Las fuerzas alemanas nazis asesinaron a 11 monjas católicas hace 80 años, el 1 de agosto de 1943.
La hermana Klara Volchek visita a menudo el lugar donde fueron enterradas “la beata María Stella y sus diez compañeras”, mejor conocidas como “las mártires de Nowogródek” (una población situada en lo que hoy es el oeste de Bielorrusia, en Europa del Este).
«Las monjas ayudaron a salvar a 120 personas de la muerte, pero fueron forzadas a trabajar en campos», dice la hermana Klara, en conversación telefónica con la BBC desde Bielorrusia.
«La forma en que murieron es obviamente una parte importante de esta historia”, asegura. “Pero para mí fueron mujeres ordinarias, monjas ordinarias, que hicieron algo extraordinario. Eso es lo que las hace especial».
«¿De dónde sacaron estas mujeres la fuerza para entregarse a cambio de las vidas de los residentes encarcelados de Nowogródek?», planteó.
Sin embargo, no hay pruebas claras de que las monjas fueran asesinadas a cambio de la liberación de los presos.
Siguiendo el rastro de los hechos
La historia comienza el 4 de septiembre de 1929, cuando las dos primeras hermanas de la orden de la Sagrada Familia de Nazaret se instalaron en el pequeño pueblo de Nowogródek.
El convento de la orden cambió de manos muchas veces a lo largo del tiempo y fue el hogar de unas 20.000 personas bajo control polaco al estallar la Segunda Guerra Mundial.
En septiembre de 1939, el convento fue tomado por las fuerzas de la Unión Soviética. Las monjas se vieron obligadas a abandonarlo y mudarse a las casas de los feligreses.
En 1941, las fuerzas nazis alemanas desplazaron a los soviéticos e instaron a las monjas a regresar al convento.
Aproximadamente la mitad de la población del pueblo era judía y los nazis comenzaron a exterminarlos.
La primera masacre tuvo lugar en diciembre de 1941 y murieron 5.100 judíos. Otros 4.500 fueron asesinados en agosto de 1942.
Para 1943, varios grupos estaban activos en el área. La Gestapo, la policía secreta nazi, arrestó a 180 personas entre el 17 y el 19 de julio, para tratar de acabar con esta resistencia.
Pronto corrieron rumores de que todos los arrestados serían ejecutados.
El relato de un sacerdote
El reverendo Alexander Zienkiewicz era el único sacerdote católico que quedaba en Nowogródek para ese entonces.
12 monjas integraban la congregación. La mayor era la hermana Mary Stella, de 55 años, y la más joven era la hermana Mary Boromea, de 27 años.
El padre Zienkiewicz documentó la reacción de la hermana Stella ante el arresto.
«Con su sencillez característica, dijo: ‘Oh Dios, si es necesario el sacrificio de la vida, acéptalo de nosotras que estamos libres de obligaciones familiares y perdona a los que tienen esposa e hijos a su cargo. Incluso estamos orando por esto’”, escribió.
Aquel testimonio fue publicado más tarde por la orden religiosa de las monjas.
«No existen registros que identifiquen a las personas o medios utilizados por la Divina Providencia para interferir en los planes hechos para la ejecución de los prisioneros», agregó el sacerdote.
Una semana después, las monjas fueron convocadas a la comisaría.
El padre Zienkiewicz se reunió con la hermana Stella el 31 de julio. Percibió «ansiedad y aprehensión» en ella, en lo que resultó ser su último encuentro.
La hermana Stella le dijo que esperaba que los enviaran a Alemania para realizar trabajos forzados.
Más tarde, la hermana Stella le pidió a la hermana Małgorzata que se quedara atrás, mientras las otras diez monjas la acompañaban a la comisaría.
Al día siguiente, el padre Zienkiewicz celebró la misa, pero notó el espacio vacío que solían ocupar las monjas y sintió una «sensación de duelo».
