas es una preocupación constante. Los costos de los alimentos, pero también del alquiler, la electricidad y el transporte, siguen aumentando todo el tiempo.
Samir es repartidor autónomo, pero la crisis económica ha provocado una fuerte caída de la demanda. Sus ganancias no pueden seguir el ritmo del aumento de los precios.
Además, le preocupa la creciente inseguridad en las calles, a medida que la gente se desespera cada vez más. «En Argentina te matan por un celular», dice.
Al menos el 40% de la población vive en la pobreza, según las últimas cifras oficiales del gobierno. La mayoría sospecha que la cifra real es aún mayor.
Tanto Oriana como Samir votaron por el nuevo líder de Argentina, Javier Milei, el libertario radical con cabello extravagante y estilo abrasivo quien remontó un segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones del año pasado y obtuvo más del 55% de los votos en el balotaje.
«Milei entendió los problemas de la gente», dice Samir. «El número uno es la inflación».
Otros no están tan seguros. Claudio Páez era un exitoso hombre de negocios con una cadena de confiterías y tiendas de comestibles, 12 en total.
Ahora se ha reducido a sólo dos, ya que los costes de funcionamiento de las tiendas y el colapso de los ingresos disponibles de los clientes han mermado sus ingresos. Y espera que las cosas empeoren, no mejoren.
«Si los problemas económicos continúan durante tres meses más, voy a estar en problemas y no podré hacer frente a los gastos de luz, de salarios, impuestos…», afirma.
Cada vez más personas en Argentina tienen que improvisar para sobrevivir. No muy lejos de una de las tiendas de Claudio, hay una pequeña furgoneta aparcada al lado de la carretera, con el maletero lleno de bandejas de huevos.
El bajo precio -US$1 por una docena de huevos- ha provocado una cola. Pero el dueño de la furgoneta no se queda mucho tiempo, por si pasa la policía.
Las calles de Buenos Aires todavía están llenas de la ornamentada arquitectura del auge del país en el siglo XIX, pero también están repletas de vendedores ambulantes, motos de “delivery” de aplicaciones de entrega a domicilio y taxis no oficiales.
Un análisis basado en cifras oficiales realizado por la Universidad Nacional de Salta sugiere que el sector informal hoy emplea a casi la mitad de la fuerza laboral en Argentina.
Además, pocas personas pagan impuesto sobre la renta gracias a una ley aprobada por el gobierno anterior, justo antes de las elecciones, en un país que está esencialmente en quiebra y necesita urgentemente generar ingresos.
Argentina gasta mucho más de lo que genera y ya debe sumas deslumbrantes: actualmente, alrededor de US$44.000 millones al Fondo Monetario Internacional, lo que la convierte en el mayor deudor individual del organismo.
El presidente Milei dice que tiene respuestas a la crisis económica. Economista de formación, es un creyente devoto en los mercados libres sin trabas y en un Estado reducido.
Durante la campaña electoral, atrajo mucha atención agitando una motosierra real en el aire, para señalar su compromiso con la reducción de costos.
También prometió hacer estallar el Banco Central y deshacerse de la moneda local -el peso- reemplazándola con el dólar estadounidense. Ambas ideas están actualmente en un segundo plano, sobre todo porque el propio gobierno está muy escaso de dólares.
En vez, el mandatario ha devaluado el peso a la mitad para impulsar la competitividad. Y ha reducido el número de ministerios gubernamentales en una cantidad similar.
Y, con una serie de propuestas conocidas como el proyecto de “ley ómnibus» actualmente ante el Congreso, ahora es el turno del gasto público.
«Durante los últimos 30 años», dice el analista Sergio Berensztein, «hemos estado imprimiendo dinero como locos, razón por la cual tenemos una inflación tan alta. Ahora, por primera vez, tenemos un presidente que comprende el problema».
La única solución, dice Berensztein, es tratar de equilibrar el presupuesto, algo que el gobierno prometió hacer para finales de este año. Pero será «duro», añade.
Y entonces se convierte en una cuestión de política. Puede que Milei tenga un mandato claro de los votantes, pero no tiene una mayoría en el Congreso. Ni cerca.
Su partido, La Libertad Avanza, obtuvo sólo el 15% de los escaños en las elecciones generales de octubre pasado.
A esto hay que añadir una poderosa oposición en la forma de los sindicatos del país. Convocaron una huelga general la semana pasada y organizaron grandes manifestaciones en todo el país. Decenas de miles de personas salieron a las calles en una ruidosa protesta.
A Juan Cruz Díaz, de la firma asesora Cefeidas Group, le preocupa que el impacto de los cambios propuestos pueda ser demasiado dañino.
«La mayoría de la gente que votó por Javier Milei quería un cambio», afirma. «Pero eso no significa que apoyen este enfoque libertario de la economía y el Estado».
Esta semana la Cámara de Diputados votará si aprueba el plan del presidente. No es seguro que pase (si lo hace, luego será votado por el Senado).
De todos modos, no hay garantía de que las medidas supongan alguna diferencia en la tasa de inflación. Y, en última instancia, eso es lo único que le importa a la mayoría de la gente aquí.
Díaz cree que el presidente tiene sólo «unos meses» para cambiar las cosas y que la gente empiece a sentirse mejor. Es probable que la luna de miel política de Milei sea muy corta.