El sorpresivo ascenso de Pedro Castillo como líder político en Perú plantea una pregunta básica: ¿con qué figura de la variopinta izquierda latinoamericana se identifica?
El interrogante gana relevancia después que en el escrutinio de la segunda vuelta electoral peruana, finalizado este martes, se impusiera Castillo con 50,1% de los votos contra 49,9% de la candidata derechista Keiko Fujimori.
Pero la definición oficial del ganador aún puede tardar varios días, mientras se resuelve un pedido de Fujimori de revisar unos 300.000 votos y anular cerca de 200.000 en zonas donde Castillo tuvo más apoyo.
Este maestro rural de 51 años, postulado por un partido que se autodefine marxista-leninista, era un virtual desconocido en la región hasta su triunfo en la primera vuelta de abril, lo que provocó la búsqueda de semejanzas con otros políticos de izquierda.
Algunos señalan que Pedro Castillo está influido por lo que hizo Evo Morales al gobernar Bolivia entre 2006 y 2019, o Rafael Correa al gobernar Ecuador entre 2007 y 2017.
«Pedro Castillo se propone establecer una economía popular con mercados, inspirada, justamente, en el modelo de Bolivia y del Ecuador», escribió el premio Nobel de Literatura peruano, Mario Vargas Llosa, en una columna de abril donde sostenía que la democracia de su país correría riesgos con una victoria de ese candidato.
Morales fue una de las primeras figuras políticas de la región en apoyar a Castillo, quien al final de su campaña buscó aproximarse a otro líder quizá menos controvertido de la izquierda de América Latina que también lo respaldó: el expresidente uruguayo José Mujica.
«Qué bien que sintonicemos la causa del pueblo», le dijo Castillo a Mujica durante un encuentro virtual que ambos mantuvieron días antes de la segunda vuelta. «Siempre he estado pendiente de sus actividades».
La cuestión, entonces, es qué toma Castillo como ejemplo de esos y otros líderes de la izquierda regional.
«Rediseño del Estado»
Un motivo por el cual Pedro Castillo ha sido comparado a Morales, Correa o el expresidente venezolano Hugo Chávez es su propuesta de cambiar la Constitución de su país, como hicieron esos políticos al impulsar sus proyectos de «socialismo del siglo XXI».
Mujica, por el contrario, evitó modificar la Constitución uruguaya mientras gobernó entre 2010 y 2015.
El partido por el cual Castillo fue candidato, Perú Libre, «tiene posiciones de izquierda más radical, más asociadas a Evo (Morales) que a Mujica en Uruguay», dice Farid Kahhat, un experto peruano en relaciones internacionales, a BBC Mundo.
Un plan de gobierno de Castillo presentado antes de la segunda vuelta electoral sostiene que «la Constitución actual prioriza los intereses privados sobre el interés público, el lucro por encima de la vida y la dignidad».
El objetivo señalado es convocar, mediante un referéndum, a «una Asamblea Constituyente que elabore una nueva constitución» que reconozca expresamente los derechos a la salud, la alimentación y la vivienda, entre otros.
También prevé un «rediseño del Estado que garantice la toma de decisiones transparente con participación activa de la ciudadanía» y «practique la planificación estratégica, regule e invierta».
«Bienvenida la inversión privada, pero con reglas claras. No exploten a nuestros trabajadores», sostuvo Castillo en el último debate de la campaña por la presidencia.
Aún está por verse cómo lograría eso.
Pero muchos recuerdan que el programa de gobierno presentado por Perú Libre para la campaña dice que el Estado debe ser nacionalizador y tiene la misión de revisar, renegociar o anular contratos con empresas transnacionales.
También plantea que 80% de las utilidades que generen queden para el Estado, y el resto quede para las compañías.
Castillo ha propuesto renegociar contratos con empresas de la minería, un sector que representa casi 60% de las exportaciones en Perú, y eventualmente nacionalizar distintos minerales y el gas.
Todo esto también evoca lo que hicieron Correa en Ecuador y Morales en Bolivia al rediseñar el Estado, darle un rol más regulador de la economía, renegociar contratos con petroleras extranjeras y ordenar nacionalizaciones en el área de hidrocarburos.
