El artista catalán Salvador Dalí se esforzaba mucho para ser excéntrico… hasta a la hora de dormir.
Y se aseguraba de que el mundo se enterara.
Por eso sabemos, por ejemplo, que «su método para ir a trabajar no es el de un mortal común», según explicaba el pie de foto original de la imagen de 1942 que ven arriba.
«Se acuesta en un sofá perfumado en su estudio con un puñado de lápices. Luego se le deja caer perfume en los párpados para influir en el carácter de sus sueños, porque los sueños son la materia de la que está hecho el surrealismo».
Aunque a veces no eran los sueños sino la interrupción del sueño mismo lo que para él era clave.
En su libro «50 secretos mágicos para pintar» de 1951, recomendó las «microsiestas» como motor de arranque para la creatividad.
Su método, que llamó «dormir con una llave», constaba de 5 pasos:
- Siéntate erguido en un sillón con apoyabrazos.
- Sostén una llave de metal pesado en tu mano.
- Coloca un plato de metal boca abajo debajo de la mano que sostiene la llave.
- Permítete irte a dormir. Cuando eso suceda, soltarás las llaves, que golpearán el plato y producirán un gran ¡CLANG!
- Despierta y felicítate por haber logrado una microsiesta.
Aseguraba que así el artista se sentiría revitalizado física y psíquicamente.
La fórmula no era del todo original.
Sin los brazos de Morfeo
Aristóteles fue uno de los primeros en ensalzar las virtudes de este tipo de siestas, llamadas hipnagógicas, palabra que describe ese momento de tránsito entre la vigilia y el sueño.
Creía que tenían el poder de despertar la inspiración y la genialidad pues «a menudo, cuando uno ya está dormido, hay algo en la conciencia que declara que lo que entonces se presenta no es más que un sueño».
Por su parte, Thomas Edison, quien cambió para siempre la forma en que dormimos al inventar la bombilla eléctrica, pensaba que dormir era el enemigo de la productividad, una pérdida de tiempo y «una herencia de nuestros días de cueva».
No obstante, tomaba en secreto microsiestas, como atestiguan varias fotos, y señalaba también que en ese estado semilúcido su mente se inundaba de imágenes.
Y varios grandes pensadores han practicado la siesta hipnagógica, entre ellos Albert Einstein quien, a pesar de que dormía al menos 10 horas por la noche, también tomaba siestas durante el día.
Algunas eran microsiestas y para asegurarse de que lo fueran, varias fuentes afirman que se valía del mismo truco que más tarde usaría Dalí, sólo que en vez de una llave, sostenía un lápiz o una cuchara para que su ruido al caer lo obligara a abandonar abruptamente los brazos de Morfeo.
Ahora, dado que el punto no es tanto descansar sino despertar la genialidad, la pregunta es…
¿Funcionan?
Eso es lo que intrigó a un equipo de investigadores del Instituto del Cerebro de París, así que diseñaron un experimento para poner a las microsiestas a prueba.
Reclutaron a 103 participantes saludables, capaces de quedarse dormidos fácilmente, y les pidieron que evitaran los estimulantes y que durmieran un poco menos la noche anterior al experimento.
Ese día, les presentaron 10 problemas matemáticos: eran cadenas de 8 dígitos pero a la última le faltaba el último dígito. Para descubrir cuál era, les dieron dos reglas que debían aplicar paso a paso.
Lo que no les dijeron fue que había una tercera regla oculta; si la descubrían podían solucionar los problemas muchísimo más rápido.
El secreto era que ese octavo dígito faltante era siempre el mismo que el resultado del segundo paso en la secuencia.
Como la creatividad implica originalidad y utilidad en el contexto, si descubrían esa regla oculta estaban siendo creativos pues sin recibir instrucciones para resolver el problema de esa manera, habrían encontrado una estrategia novedosa y útil.
Pero lo que realmente le interesaba a los investigadores era lo que ocurriría después de un descanso de 20 minutos en el que les pidieron que se relajaran o incluso se durmieran.
Los sentaron en sillas cómodas semirreclinadas, con los ojos cerrados, en una habitación oscura.
Para aislar el estado de hipnagogia o N1, que dura apenas unos minutos antes de que la persona se duerma más profundamente, les pidieron que sostuvieran un vaso en la mano y que si este se les caía, reportaran en voz alta su flujo de pensamientos justo antes de que se les cayera.
Además, los investigadores monitorearon las ondas cerebrales para distinguir las diferentes etapas del sueño según los patrones.
Después del recreo
Cuando los participantes regresaron del reposo, les esperaban más problemas matemáticos del mismo tipo.
Fue entonces cuando los científicos pudieron comprobar si había habido algún aumento en la «percepción», que se manifestaba o en un aumento notorio en la rapidez para resolver los problemas con las dos reglas o en el descubrimiento de la regla oculta.
Resulta que los participantes que pasaron al menos 15 segundos en la etapa N1 triplicaron la posibilidad de descubrir la regla oculta (83% versus 30% cuando los participantes permanecían despiertos), y que este efecto desaparecía si los sujetos alcanzaban un sueño más profundo.
«Probamos que hay un momento fugaz y propicio para pensamientos perspicaces dentro del período de inicio del sueño», dice el estudio publicado en la revista Science Advances.
«Mostramos que la actividad cerebral común a la zona de penumbra entre el sueño y la vigilia (etapa 1 o N1 del sueño con movimientos oculares no rápidos) enciende chispas creativas».
Sólo el principio
Aunque esta investigación agrega evidencia clave de la importancia de una etapa del sueño que no ha sido muy estudiada, aún quedan varios interrogantes por resolver.
Entre ellos, ¿por qué entrar y salir rápidamente de ese estado semilúcido desbloquea los pensamientos creativos?
O, ¿hay algún vínculo entre los pensamientos que se tienen justo antes de recobrar la consciencia y el aumento de percepción?
Aunque los investigadores recogieron los informes dados por los participantes sobre lo que les pasó por la mente antes de que se les cayera el vaso, no pudieron establecer conexiones, pero eso no significa que no las haya.
Significa que se necesitan más estudios y muchas más microsiestas para llegar a entender bien ese mundo vago en el umbral de los sueños.