Un bloguero de viajes danés fue uno de los cuatro europeos liberados por Irán el mes pasado en un canje de prisioneros.
En una entrevista exclusiva con la BBC, Thomas Kjems contó lo que vivió durante su detención y admitió sentirse culpable por haber sido canjeado por un diplomático iraní encarcelado en Bélgica, por presuntamente planificar en un atentado.
Parecía que dondequiera que Kjems viajara el año pasado se sumía pronto en un conflicto o en una crisis.
El joven de 28 años se embarcó en una aventura de autostop desde Dinamarca hasta Ucrania en enero de 2022. Pero poco después de llegar a Ucrania comenzó la invasión rusa.
Decidió entonces ir a Armenia, donde despertó su interés el vecino Irán. En septiembre, la embajada iraní en Ereván le concedió un visado de turista.
Pero su llegada al país persa coincidió con la muerte bajo custodia de Mahsa «Zhina» Amini, una kurda de 22 años detenida por la Policía de la Moralidad por violar supuestamente el estricto código de vestimenta de la República Islámica.
Su muerte desencadenó protestas en todo el país, que Kjems encontró en casi todas las ciudades que visitó.
Todas las precauciones fueron insuficientes
«Tenía reglas para evitar cualquier conflicto y cualquier cosa política en Irán. Me dije a mí mismo: no te acerques a lugares militares ni a edificios gubernamentales, no les hagas fotos ni videos. Y luego añadí que no debía acercarme a ninguna manifestación», relató a la BBC.
Pero no eludió la mirada de las fuerzas de seguridad iraníes. A principios de octubre, agentes de inteligencia detuvieron a Kjems en su albergue de Teherán.
Lo llevaron a la tristemente célebre prisión de Evin, conocida por albergar a muchos manifestantes y presos políticos.
«No me dijeron por qué me habían detenido. Me preguntaron: ‘¿Por qué te llevamos (a la prisión)?´ Yo estaba confundido y dije: ‘Hice unos videos, no sé por qué'», narró.
Un fiscal le obligó entonces a firmar dos papeles escritos en persa.
«No sabía lo que estaba firmando. (Pero) básicamente estaba aceptando que las acusaciones (en mi contra) eran ciertas», comentó.
Kjems fue señalado de participar en las protestas y de filmarlas, lo que se consideró un acto contra la seguridad nacional de Irán.
Una sorpresa inesperada
Dentro de Evin, compartió celda con varios iraníes también detenidos durante los disturbios. Se preparó para una dura prueba, pero experimentó una amabilidad inesperada.
Uno de sus compañeros de celda era el ayatolá Abdolhamid Masoumi-Tehrani, un clérigo crítico con el líder supremo de Irán que fue detenido en Teherán en octubre.
«Esperamos que Thomas no juzgue a Irán basándose en las acciones de quienes lo mantuvieron en prisión», declaró a la BBC en una videollamada.
Kjems dijo que el ayatolá le daba todos los días una ración de su propia comida. «Fue un pequeño gesto, pero en la cárcel es un gesto muy grande», añadió.
Otro de sus compañeros de celda era Mohammad Boroughani, manifestante de 20 años que en noviembre fue declarado culpable por un tribunal revolucionario de Teherán del cargo de «enemistad hacia Dios» y condenado a muerte.
Boroughani fue acusado de agredir a un guardia de seguridad e incendiar un edificio gubernamental. Amnistía Internacional afirmó que su juicio fue una «farsa».
Kjems dijo que estaba en la celda el día en que se informó a Boroughani de su condena a muerte.
«Cuando le pregunté por qué estaba enfadado, sus compañeros de celda me dijeron que su detención se prolongaba un mes más. Yo intenté darle ánimos», narró.
Unos días después, se enteró de la verdad.
«Me quedé como una piedra”, dijo, al tiempo que aseguró: “Recuerdo que me dijo que había intentado pegarle a uno de esos policías antidisturbios, pero no lo consiguió. Había otras personas en la cárcel condenadas a muerte por publicar una historia en Instagram».
Kjems aseveró que los agentes de inteligencia no le hicieron daño físico, pero que oyó relatos angustiosos de fiscales que sometían a otros encarcelados a brutales torturas.
El canje
En junio, tras siete meses detenido, los funcionarios de la prisión le dijeron que recogiera sus cosas y abandonara la celda.
Fue conducido al aeropuerto de Mehrabad, en Teherán, y embarcó en un avión privado con destino a Omán.
Había sido liberado por Irán tras la mediación del gobierno omaní.
Dos ciudadanos irano-austriacos, Massud Mossaheb y Kamran Ghaderi, y el cooperante belga Olivier Vandecasteele también fueron liberados como parte del canje de prisioneros. Los tres hombres cumplían penas de prisión tras haber sido condenados por espionaje, cargos que negaron.
Al mismo tiempo, el diplomático iraní Asadollah Assadi fue liberado por Bélgica, donde había estado cumpliendo una condena de 20 años de prisión por planear un atentado con bomba contra un mitin de un grupo opositor iraní exiliado en Francia en 2018.
Kjems aseguró que sentir “mucha culpa» después de enterarse de que Assadi había sido liberado, y agregó: «Todo este intercambio es un dilema ético».
Su abogado, el danés Sam Jalaei, dijo que era inocente, pero que estos casos no podían resolverse solo a través del proceso legal en Irán.
«Desde el principio supimos que se trataba de una cuestión política. Por eso estuvimos en contacto permanente con el Ministerio de Asuntos Exteriores y el servicio de inteligencia daneses», explicó.
Kjems aseveró que tras siete meses encarcelado sólo quería volver a su casa y probar el café de su madre.
«Ahora que sé cómo funciona el sistema en Irán, cómo utilizan a los extranjeros como moneda de cambio o como dinero, jamás volveré», comentó mientras se tomaba un expreso en una cafetería de Copenhague, la capital de Dinamarca.