El presidente Joe Biden estaba entre la espada y la pared.
Así explica Muzaffar Chishti, director de la oficina del Instituto de Política Migratoria de la Universidad de Nueva York el nuevo plan de Estados Unidos para lidiar con la creciente inmigración venezolana.
Solo en septiembre llegaron 33.000 venezolanos a la frontera que comparte con México. El año fiscal de 2022 vio un incremento en la llegada de venezolanos de un 293% respecto al año fiscal anterior.
Con la intención de reducir esas cifras, Washington anunció que los venezolanos que crucen la frontera a pie o nadando serán devueltos inmediatamente a México, una medida que se empezó a aplicar este mismo miércoles.
Será posible gracias a un acuerdo alcanzado con el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador y la extensión de una controvertida política de la era del presidente Donald Trump que Biden había prometido desbaratar: el Título 42.
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EE.UU. también abrirá las puertas a 24.000 venezolanos que quieran emigrar legalmente, con un programa similar al que ya existe para los ucranianos que huyen de la invasión de Rusia.
De todo ello hablamos con Chishti, quien subraya que las herramientas para lidiar con la migración son limitadas y que el nuevo plan para los venezolanos es el resultado de un adaptación de Biden a las circunstancias.
¿Por qué se ha tomado esta decisión ahora?
La decisión se ha tomado porque la naturaleza del reto en la frontera ha mutado radicalmente. No solo en el último año, sino que ha cambiado realmente de forma radical en las últimas semanas.
Los migrantes siendo enviados en buses desde Texas a Washington DC y la ciudad de Nueva York y en avión a Martha’s Vineyard por el gobernador de Florida han acabado de cristalizar el problema.
La cuestión de los buses y los vuelos ha sido tan dramática que ha acaparado la atención pública. Estaban efectivamente destinados a crear un elemento sorpresa.
Pero mientras esto pudo haber estado políticamente motivado, fue una clara estrategia política en un año electoral, también reveló una crisis emergente significativa.
Y es que una cantidad sin precedentes de migrantes en general y venezolanos en particular está llegando a la frontera suroeste.
Las cifras del fenómeno son distintas en comparación a años anteriores y la diversidad del flujo también. Y lo que la administración Biden concluyó es que no hay una política, una solución o acción que sirva a todas las poblaciones, y que se necesitan políticas distintas para cada grupo.
Es lo que ha hecho en el caso de los venezolanos. Hizo de Venezuela un ejemplo de ello.
La administración Biden trató este año de levantar el Título 42, pero en mayo un tribunal federal se lo impidió. Ahora extiende su uso. ¿Está utilizando a su favor algo que ha criticado tanto?
La administración Biden está cayendo claramente en una ambivalencia en esto.
Si la administración Biden se hubiera salido con la suya, hubiera acabado con el Título 42. Era una promesa de campaña del presidente. Esa ha sido siempre su posición y la que demostró durante el proceso en los tribunales.
Pero dicho eso, también ha entendido que la naturaleza de los flujos (migratorios) ha cambiado radicalmente y ha tenido que adaptar su política a ello.
Y lo que ha hecho es cerrar un acuerdo con México para que la gente que no puede tener un patrocinador en Estados Unidos, y no es candidata según ellos a ser rápidamente reubicada en el país, sea sujeta al Título 42.
También es el reconocimiento de que no tiene los recursos suficientes para procesar, no solo a los venezolanos, sino a todos los demás migrantes, a través del antiguo Título 8.
(Es la norma que se aplicaba antes de la entrada en vigor del Título 42 en marzo de 2020. Determina que se tiene que evaluar en cada caso si existe un temor creíble a ser perseguido en el país de origen para poder pedir asilo en EE.UU. Si se establece que no, la deportación es inmediata).
Biden estaba atrapado entre la espada y la pared.
Por un lado no tienes los recursos, pero por otro quieres acabar con el Título 42 y los activistas te están pidiendo que acabes con él.
Así que, mientras el Título 42 está aún pendiendo de un hilo en los tribunales, él lo está usando al menos para la gente que México va a recibir.
El anuncio de la nueva política migratoria hacia los venezolanos llega a menos de un mes de las elecciones de medio mandato (8 de noviembre). Hay quien por ello está diciendo que esta es una decisión calculada de Biden y con la vista puesta en esas elecciones. ¿Lo ve así?
La política tiene un rol innegable siempre en la cuestión migratoria.
La estrategia publicitaria de los gobernadores de Arizona, Texas y Florida tuvo una clara motivación política.
En plena temporada electoral los republicanos empezaron a perder algunos de los argumentos que pensaban les iban a dar ventaja competitiva. Empezaron a perder sus argumentos sobre la inflación, el estado de la economía, empezaron a perder terreno en la cuestión del aborto… Así que necesitaban un cambio de tema. Y la crisis en la frontera se volvió una distracción muy conveniente.
Y hay que decir que lo manejaron de forma muy exitosa para ellos. Se las arreglaron para infligir cierto nivel de dolor y por consiguiente una lección a las jurisdicciones azules (demócratas), diciéndoles «¿Desde la distancia nos dicen que no hay una crisis en la frontera? Te vamos a mostrar qué aspecto tiene», y enviándoles autobuses (llenos de migrantes) en medio de la noche.
