Se podría pensar que la carrera política del ex presidente uruguayo José «Pepe» Mujica está por concluir.
Tiene 84 años y en 2018 renunció al Parlamento por «el cansancio de un largo viaje».
Pero no tan rápido: el excéntrico ex mandatario está en la primera fila de la campaña para las elecciones presidenciales y legislativas de este 27 de octubre, que buscan prolongar los 15 años en el poder del Frente Amplio, la coalición de izquierda a la que pertenece.
Quien fue noticia en el mundo entero por ser el «presidente más pobre del mundo», aquel que tomó posesión en un viejo Volkswagen Escarabajo, un ex guerrillero famoso por sus disertaciones y austeridad, no solo frecuenta dos o tres actos de campaña al día, sino que es candidato a senador.
«Tengo 84 años, pero todavía no estoy lelo y tengo un par de ideas en la cabeza por las cuales voy a ir a pelear al Senado tratando de convencer al sistema político», le dijo a BBC Mundo en una reciente entrevista.
Por primera vez desde que llegó al poder hace década y media, en las elecciones del 27 de octubre existe la posibilidad de que el Frente Amplio pierda la presidencia o, al menos, su condición de mayoría (simple) en el Parlamento.
El candidato frenteamplista, Daniel Martínez, está primero en las encuestas. Pero si hay una segunda vuelta, prevista para el 24 de noviembre, las encuestas vaticinan una dura batalla contra el candidato opositor, sea Luis Lacalle Pou, Ernesto Talvi o Guido Manini Ríos.
En Uruguay Mujica no es el pensador encomiado que puede ser en el exterior: es una figura polarizadora.
Según encuestas recientes, si bien es el político que más simpatía genera entre los uruguayos (entre 35 y 40%), también es uno de los que mayor rechazo provoca, con alrededor de 40% de imagen negativa.
Además de presidente, Mujica fue senador y diputado varias veces en el Parlamento uruguayo. Luego renunció. Y ahora volvió.
Recambio generacional
En conversación con BBC Mundo, Mujica aseguró estar luchando por la «existencia del proyecto colectivo», y por impulsar una renovación de dirigentes.
«Los viejos podemos servir para hacer sombra y no dar paso, o podemos servir para ayudar a que exista la gente nueva; yo estoy en esta última», agregó.
El Frente Amplio no es la excepción a los demás partidos políticos uruguayos, que por distintas razones están en proceso de recambio y luchan por mantenerse vigentes y unidos.
Los pesos pesados del Frente Amplio —Mujica, el exministro y ex vicepresidente Danilo Astori (79) y el ahora presidente Tabaré Vázquez (79)— son vistos como representantes de una vieja camada que apareció en los años 60, fue parte de la oposición al régimen militar de los 70 y 80, y luego, junto a los partidos Nacional y Colorado, condujo el proceso de transición democrática.
Pero ahora el país cambió y se enfrenta a nuevas problemáticas —como la inseguridad y la crisis en la educación— por las que muchos responsabilizan a los políticos tradicionales.
Lograr ese recambio es el reto de Martínez, de 62 años, quien sin embargo tiene que cargar no solo con la sombra de Vázquez y Mujica, sino con el desgaste natural de tres gobiernos frenteamplistas.
Sobre Martínez, Mujica dijo a BBC Mundo que «no puede dejar de ser un ingeniero(…). Su especialidad no es la dialéctica (sino) la gestión y el compromiso concreto frente a los problemas: en eso es muy valioso», afirmó.
«Si puede ser o no un nuevo liderazgo, eso se resuelve de abajo para arriba y nunca de arriba para abajo».
«El balance del Frente Amplio es en general positivo», opina el politólogo Adolfo Garcé. «Solo que en 15 años el desgaste es enorme».
«Nunca nadie logra resolver todo lo que se propone y los problemas que (el Frente Amplio) no logró resolver han sido enfatizados por la oposición. Así funciona la democracia. Hay un partido que gana una elección y una oposición busca lo que el gobierno no logra resolver», explica el analista.
Sobre Mujica, Garcé se pregunta si la idea es volver a renunciar, porque «se lanza para arrastras votos, no necesariamente porque quiere ejecutar una agenda en el Parlamento».
Declaraciones punzantes
Además del recambio, el expresidente dice tener en su agenda impedir que «terminemos todos de peones de las multinacionales», y movilizar al pueblo para ganar la «batalla de la droga», que, según él, «no se gana a garrotes si no somos capaces de movilizar».
Esto último es una de las mayores preocupaciones de los uruguayos en la actualidad: el aumento de la inseguridad, que ha disparado unas cifras de homicidios que, según Mujica, es resultado de una ola de narcotráfico que impacta a Uruguay.
«Se fue todo al carajo. ¡Le roban a la madre! Este no es un problema del Uruguay, el epicentro de esto está en el mundo rico», dijo en una reciente declaración que dominó la prensa local.
Las punzantes intervenciones de Mujica generan titulares a diario en la prensa.
La semana pasada, por ejemplo, generó una nueva controversia al criticar a los militares porque el narcotráfico, según él, «no se arregla juntando carne con ojos y uniforme».
Fue la última de tantas controversias, que para muchos uruguayos ya no son novedad ni de mayor importancia.
También ha dominado la campaña el debate sobre Venezuela y el gobierno de Nicolás Maduro, ante el cual el Frente Amplio ha intentado mantenerse neutral a pesar del costo político a nivel local.
Sin embargo, Mujica se desmarcó de la postura oficial, llamando «dictadura» al gobierno venezolano.
Incluso tras reconocer que su figura genera polarización, Mujica dice que su principal rol en el escenario político uruguayo actual es articular.
«Yo fui presidente no porque fui guerrillero, por esto o lo otro. Fui porque la gente me acompañó y me respetó. No tuvo en cuenta lo de ayer y más bien le apostó a lo de mañana», dijo.
«Todos los días amanece y la vida continúa«.
*Esta nota contó con la contribución del periodista Gerardo Lissardy.
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