Una rima antigua en inglés suele decir que «los palos y las piedras pueden romper mis huesos» (sticks and stones may break my bones), pero las palabras también pueden lastimarte. Están presentes en la cargada retórica de ambos lados del conflicto que se desarrolla en Israel y Gaza, al igual que se encuentran en el lenguaje de los enfrentamientos en todo el mundo: viejas figuras literarias y calificativos despectivos que buscan retratar a grupos enteros de personas como si fueran de alguna manera menos que humanos.
Aquellos que siguen el conflicto actual en Israel y Gaza habrán escuchado voces de ambos lados referirse mutuamente como «animales» y «bestias» en diversas formas.
Cuando proviene de líderes políticos y comentaristas de los medios, al principio puede parecer poco más que un gesto teatral. Sin embargo, un conjunto de investigaciones sugiere que existen razones por las cuales todos debemos estar hipervigilantes sobre las palabras que usamos y escuchamos.
«Los grupos odiados, despreciados y en los que no se tiene confianza son descritos a menudo de manera deshumanizante, tanto de manera abierta a través de metáforas que los asemejan a animales como de manera más sutil mediante descripciones menos humanizantes», afirma Nick Haslam, profesor de psicología en la Universidad de Melbourne en Australia.
«Sorprendentemente, hay poca evidencia de que el lenguaje deshumanizante cause comportamientos violentos, pero existe mucha evidencia que indica que los acompaña. Las personas que deshumanizan a otros ciertamente son más propensas a tratarlos mal», apunta.
Resultados de un experimento
El uso de calificativos animales, por ejemplo, ha demostrado que aumenta la disposición de las personas a respaldar la ofensa al cambiar las percepciones de la deseabilidad social, según una investigación realizada por los psicólogos Florence Enock, investigadora principal asociada del equipo de Seguridad en Línea del Instituto Alan Turing, y Harriet Over, de la Universidad de York, Reino Unido.
En un experimento, crearon un conjunto de grupos políticos ficticios y los describieron de diferentes maneras a los participantes del estudio.
Algunas descripciones incluían palabras como «serpientes» o «cucarachas», mientras que otras incluían descripciones humanas negativas.
«Los participantes que calificaron a los partidos descritos en términos animales dijeron que eran más indeseables y estaban más dispuestos a perjudicar a esos grupos«, dice Enock.
Las investigaciones sobre la deshumanización fueron iniciadas después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los psicólogos intentaron examinar cómo las poblaciones fueron llevadas a la guerra y al genocidio. Las memorias escritas por el químico Primo Levi sobre su tiempo en Auschwitz proporcionan un ejemplo de esto.
Un análisis reciente realizado por Adrienne de Ruiter, profesora asistente de filosofía y humanismo en la Universidad de Estudios Humanísticos de Utrecht, Países Bajos, encontró que la deshumanización a la que Levi y otros se enfrentaron en los campos de concentración nazis funcionó para despojarlos a los ojos de sus guardianes de cualquier razón moral contra el maltrato.
En lugar de ser considerados por sus captores literalmente como animales o monstruos, se les veía como seres humanos que no importaban.
En palabras
Los psicólogos utilizan términos como othering y «el efecto de exogrupo/endogrupo» (outgroup/ingroup effect) para hablar sobre el espacio en el que ocurre el lenguaje deshumanizante.
En psicología social, el sesgo de homogeneidad del grupo externo (outgroup homogeneity bias) estudia el concepto de que es probable que veas a los miembros de un grupo diferente al tuyo como similares entre sí.
En otras palabras, se considera que ellos son iguales, mientras que nosotros somos individuos diversos.
Como ilustración de este efecto, un estudio de 2013 realizado por psicólogos de la Universidad de Kent en el Reino Unido, encontró que cuanto más los participantes cristianos asociaban palabras deshumanizantes en relación con los musulmanes, mayor era -según ellos mismos reportaban- su disposición a apoyar la tortura de prisioneros de guerra musulmanes.
Curiosamente, cuando los investigadores prepararon a los participantes cristianos con un texto sobre la cultura musulmana que contenía palabras que describían cualidades humanas únicas como «pasión» y «ambición», eran menos propensos a elegir palabras deshumanizantes para describir a los musulmanes en comparación con aquellos que habían recibido un texto más neutral. También eran menos propensos a respaldar el uso de la tortura.
Entonces, cuantas más veces escuchas a un grupo ser descrito de manera deshumanizada, más probable es que tú mismo los deshumanices.
Esto lleva a un ciclo vicioso. Sin embargo, esto también puede depender un poco de tu propio contexto personal.
«Las personas que tienen una mayor inclinación hacia la dominación social o que ven la jerarquía social entre grupos como deseable, tienden a ser más propensas a deshumanizar», afirma Nour Kteily, codirector del Centro de Investigación sobre Resolución de Conflictos en la Universidad Northwestern de Illinois, en Estados Unidos.
Grado de deshumanización
En el contexto de la violencia, los grupos que a menudo se sienten deshumanizados tienden a hacer lo mismo, dice Kteily.
«Estamos empezando a ver que a menudo asumimos o tenemos percepciones sobre cuánto somos deshumanizados».
Él hace referencia a un estudio en que pidió a los participantes que calificaran a alguien en una escala del 0 al 100 en términos de cuán evolucionada creían que era esa persona, en el contexto de una famosa imagen que representa «el ascenso del hombre».