No estaban preocupados por la protección de los migrantes. Si no, hubieran avisado con antelación a las ciudades que los iban a recibir de que iban a llegar cuatro, cinco, seis autobuses. No lo estaban. Toda la idea era crear una imagen de caos.
Los republicanos decidieron usar tres palabras al unísono, frontera, crisis, Biden, como si fuera un solo concepto, «la crisis fronteriza de Biden», para definir lo que estaba pasando.
Y en vista de la reacción que se estaba generando incluso en las jurisdicciones azules, el presidente pensó que tenía que responder y demostrar que estaba tomando alguna medida, para al menos crear la impresión de que cuenta con un plan para lidiar con la crisis.
Los políticos siempre tienen que responder rápido y de forma refleja para mostrar que están actuando sobre algo.
Ha sido como decir «Hay una crisis en la frontera: aquí está la solución».
Pero la caja de herramientas no está llena, así que usas la que tienes a mano. Y en este caso decidieron usar el Título 42.
Y no lo hubieran podido hacer sin la cooperación de México. Conseguirla ha sido fundamental, y el éxito del plan estará determinado enormemente por el nivel de apoyo del gobierno mexicano.
¿Según usted, esta es, entonces, la respuesta de Biden a la imagen de caos en la gestión del fenómeno migratorio creado por los republicanos?
Eso por una parte y por la otra una respuesta pragmática al reto en la frontera.
Incluso si restamos las motivaciones políticas, es una crisis real. Hay miles de personas llegando a la frontera. No es un fenómeno sostenible.
Y el hecho de que tres países estuvieran exentos del Título 42 hizo que Venezuela fuera una candidata para ello.
Ha hablado del papel fundamental del gobierno mexicano en esto. Como Washington no tiene relaciones diplomáticas formales con Caracas, no puede repatriar a los venezolanos, y hasta ahora México no estaba dispuesto a recibirlos. ¿Por qué ha cambiado de opinión? ¿Qué gana a cambio?
De eso trata la diplomacia. EE.UU. debe haber usado su influencia diplomática para que México accediera a hacerlo.
Los quid pro quo no son siempre públicos, pero se sobreentiende que ha habido alguno para que México reciba a los venezolanos.
La ironía de esto es que México no los va a expulsar. Está por ver cómo va a lidiar con la contradicción de que está permitiendo a EE.UU. expulsar venezolanos a su territorio pero no los está repatriando a Venezuela.
Es una suerte de conundrum político que el gobierno mexicano va a tener que abordar y estoy seguro de que ya está pensando en ello. De eso trata la diplomacia y tendrán que buscar aliados diplomáticos ellos mismos.
Y hablando de que EE.UU. busca soluciones distintas para distintos problemas, esta mañana estaban hablando de posiblemente levantar algunas sanciones contra Venezuela para aliviar un poco la presión.
Como dije, no hay demasiadas herramientas disponibles en la caja. Pero si se entiende que la situación económica de Venezuela está creando la presión para una mayor migración, entonces una a usar es la de aliviar un poco la presión. Levantar las sanciones se vuelve una de las herramientas para lidiar con la crisis migratoria.
¿Por qué replicar con los venezolanos un modelo migratorio que se está usando con los ucranianos que huyen de la invasión rusa? La situación de Venezuela y Ucrania no es exactamente la misma.
Exactamente, no es la misma. Y esta es la guinda a mi argumento de que las herramientas a usar son limitadas.
El presidente Biden no puede darles green cards (residencia permanente) a los que llegan a la frontera. No tiene esa autoridad. No puede darles permisos de trabajo. No puede darles visas H-1B (las que permiten a los empleadores estadounidenses emplear temporalmente a trabajadores extranjeros en puestos especializados), a pesar de que tal vez muchos serían buenos candidatos para una migración basada en el empleo y que necesitamos trabajadores en este país.
En lo que se refiere a la migración el presidente tiene opciones limitadas y una de ellas es el permiso temporal humanitario, otra es el Título 42, la otra el Título 8.
Usa distintas herramientas para distintos grupos poblacionales y se ha dado cuenta de que, ya que no puede repatriar a los venezolanos, puede utilizar con ellos el modelo usado recientemente con otra población: los ucranianos.
El permiso temporal humanitario es uno de los poderes más amplios del presidente, porque incluye el estatus legal, el permiso para trabajar… Y en vista que les ha funcionado con los ucranianos, han decidido probar el programa con los venezolanos.
Pero todos sabemos que la comparación no encaja muy bien.
Por ello, es inevitable que salgan a la luz los problemas que subyacen a esta falta de paralelismos. Saldrán, y es posible que lo hagan en forma de demandas en los tribunales, en forma de presión política.
Y lo que irónicamente puede hacer es que muchos republicanos digan que quizá hemos ido demasiado lejos con las posibilidades de la exención. Y puede incluso llegar a costar que otras nacionalidades no puedan usar la exención (del Título 42) en el futuro.
Hablando de ello, se ha sabido que una propuesta anterior del programa destinado a los migrantes venezolanos también consideraba a cubanos, haitianos y nicaragüenses. ¿Por qué no se han incluido finalmente?
No lo sabemos, pero seguro que está en discusión. Deberían incluirse todos, en este contexto en el que las cifras están en aumento. Es la simple realidad.