Mientras se preparaba para escuchar la confesión, se enteró de que las monjas habían sido asesinadas esa mañana del primero de agosto de 1943.
El motivo no estaba claro para él. El sacerdote escuchó especulaciones de que se trataba de un caso de identidad equivocada. La Gestapo había querido matar a miembros de una orden religiosa diferente, sospechosos de ayudar a las guerrillas soviéticas.
El padre Zienkiewicz se ocultó. En marzo de 1945, después de que los nazis fueran derrotados en esta zona, dirigió la exhumación de los cuerpos de las monjas y las volvió a enterrar cerca de su iglesia.
Evidencia impugnada
El relato del sacerdote concuerda con la investigación de Tamara Vershitskaya, quien fundó el Museo de la Resistencia Judía en Nowogródek en 1992.
Después de jubilarse, continúa involucrada en la investigación del Holocausto.
En 2011, trabajó con el Museo Conmemorativo del Holocausto en Estados Unidos para hacer entrevistas en video de testigos presenciales y sobrevivientes.
«María Karavaiska fue la única fuente en primera persona que me contó la historia. Sus dos hermanos estaban entre los polacos enviados a Alemania», dice Vershitskaya.
La investigadora descubrió una lista escrita en alemán en los archivos. Contenía los nombres de 95 polacos que fueron enviados a Alemania, probablemente el 24 de julio de 1943.
María, por su parte, dijo que fueron 112.
En la entrevista, María habló sobre el arresto de sus hermanos.
«Tres de mis hermanos fueron arrestados, pero uno logró escapar», narró. «Fueron acusados de dirigir una organización partisana clandestina. Los alemanes planeaban ejecutarlos. Incluso cavaron sus tumbas».
Inicialmente, 180 personas fueron detenidas por la Gestapo. Los arrestos ocurrieron cuando el oficial a cargo, Wilhelm Traub, estaba ausente. Provenía de una familia de terratenientes en Alemania.
Tan pronto como se enteró de los arrestos, viajó a la capital, Minsk, y suplicó a sus superiores que enviaran a los prisioneros a trabajar en su granja, asegura Vershitskaya.
«María me dijo que Traub habló con sus hermanos en polaco y les pidió que regresaran a casa por una noche para traer las cosas necesarias para el viaje. Al día siguiente se pidió a todos los presos que fueran a la estación de tren».
«Es absolutamente cierto que después del arresto, las familias polacas fueron a la iglesia y pidieron ayuda», dice Vershitskaya.
«Las monjas oraron. Es muy posible que la mayor dijera durante la oración que si debía haber un sacrificio, que fuera su vida. Creo que eso podría ser cierto», añade.
Pero no hay evidencia que sugiera que hubo alguna negociación entre las monjas y los nazis sobre el destino de estos hombres, agrega.
«No parece que los motivos del arresto de las monjas estuvieran relacionados con la liberación de este grupo de polacos», afirma.
Una vocación superior
Todas las personas llevadas a Alemania para trabajos forzados sobrevivieron a la guerra, apunta Vershitskaya.
La hermana Amabilis es la jefa de la congregación de la Sagrada Familia de Nazaret y divulgó los documentos de la Iglesia sobre el evento.
“Todos los testigos de la vida de las hermanas están convencidos de que sacrificaron sus vidas guiadas por la fe y el amor a Dios y al prójimo”, dice el documento.
Cuando la BBC le preguntó por correo electrónico sobre la falta de evidencia independiente, la hermana Amabilis dijo: «Las palabras de sacrificio fueron pronunciadas por las hermanas y creemos que Dios aceptó su sacrificio».
Mientras la comunidad religiosa declina en Nowogródek, la hermana Klara se mantiene firme en su fe.
«Creo en el sacrificio de nuestras hermanas que salvó a los prisioneros», dice.
«Sé que la lógica humana puede interpretar los hechos de manera diferente, pero el Señor escuchó y aceptó su sacrificio».