Dijo una vez un alcalde que si una casa es importante porque es el hogar privado, una ciudad debería tener la misma consideración porque es «el hogar público» de todos.
Sonia G. (médica, 35 años) ha decidido que ninguno de esos dos hogares estará ya en Londres para ella.
Después de cinco años en la capital inglesa, se vuelve a vivir a Madrid (España), precisamente la ciudad de la que fue regidor el alcalde que hizo aquella reflexión, Enrique Tierno Galván.
No está ni mucho menos sola en esa decisión: Reino Unido está sufriendo en el último año la mayor caída de su población desde la Segunda Guerra Mundial. Un descenso impulsado por un éxodo masivo de migrantes que tiene su epicentro en Londres.
Alrededor de 1.300.000 extranjeros han abandonado el país entre el tercer trimestre de 2019 y el mismo periodo de 2020, según datos del Centro de Excelencia de Estadística Económica (ESCOE, por sus siglas en inglés).
Una fuga que se expresa a borbotones en la capital inglesa: 700.000 personas nacidas en el extranjero se han marchado de la ciudad, de acuerdo a las estimaciones que han hecho los economistas Jonathan Portes y Michael O’Connor cruzando datos oficiales de empleo y población.
«Es un éxodo sin precedentes», señalan.
La pandemia, el catalizador
La doctora española le pone piel a los datos y conclusiones de la mencionada investigación. «En mi caso, la pandemia es la gota que ha colmado el vaso», le dice a BBC Mundo.
«No es por el volumen de trabajo debido al coronavirus, eso está igual en mi país, sino por el desgaste de no poder visitar a mi familia, especialmente a mi abuela, a la que tengo miedo de no ver más. Llevo casi un año sin poder verlos y las dificultades para entrar y salir de Reino Unido son cada vez mayores. Me siento aislada y la pandemia va a durar muchos meses todavía», explica la doctora.
La pandemia como catalizador. Esa es precisamente la principal hipótesis que manejan Portes y O’Connor para explicar la fuga de ciudadanos nacidos fuera de Reino Unido.
«Reino Unido ha salido relativamente mal parado en términos económicos y sanitarios durante la primera oleada de la pandemia», analizan.
«Para muchos inmigrantes, especialmente europeos y los que han llegado recientemente o tienen familia en su país, la elección [de quedarse durante la pandemia] habría supuesto quedarse aquí sin trabajo, con menos dinero o incluso con nada, y pagar una vivienda con un alquiler relativamente caro».
Así que «la elección no ha sido difícil para ellos», reflexionan. Y esta es: «Volver a casa con la familia, con menos gastos y menor probabilidad de contraer el coronavirus».
Alberto Domínguez se identifica plenamente con el diagnóstico de estos expertos.
Este tatuador y modelo español llevaba casi seis años en Londres y hace dos semanas hizo las maletas y volvió a su tierra.
«Amo Londres: su ocio, su multiculturalismo, su eficiencia, las oportunidades que tenía antes…», le dice a BBC Mundo, «pero es extremadamente complicado vivir en esta ciudad en estos momentos debido a la pandemia, con un coste de vida tan elevado y sin ingresos».
«Es una pena que aún no se pueda tatuar online», bromea con aire de resignación.
Inmigrantes, más castigados
Dinero, vivienda y trabajo. Estos tres pilares para la inmigración que cita la investigación de ESCOE comenzaron a tambalearse pronto con la pandemia.
Antes de su llegada, la tasa de desempleo en Reino Unido estaba en su nivel más bajo desde 1975 (3,8%), pero ahora está en el punto más alto de los últimos cuatro años.
Más de 1,7 millones de personas están sin empleo y la tasa de desempleo podría moverse entre el 7% y el 10% a mediados de año, según las proyecciones del Banco de Inglaterra.
Y son cifras que no recogen la verdadera magnitud del problema, de acuerdo a los investigadores de ESCOE, que perciben que gran parte del castigo económico de la crisis sanitaria se está posando sobre los migrantes.
«Parece que gran parte de la carga de la pérdida de puestos de trabajo durante la pandemia ha recaído en los trabajadores foráneos y se ha manifestado en una migración de retorno, más si cabe que en las propias cifras de desempleo», considera Portes.
Y tiene mucho que ver con el tipo de empleos que ocupan estos ciudadanos.
«Los inmigrantes tienen una probabilidad desproporcionada de acabar empleados en el sector de la hostelería y en otros relacionados con servicios que requieren un contacto cara a cara, por lo que es más plausible que sean despedidos o pierdan gran parte de sus ingresos» debido a la pandemia.
«Ese es claramente mi caso», explica Angela, una esteticista italiana que retornó a finales del año pasado a Carpinone, un pequeño pueblo italiano a mitad de camino entre Roma y Nápoles.
«Las condiciones de mi contrato cambiaron con la pandemia, comencé a tener menos horas y menos ingresos. Y las ayudas públicas no compensaban la diferencia. Ya no merecía la pena quedarse en Londres por más tiempo», le explica a BBC Mundo.
La red de resistencia de estos trabajadores es lógicamente menor, y más en una ciudad como Londres. Muchos señalan el precio de la vivienda como uno de los motivos para no poder aguantar más tiempo en esa situación.