«Nada de chavismo»
Una diferencia entre Correa y Morales es que éste, un exsindicalista cocalero, contó con un mayor nivel de organización social para ser electo primer presidente indígena de Bolivia que el que tuvo el economista ecuatoriano.
En este sentido, algunos ven más similitudes entre Morales y Castillo, un líder magisterial en Perú y exrondero (miembro de las rondas campesinas, unas organizaciones comunales de defensa), electo en gran medida por el voto rural.
«Castillo se parece más a Evo, sí tiene algún nivel de organización social detrás», compara Kahhat. «También hay un elemento étnico detrás de su convocatoria, aunque no sea siempre explícito».
El propio Morales tuiteó en abril que Castillo tiene «un programa similar» al que él impulsó en Bolivia, con una «revolución democrática y cultural pacífica, defendiendo recursos naturales e impulsando una Asamblea Constituyente, en beneficio del pueblo para que haya justicia social».
Pero otros advirtieron a los peruanos que Morales buscó ser reelecto más allá del límite de mandatos que establecía la Constitución que él mismo impulsó en Bolivia.
«No se olviden que el que tiene el lápiz para escribir la Constitución después se cree el dueño y único intérprete de la Constitución, y la viola», dijo el expresidente boliviano Jorge Quiroga en la cadena peruana RPP Noticias antes del balotaje.
En su campaña, Castillo evitó opinar sobre las reelecciones de Morales, negó tener «modelos» de gobierno y juró dejar el poder tras finalizar su mandato en julio de 2026, sin buscar ser reelecto.
El entonces candidato peruano se comprometió a respetar la democracia y los derechos humanos, en respuesta a los temores de que podría seguir el camino de otros líderes de izquierda en la región acusados de derivas autoritarias.
En particular, procuró diferenciarse del gobierno socialista de Venezuela. «Nada de chavismo», dijo y pidió al presidente de ese país, Nicolás Maduro, que «arregle sus problemas internos» antes de referirse a Perú.
No obstante, Mujica entendió oportuno dar un consejo a Castillo durante la charla que ambos mantuvieron en vivo por Facebook hace unos días.
«No caigas en el autoritarismo, apuesta al corazón de tu pueblo permanentemente. Y cuando te equivoques, ten la honradez de decirle: me equivoqué», le dijo el expresidente uruguayo tras advertir que «no es fácil torcer el rumbo de la realidad a favor de los más débiles».
Mientras fue presidente Uruguay, Mujica legalizó el aborto, el matrimonio gay y la marihuana, opciones a las que se opone Castillo, quien se define católico y está casado con una evangélica.
Tras las elecciones, el hombre que hizo campaña con un sombrero de paja de ala ancha y montado a caballo volvió a prometer respeto por la democracia y la Constitución vigente, así como por la estabilidad económica y financiera.
Algunos de sus asesores han descartado medidas intervencionistas como el control de precios o de importaciones, y sugirieron que en vez de nacionalizaciones podrían renegociarse impuestos a las empresas mineras.
Algunos distinguen entre Castillo y el partido que lo postuló, cuyo líder, Vladimir Cerrón, es un médico de izquierda radical que estudió en Cuba, ha expresado afinidad con el gobierno venezolano y fue inhabilitado en las elecciones por una sentencia por corrupción cuando era gobernador de la región de Junín.
«El partido tiene inclinaciones autoritarias. Castillo no milita en ese partido e incluso no es marxista-leninista», dice Kahhat. «Pero él mismo ha hecho algunas declaraciones que también suponen un riesgo de regresión autoritaria».
Por ejemplo, recuerda que Castillo mencionó en la campaña la posibilidad de desactivar el Tribunal Constitucional para elegir uno nuevo por mandato popular, otra idea que algunos consideraron inspirada en la Bolivia de Evo Morales.
«Después, en la segunda vuelta ha cambiado su discurso», señala Kahhat, «pero la pregunta hoy es a qué Pedro Castillo le crees».