Durante la pandemia del covid-19, mucho se habló en México del uso del cubrebocas para evitar el contagio, puesto que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, se rehusaba a ponérselo, mientras que su aliada, entonces alcaldesa de la Ciudad de México y ahora ganadora de las elecciones, Claudia Sheinbaum, sí lo usaba.
Ella, de mentalidad científica, lo portaba a todas partes; casi siempre uno de tela, con patrón de florecitas. Él, en cambio, lucía libre de tapabocas, en parte por escéptico, en parte porque sufrió un contagio temprano y ya se creía inmune.
Y posaban en la misma foto. Y los mexicanos se preguntaban si había una ruptura.
Pero la jefe de gobierno de la capital fue clara: «No van a encontrar una confrontación entre el presidente y yo, jamás».
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«Podemos estar de acuerdo en el uso del cubrebocas o no, pero somos parte de un mismo proyecto de transformación; habrá cosas que él opina de una manera y yo de otra, pero estamos de acuerdo en el proyecto de transformación del país».
Las diferencias y similitudes entre Claudia y AMLO, como les conocen acá, han sido tema recurrente durante los últimos años, sobre todo después de que quedó claro —tras una ácida puja interna— que ella sería la candidata del oficialismo.
Muchos aseguran que son lo mismo: que ella es una «sombra», un «peón», del popular y carismático mandatario. Otros, en cambio, destacan que desde su origen hasta su pensamiento político son diametralmente distintos.
Uno de los lemas destacados de la campaña de Sheinbaum fue «continuidad con sello propio». La candidata ofreció un plan que sigue los parámetros de AMLO en la llamada la Cuarta Transformación de México, pero con más énfasis en temas que a ella le importan: cambio climático y transición energética, por ejemplo.
Sheinbaum recibe una economía estable, una situación de inseguridad crítica y un ambiente de polarización en los medios y el mundo político. Aunque AMLO ha dicho que se va a retirar, algunos dudan que deje de dar órdenes.
«Voy a gobernar con los mismos principios y vamos a tener nuestros propios objetivos», dijo Sheinbaum en una entrevista reciente con la BBC.
Nadie, en realidad, puede asegurar cómo será ahora la relación. Quizá ni ellos. A juzgar por el manejo de la pandemia, por la jerarquía presidencial y por su perfil tecnocrático, lo más probable es que Sheinbaum sea autónoma.
«Hay una tensión obvia porque son diferentes», dice Arturo Cano, periodista y biógrafo de la presidenta. «Pero comparten proyecto y ella va a ir decidiendo poco a poco qué estilo le impone a su mandato».
Mientras el tiempo resuelve cómo será la relación, veamos qué es exactamente lo que diferencia y asemeja de su antecesor a la presidenta electa de México.
En qué se parecen
Como sugiere la declaración de Sheinbaum por el episodio del tapabocas, la gran coincidencia entre ellos es el apego a la llamada Cuarta Transformación, un proyecto que aspira a reducir la pobreza y la desigualdad y generar desarrollo en las regiones más abandonadas.
Se trata de un plan tan ambicioso como la Independencia, las reformas liberales del siglo XIX y la Revolución Mexicana.
Y en eso, pues, coinciden: aunque son izquierdas distintas, una desarrollista y la otra progresista, Sheinbaum y AMLO hacen parte del mismo espectro ideológico, el llamado «humanismo mexicano».
Se trata de una corriente enfocada en atender a los más vulnerables. Su bandera es la justicia social. Recoge elementos liberales y nacionalistas de la Revolución Mexicana. Y busca proteger, ante todo, los derechos humanos.
Por eso, Sheinbaum, por muy diferente que sea de AMLO, ha estado cerca de él durante sus 25 años de carrera política. No solo durante la alcaldía de AMLO en la CDMX, entre 2000 y 2006, sino también en las bases del Partido de la Revolución Democrática, un movimiento que se originó en los años 90 como alternativa de izquierda a un desprestigiado Partido Revolucionario Institucional (PRI), que se originó durante la revolución, a principio de siglo XX.
Es decir: aunque ella tiene 61 años y él 70, surgieron políticamente del mismo contexto histórico, aquel que buscaba reivindicar el legado liberal de la Revolución haciéndole oposición al partido de la Revolución.
Y es por eso que, durante las últimas dos décadas, compartieron filas en la oposición a los proyectos neoliberales que gobernaron al país entre 2000 y 2018. Crearon, juntos, un partido que ahora se ha convertido en el más popular del país, el Partido de Regeneración Nacional (Morena).
Tan popular que, para muchos críticos, es tan hegemónico y autoritario como fue el PRI en buena parte del siglo XX.
