“Las democracias no son épicas”
La frase que le dijo el politólogo e historiador uruguayo Gerardo Caetano a BBC Mundo puede sonar rara, pero tienen sentido.
«En democracia no hay victorias finales ni fines de historia. El que gana no gana todo y el que pierde, no pierde todo», explica Caetano.
«Puede haber conflictos importantes, pero estos se tramitan civilizadamente y no debería haber conflictos ni antagonismos no negociables», agrega.
Pues así es la democracia uruguaya.
Hace un mes el país celebró sus elecciones nacionales en una jornada sin sobresaltos. Ciudadanos, políticos y organismos internacionales reconocieron los resultados que obligaron a la realización de una segunda vuelta este domingo.
Se espera que el balotaje en el que se definirá quién será el presidente del país por los próximos cinco años transcurra de igual forma y que al día siguiente la vida siga, sin épica.
Pero eso presuntamente aburrido es lo que ahora tiene a Uruguay en el foco de analistas y medios, que una y otra vez destacan la estabilidad institucional del país en la convulsionada Suramérica.
En el último par de meses las protestas callejeras pusieron en evidencia las profundas crisis políticas, económicas y sociales en Perú, Ecuador, Chile y Bolivia, país donde el presidente Evo Morales terminó renunciando y viajando como exiliado político a México.
Uruguay podría dar golpe de timón a la centroderecha este domingo
A esto se suma la creciente crispación en Colombia, los siempre tensos traspasos de poder en Argentina y la crisis de larga data que vive Venezuela.
En palabras de la revista británica The Economist, «con Chile, el otro modelo de estabilidad en Suramérica, convulsionado por los disturbios, Uruguay se ve todavía mejor».
De hecho, Uruguay es el único país de Suramérica que marca como una democracia plena en el Índice Democrático 2019 de The Economist.
Caetano está de acuerdo y ejemplifica: «En Uruguay sería impensable un fraude electoral. Las garantías electorales hacen que el conjunto de los ciudadanos no tenga dudas de que su pronunciamiento va a ser plenamente respetado sin importar quién gane o quién esté en el gobierno».
Pero el politólogo también afirma que «Uruguay no es una isla» y que ve situaciones «preocupantes».
A la presión que ejerce el turbulento contexto regional se suma un complejo escenario interno en lo político y socioeconómico.
Por eso, gane quien gane las elecciones los analistas creen que Uruguay se enfrenta a una de las mayores pruebas a su elogiada estabilidad desde el regreso de la democracia.
Fragmentado y polarizado
Los dos candidatos que se disputan la Presidencia son Daniel Martínez, por el oficialista Frente Amplio, y Luis Lacalle Pou, por el Partido Nacional.
Martínez, un ingeniero socialista de 62 años de edad y ex intendente de Montevideo, busca que la coalición de izquierda consiga su cuarto período de gobierno consecutivo.
Por su parte, Lacalle, un abogado de 46 años de edad y actual senador, llega con el apoyo de otros cuatro partidos.
Cada una de estas coaliciones tienen sus propios desafíos que se verán reflejados sobre todo en el Parlamento, un órgano que tiene un enorme peso en el sistema semipresidencialista de Uruguay.
Desde que el Frente Amplio asumió la Presidencia hace casi 15 años, siempre ha tenido mayoría parlamentaria, lo que le ha permitido gobernar sin necesidad de llegar a acuerdos.
Pero en el período de 2020 a 2025 ningún partido contará con mayoría absoluta.
Y no solo eso: con una renovación de casi 70% de las bancadas, se tratará de un Congreso fragmentado y polarizado ideológicamente.
Ejemplos de ello son la llegada al Legislativo de los ecologistas (PERI) y de un partido que se define como de derecha (Cabildo Abierto).
Caetano, quien afirma que Cabildo Abierto es en verdad de ultraderecha, cree que este «fenómeno inédito» en la historia de Uruguay es «una señal preocupante».
