Advertencia: algunos detalles en esta nota pueden herir la sensibilidad de los lectores.
Siempre estuvo su familia. Cuando lo acosaban y golpeaban en la escuela, ellos estaban allí para abrazarlo al regresar a casa. Y cuando empezó la guerra y él estaba aterrorizado por el sonido de las bombas, siempre alguien le decía que las cosas iban a estar bien.
Muhammed pesaba mucho y le costaba moverse.
Pasaba sus días sentado en un sillón. Si necesitaba algo, siempre había una sobrina o un sobrino para ayudar.
Muhammed Bhar tenía 24 años y padecía síndrome de Down y autismo. Su madre, Nabila Bhar, de 70 años, le dijo a la BBC: “No sabía comer o beber por si mismo o cambiarse de ropa. Yo era quien le cambiaba los pañales. Yo era quien lo alimentaba. No sabía hacer nada por sí solo”.
El 27 de junio, la guerra volvió al barrio de la familia Bhar y el pequeño mundo de Muhammed se redujo aún más.
Junto con otros residentes del barrio de Shejaiya, al este del centro de la Ciudad de Gaza, las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF por sus siglas en inglés) dieron a los Bhar la orden de evacuar.
El IDF avanzaba hacia Shejaiya persiguiendo a combatientes de Hamás que luchaban desde túneles y casas. Pero los Bhar estaban cansados de mudarse.
En tono cansado, Nabila, que es viuda, mencionó los nombres de las casas de familiares donde habían buscado refugio.
“Evacuamos unas 15 veces. Fuimos a la casa de Jibreel, pero luego bombardearon la casa de Jibreel. Fuimos a Haydar Square, pero luego hubo un bombardeo en Haydar Square. Fuimos a lo de Rimal, pero luego hubo bombardeos en lo de Rimal. Fuimos a Shawa Square, pero bombardearon Shawa Square”.
Los combates se intensificaron en las calles a su alrededor. La familia se escondía en diferentes partes de la casa, a menudo en el baño cuando los bombardeos eran especialmente intensos.
“Estuvimos sitiados durante siete días. La casa estaba rodeada de tanques y soldados… Muhammed estaba sentado en su sofá… no le gustaba sentarse en ningún otro lugar que no fuera allí”, dice Nabila.
Para Muhammed, la guerra significaba sonidos fuertes y violentos, y el aire vibrando con la conmoción de proyectiles que explotaban cerca.
Nada de esto se le podía explicar.
“Él entraba en pánico y decía: ‘Tengo miedo, miedo’”, recuerda Nabila.
“Decía: ‘Oye, oye’, pensando que alguien quería pegarle. Siempre estuvo asustado, temeroso. Lo rodeábamos y lo consolábamos. No entendía qué pasaba. Su autismo hizo que fuera muy difícil”.
El 3 de julio, según la familia, soldados del IDF allanaron su casa en la calle Nazaz. Nabila dice que había varias decenas de soldados con un perro de combate, animales utilizados para encontrar a combatientes de Hamás y buscar trampas explosivas.
Nabila escuchó al principio que “irrumpían y destrozaban todo” antes de que los soldados y el perro entraran a la habitación.
Refiriéndose a Muhammed les dijo a los soldados: “Está discapacitado, discapacitado. Tengan piedad de él, está discapacitado. Mantengan al perro alejado de él”.
Nabila vio al animal atacar a Muhammed.
“El perro lo atacó mordiéndole el pecho y luego la mano. Muhammed no habló, solo murmuró: ‘No, no, no’. El perro le mordió el brazo y comenzó a brotar sangre. Yo quería llegar hasta él pero no pude. Nadie podía llegar a él. Muhammed acariciaba la cabeza del perro y le decía: ‘basta, querido, basta’. Al final, Muhammed relajó la mano y el perro comenzó a desgarrarlo mientras seguía sangrando”.
En ese momento, relata Nabila, los soldados llevaron al joven a otra habitación y lo alejaron del perro. Intentaron curar sus heridas.
Un Muhammed aterrorizado, que siempre había dependido de la ayuda de su familia, estaba ahora al cuidado de soldados de combate, que habían venido de calles donde libraron batallas cuerpo a cuerpo con Hamás.
“Se lo llevaron, lo pusieron en una habitación separada y cerraron la puerta. Queríamos ver qué le pasó. Queríamos ver a Muhammed», dice Nabila.
«Nos dijeron que guardáramos silencio y nos apuntaron con sus armas. Nos pusieron en una habitación y Muhammed estaba solo en otra. Los soldados dijeron: ‘Traeremos a un médico militar para que lo trate'». Según Nabila, llegó un médico militar y entró en la habitación donde yacía Muhammed.
La sobrina de Muhammed, Janna Bhar, de 11 años, describió cómo la familia suplicó a los soldados que lo ayudaran. «Les dijimos que Muhammed no se encontraba bien, pero seguían diciendo que estaba bien».
Después de varias horas, no está claro cuántas, a punta de pistola se ordenó a la familia que se marchara, dejando a Muhammed atrás con los soldados. Hubo súplicas y llantos. Dos de sus hermanos fueron arrestados por el ejército. Todavía no han sido liberados. El resto de la familia encontró refugio en un edificio bombardeado.
La familia regresó una semana después y se encontró con un espectáculo que aún atormenta al hermano de Muhammed, Jibreel. Él saca su teléfono móvil y le muestra a nuestro camarógrafo un video de la escena.
El cuerpo de Muhammed yace en el suelo. Hay sangre a su alrededor y un torniquete en el brazo. Probablemente el torniquete se usó para detener el sangrado abundante en la parte superior del brazo.
Jibreel señala la gasa utilizada para vendar una herida y apunta a la sangre coagulada después de aplicar el torniquete.
“Estaban tratando de detener la hemorragia. Luego lo dejaron sin darle puntos ni cuidados. Sólo estas medidas básicas de primeros auxilios. Por supuesto, como puede ver, Muhammed estuvo muerto por un período de tiempo porque fue abandonado. Pensamos que no estaba en casa. Pero resultó que había estado sangrando y que lo habían dejado solo en casa todo este tiempo. Por supuesto, el ejército lo abandonó”.
No está claro qué lesión exacta causó la muerte de Muhammed. Ni qué pasó entre la última vez que su familia lo vio y el momento en que su hermano regresó y filmó al joven muerto en el suelo.
Muhammed fue enterrado poco después de que la familia lo encontrara. Fue sepultado en un callejón entre casas porque era demasiado peligroso llevar el cadáver a la morgue o al cementerio. No hubo autopsia ni certificado de defunción.
La familia exige una investigación, pero con los combates que continúan y tantos muertos, es difícil tener esperanzas de que eso suceda pronto.
En respuesta a preguntas de la BBC, el IDF dijo que estaba verificando el informe.
Nabila se quedó con una imagen de su hijo muerto que no se desvanece. “Nunca olvidaré esa escena….Veo constantemente al perro desgarrándolo a él y a su mano, y la sangre brotando de su mano… Esa imagen siempre está frente a mis ojos, sin abandonarme ni siquiera un momento. No pudimos salvarlo ni de ellos ni del perro”.
Reportería adicional de Haneen Abdeen y Alice Doyard.