Según mantuvo la oposición durante la campaña, Sheinbaum es igual a AMLO en que gobierna con «mentiras» y a expensas de los principios democráticos, queriendo cooptar entidades clave como los poderes electoral y judicial. Para eso usaron episodios de su cargo en la alcaldía en los que se enfrentó con la oposición, la prensa y algunos grupos civiles.
Críticas que la ahora presidenta electa a veces refutó, a veces simplemente desestimó.
En qué se diferencian
Si Sheinbaum y AMLO comparten proyecto político, difieren en casi todo lo demás.
Empezando por su personalidad: él es extrovertido y grandilocuente; ella tímida y lacónica. Él encaja en el estereotipo de un caudillo populista del siglo XX; ella en el de una funcionaria pública de conocimiento técnico.
«Tienen una relación de coincidencia política y de mucho cariño», le dice Diana Alarcón, asesora de Sheinbaum en la alcaldía, a BBC Mundo.
«Empezaron a trabajar sin conocerse (en el año 2000, cuando AMLO fue alcalde de CDMX) y él le encargó proyectos difíciles porque le vio capacidad y experiencia; rápidamente desarrollaron una empatía y confianza al punto de que hoy se hablan a los ojos».
«Él no le da instrucciones, no la ve como su propia creación, sino como un par», añade Alarcón.
Su origen es otra diferencia: él es de Tabasco, un estado pobre y alejado de la capital, y creció en un entorno rural de clase media baja. Ella, en cambio, es de CDMX, urbana y de clase media alta.
AMLO es hijo de un trabajador petrolero y una campesina con siete hijos. Los padres de Sheinbaum eran científicos judíos inmigrantes de Europa que tuvieron tres hijos.
Su trayectoria política es también distinta: él surge de la política tradicional de las regiones, mientras que ella de la academia, de un entorno cosmopolita, moderno e intelectual.
Y eso marca, a su vez, sus perfiles políticos: él es un animal político tradicional, curtido en las bases regionales del PRI, cuando ella, en cambio, tiene un perfil técnico, apegado a la administración pública. Y nunca fue del PRI.
Aunque comparten ideología, hay diferencia sobre todo en lo que se refiere a políticas de energía y de cambio climático, temas que ella, en su calidad de física e ingeniera, prioriza y domina mejor que él.
Es difícil comparar un gobierno nacional de uno citadino, pero si en su alcaldía Sheinbaum sembró árboles, saneó ríos y humedales e impuso restricciones vehiculares, AMLO, en su presidencia, promovió grandes obras para las que son necesarias energías contaminantes.
Pero es precisamente esa diferencia lo que AMLO encuentra importante de su sucesora: la eficiencia. «Tiene que haber relevo generacional; ya contribuimos a sentar las bases para la transformación y contribuimos en el cambio de mentalidad», dijo el mandatario en 2022.
El «sello propio»
Es una reflexión común entre muchos de los líderes de Morena por estos días: una vez lograda la victoria política con AMLO a la cabeza, con Sheinbaum en el poder van ahora tras una victoria técnica que consolide la 4T (Cuarta Transformación).
«Claudia sabe, y tiene muy claro, y lo ha dicho, que AMLO podrá ser el líder simbólico, el fundador de movimiento, pero quien va a gobernar es ella», dice Alarcón.
En ese sentido, es probable que el sello de Sheinbaum sea técnico y político: apego a la ciencia por un lado y concertación más que confrontación por el otro.
«Lo mejor de Claudia es que no es AMLO y lo peor de Claudia es que no es AMLO», le dijo a BBC Mundo el analista político Jorge Zepeda Patterson.
«Porque, primero, será una segunda temporada de la 4T más moderna, conciliadora, científica y menos centrada en folias y filias».
Pero, según el experto, tiene el problema de no ser AMLO en cuanto al carisma: «Todos los poderes fácticos que se mantuvieron estables durante este sexenio (gobernadores, empresarios y militares) ahora quedan en duda».
Alarcón, amiga y compañera de Sheinbaum por décadas, cree que no tendrá que ser diferente a como ha sido siempre para garantizar su sello.
«Va a ser ella. Es una política muy hábil. Tú fíjate lo que fue la interna para elegir candidato. Se fueron todos contra ella. Surgieron miles de facciones. Y ella logró mantener el movimiento, que es muy heterogéneo, cohesionado en un momento muy sensible».
La asesora ve dos cualidades, dos herramientas: «Su ego no la obstaculiza y su fuerza está en la relación con la gente, porque es empática, cercana, te mira a los ojos y te pregunta con atención».
El sello, pues, de la que será la primera mujer presidenta de la historia de México.