Se encontró que los demócratas y los republicanos pensaban que sus rivales los calificarían 60 puntos por debajo de ser considerados plenamente humanos, mientras que en realidad los ubicaron 20-30 puntos por debajo de ser plenamente humanos.
Habían identificado correctamente que estaban siendo deshumanizados, pero sobrestimaron en gran medida el grado en que estaban siendo deshumanizados.
Pero Florence Enock encontró importante ir más allá del simple uso de lenguaje deshumanizante para causar daño.
En un análisis de la propaganda nazi antisemita, la investigadora descubrió que se utilizaban términos humanizantes altamente ofensivos hasta tres veces más que términos deshumanizantes.
«Cuando tenemos en cuenta esto, quizás no sea solo la comparación deshumanizante lo que conduce a la violencia en masa, sino la idea de que son malas personas y moralmente merecedoras del daño infligido sobre ellas», señala.
Enock señala que también hay muchas ejemplos en los que hemos perjudicado a seres humanos y en los que hemos cuidado a los animales. Explica que ser humano o ser animal esencialmente no determina si estás protegido o herido.
«No hay realmente ninguna evidencia que sugiera que los humanos tienen un cuidado y empatía natural el uno por el otro», dice.
«De hecho, las personas resultan heridas cuando los perpetradores son plenamente conscientes de su humanidad», agrega.
Discriminación
Esto podría parecer una contradicción, pero hay algo más sutil en juego.
El análisis de Adrienne de Ruiter de las memorias de Primo Levi mostró cómo un grupo de personas podía ser deshumanizado y humanizado al mismo tiempo.
«Los académicos han señalado que a menudo se dice que las atrocidades masivas, como masacres y genocidios, solo pueden tener lugar una vez que las víctimas han sido previamente deshumanizadas», dice.
«Sin embargo, un examen más detenido de cómo los supuestos perpetradores de la deshumanización tratan objetivamente a sus víctimas revela que no siempre parecen considerar a estas últimas como enteramente menos que humanas».
Para ella, la deshumanización debe ser entendida como algo mucho más amplio que simplemente nombrar a alguien como a un animal o cosificarlo.
Filosóficamente, es una ceguera más amplia hacia el hecho de que alguien puede ser un humano con experiencias subjetivas. Va mucho más allá del lenguaje; es «un reconocimiento moral fundamental erróneo».
Florence Enock está de acuerdo. Su estudio, en el que utilizó grupos políticos ficticios, también pidió a los participantes que los calificaran en función de una serie de rasgos.
Aquellos que describieron a un grupo con calificativos animales tendieron a percibir a ese grupo como teniendo menos rasgos positivos en lugar de menos humanidad. Su humanidad no cambió en absoluto; lo que cambió fue su deseabilidad social y su carácter moral.
Retórica violenta
Emma Briant, profesora asociada de noticias y comunicación política en la Universidad de Monash, en Melbourne, Australia, identificó esto en el lenguaje que se utiliza en la violencia actual en Israel y Gaza.
«Creo que una característica importante con la que esto se combina -en la retórica que permite que Hamás e Israel deshumanicen y maten a los civiles- son las afirmaciones de que los civiles no son realmente civiles», afirma.
“Ambos han hecho esta afirmación. Hamás lo hizo en Al Jazeera, alegando que los colonos en los territorios ocupados no son realmente civiles. Israel ha mezclado repetidamente al pueblo palestino con Hamás. Los valores fundamentales preceden a la retórica de deshumanización, por lo que ya estamos predispuestos a una ideología de exclusión y desconfianza”.
Estudiar el efecto del lenguaje deshumanizante tiene un impacto para todos. Prácticamente, cada elemento de la identidad que puede considerarse parte de un grupo específico de personas parece vulnerable a este.
Ocurre con la inmigración: un estudio encontró que las comparaciones de los inmigrantes con alimañas o enfermedades llevaban a actitudes más negativas hacia la inmigración.
Un estudio posterior en Estados Unidos en 2023, a través de una encuesta, descubrió que aquellos que mostraban prejuicios raciales hacia los latinos podían ser alentados a apoyar centros de detención de inmigrantes con fines de lucro si se utilizaba un lenguaje deshumanizante.
También se observa con situaciones de género. Estudios han revelado que centrarse en las características o funciones sexuales de las mujeres las deshumaniza de manera animalística, y que comparar a las mujeres con depredadores animales puede hacer que alguien sea más propenso a estar de acuerdo con actitudes sexistas hostiles que si se les describe a través de metáforas animalísticas de «presa».
Cambiar el patrón
Pero también puede haber formas de evitar que las personas se deshumanicen mutuamente. Los expertos creen que es posible.
Fomentar experiencias de contacto positivo entre diferentes grupos de personas es una solución. Otra es a través de narrativas humanizantes.
«¿Existen cantidades similares de historias de interés humano en ambos lados?» dice Kteily.
«Sabíamos que la humanización se asocia con la empatía. Cuando escuchas sobre tragedias, eso se asocia con sentir más empatía. Cuando hablas de muertes o asesinatos como estadísticas, es mucho menos probable que promueva la empatía».
Kteily agrega que, cuando se trata de poner fin a un conflicto en particular, se ha interesado escuchar historias de personas que se niegan a permitir que su propio dolor y angustia se utilicen para alimentar más violencia.
«Hay personas cuyos propios familiares han sido tomados como rehenes y que no quieren recrear el mismo sufrimiento en el otro lado», dice.
«Expresar preocupación por la humanidad de todos, incluso cuando uno mismo ha sufrido inmensamente, es ver a los demás como humanos», concluye.
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