«El precio de alquilar una vivienda es excesivamente elevado en Londres, es surrealista», explica Domínguez. «Y las condiciones de los pisos son lamentables», se queja.
«Es cierto que esta ciudad es una caldera para el dinero. Una gran parte de tu salario se va en pagar el alquiler, no digamos si intentas comprar una vivienda. Y si tratas de alejarte del centro en busca de algo más barato, el transporte se come la diferencia», se lamenta también Sonia G.
Una queja que podría trasladarse a muchas capitales europeas, pero que en el caso de Londres es especialmente significativa.
La capital británica es la ciudad con el alquiler más caro de Europa y la cuarta del mundo, según datos de la consultora ECA International.
El coste medio de una vivienda de tres habitaciones para expatriados es de US$6.959 al mes, según sus datos de 2020. Y un piso de una habitación se puede mover entre US$1.700 y US$2.000.
En definitiva, la caída de la población activa que impulsan las miles de experiencias similares a las narradas por estos migrantes es lo «que ayuda a explicar por qué, a pesar de la fuerza con la que el PIB está siendo golpeado, el desempleo aún no se ha disparado a los niveles que muchos organismos prevén», analiza Portes.
Y no solo eso: su informe también apunta a la situación de las universidades, pues muchas de ellas han pasado a impartir los cursos a distancia, provocando que los estudiantes extranjeros hayan decidido marcharse también.
Preocupación en algunos sectores económicos
Antes de la pandemia, «Londres seguía siendo atractiva para los trabajadores del Reino Unido y del extranjero, a pesar de los trastornos económicos previstos por el Brexit», analiza Alec Smith, responsable del estudio de vivienda de ECA.
Pero la evolución del éxodo ha encendido algunas alarmas en los sectores económicos más dependientes de la inmigración europea en Reino Unido.
«Hemos visto algunos problemas en sectores que tradicionalmente han tenido muchos trabajadores de la UE. Tenemos miembros que están sufriendo por cubrir puestos en la producción de alimentos y en transporte, particularmente en el de los vehículos pesados», afirmó esta semana Neil Carberry, director de la Confederación de Contratación y Empleo, al periódico The Telegraph.
También lo perciben desde UK Hospitality, que representa al sector de la hostelería. Según sus datos, una quinta parte de los trabajadores del sector proceden del extranjero, cifra que se eleva al 30% en los hoteles y que en Londres supone tres cuartas partes de la plantilla en trabajos como limpieza y cocina. Muchos se han marchado, señalan en un comunicado.
Mayor preocupación hay en sectores como la agricultura, donde «el 99% de la mano de obra agrícola estacional procede de la UE», según un informe de la Cámara de los Comunes.
«¿Por qué nuestros jóvenes y nuestra mano de obra rehúyen el trabajo duro, mientras que rumanos, lituanos y búlgaros, etc., parecen hacerle frente?», se preguntaba el diputado conservador Derek Thomas en una reciente sesión parlamentaria que abordaba el tema de este sector.
Y es que el miedo a la escasez de mano de obra se ha agudizado, más en los últimos días.
«Sabemos que muchos de nuestros trabajadores se han vuelto a casa, pero no sabemos cuántos volverán», apunta Kate Nicholls, representante de la asociación de los hosteleros.
El retorno. Ese es el miedo entre los empresarios británicos, que entre la pandemia y el Brexit no confían ya en ser tan atractivos para los trabajadores que vienen de fuera de sus fronteras.
Así, una encuesta publicada hace unos días por el organismo que reúne a la industria manufacturera, Make UK, reveló que un tercio de los fabricantes británicos creía que la capacidad del país para atraer talento internacional ha quedado disminuida.
¿Volverán?
La realidad es que mientras la pandemia azota, el Brexit se ha hecho realidad también. Y con él las nuevas normas de inmigración.
Los ciudadanos de la UE que abandonaron el Reino Unido en el último año necesitarán visas de trabajo para regresar y trabajar en el país. Los que tengan un estatus reconocido podrán volver para cubrir puestos de trabajo, pero los nuevos inmigrantes no.
«Yo podría volver. Pero aunque me da miedo la precariedad laboral en mi país, espero no tener que hacerlo», dice Sonia, la médica española. «Los debates sobre la inmigración de los últimos tiempos tampoco ayudaron a que me sintiera más unida al país», confiesa.
«No lo sé, quizá en un futuro», piensa el tatuador Alberto Domínguez, quien reconoce que el Brexit le produce algunas incertidumbres.
«Esperemos a que pase el coronavirus».
Tampoco se muestra convencida Angela: «Prefiero quedarme ya en mi país, pero veremos cuando acabe la pandemia».
Sus dudas parecen compartidas. Es pronto para saber si ese éxodo migrante es de ida y vuelta, pero ya antes de la pandemia una investigación de la BBC aseguraba que las búsquedas de empleo de europeos en portales de trabajo habían caído un 12% en el país y un 15% en Londres en 2019.
Y ese año entraba en el calendario con la mayor caída de migrantes europeos trabajando en Reino Unido desde 1997, de acuerdo a las cifras de la Oficina Nacional de Estadística del país.
Una incertidumbre que la pandemia ha magnificado. Al menos, por el momento.