Desde su creación hace tan solo ocho meses, este partido de ideas conservadoras y nacionalistas liderado por el general retirado Guido Manini Ríos, ha estado rodeado de polémicas vinculadas al último gobierno de facto (1973-1985), las torturas y los detenidos desaparecidos durante el período.
Por eso Caetano cree que «su acreditación democrática está por verse» y que aporta «incertidumbre» al sistema sin importar quién resulte electo.
¿La grieta?
Para el periodista y politólogo uruguayo Alfonso Lesa si Martínez gana, «le va a ser muy complicado gobernar».
Según le dijo Lesa a la Agencia EFE, en la oposición se encontrará con partidos «del centro al centroderecha y a la derecha». Dado que los legisladores del Frente Amplio están «bastante más a la izquierda que antes», tendrá que «hacer equilibrios muy complicados».
Si Lacalle gana, continuó Lesa, tendrá «un desafío muy grande» para articular las distintas fuerzas, pero vaticinó que en los primeros tiempos «no va a haber mayores dificultades».
En cualquier caso, unos y otros precisarán negociar dentro y fuera de sus coaliciones.
«Lo peor que le podría pasar a Uruguay es una grieta al estilo argentino, que separara irremediablemente al gobierno y la oposición», según Caetano.
«Esto sería muy negativo porque hay ciertas transformaciones que el país necesita y que requieren de tender puentes», expresa.
«Hay que tener en cuenta que el telón de fondo de la situación económica regional e internacional no va a ser favorable. Todo indica que va a haber instancias económicas muy desafiantes», explica el politólogo.
«Más razones para enfrentarlas no en una lógica de grieta, sino de ampliación de acuerdos y de respaldo institucional».
Presión más presión
Laura Raffo, economista y empresaria uruguaya, coincide en que los desafíos económicos serán «muy grandes».
En su opinión, los gobiernos del Frente Amplio se pueden dividir en distintas etapas. «Los primeros 10 años fueron de mucho crecimiento económico y recuperación del salario real. Luego, a partir de 2014, empieza un período de crecimiento mucho más lento. En el último año y medio, de estancamiento económico».
Pero no se trata solo del Producto Interno Bruto, que «no ha crecido en los últimos cinco, seis trimestres», le dice a BBC Mundo.
También «ha existido una destrucción de puestos de trabajo». Con un desempleo que está por encima de 9%, un estancamiento del consumo. Además de «la inflación, si bien se mantiene por debajo de 10%, está por fuera del rango meta, que es de 3 a 7%, según el Banco Central» de Uruguay.
«Por otra parte, es un país con urgencia de ordenamiento de las cuentas públicas debido a que el déficit fiscal, que en 2011 estaba apenas por encima de 1% del PIB, en este momento está en 5% del PIB. Es decir, que urge hacer un ajuste fiscal gane quien gane», opina Raffo.
«Y como todo ajuste fiscal, tiene una tendencia recesiva».
Pero, ¿es posible que la polarizada situación política y la no muy alentadora perspectiva económica se sumen al contagio regional y terminen en un estallido social?
Raffo cree que la situación de Uruguay y del resto de Suramérica, «son muy distintas».
«Tanto representantes de la oposición como del actual gobierno han mencionado que, en caso de haber una transición, debería ser en suma paz y tranquilidad», dice la economista.
Caetano, por su parte, dijo que América Latina «en los últimos 20 años ha variado sus tendencias de opinión pública, en una perspectiva adversa al funcionamiento democrático, contraria a la legitimidad de los partidos, con márgenes de enorme desigualdad social que generan inestabilidad».
Uruguay, aunque de manera moderada, también sigue esas tendencias, «pero tiene una fortaleza institucional que es un poco su plus», afirma.
Para el politólogo, el contexto aportará una «presión positiva para que Uruguay, más allá de las diferencias, advierte una vez más que su principal utopía es la democracia».
Eso sí, una democracia sin épica.