El presidente de EE UU, Joe Biden, dio a conocer este viernes su primer plan de presupuesto, que incluye gastos por US$6 billones y una fuerte alza de impuestos a los estadounidenses más ricos.
Este proyecto también incluirá nuevos programas sociales y un incremento notable en la inversión para la lucha contra el cambio climático.
Sin embargo, para ejecutarlo debe ser aprobado por el Congreso, donde el senador republicano Lindsey Graham señaló que el plan era «ridículamente costoso».
De acuerdo al proyecto, la deuda del país alcanzaría el 117% de su Producto Interno Bruto (PIB) para 2031, lo que sobrepasaría los niveles que tuvo durante la Segunda Guerra Mundial.
Y eso, a pesar de la propuesta de recaudar cerca de US$3 billones mediante el incremento de los impuestos a las ganancias, a las corporaciones y a los más ciudadanos de mayor riqueza del país.
El expresidente republicano Donald Trump también aumentó el déficit cada año que estuvo en el poder (2017-2021) y su última propuesta presupuestaria se acercaba a los US$4,8 billones.
El plan de Biden incluye un gasto de US$1,5 billones para operaciones del Pentágono y otros departamentos del gobierno, además de dos programas que ya habían sido anunciados: el de reactivación del trabajo, que costaría cerca de US$2,3 billones, y el de apoyo a las familias que contempla gastos cercanos a los US$1,4 billones.
Biden, que pertenece al partido Demócrata, ha dicho que su presupuesto «invierte directamente en el pueblo estadounidense» y servirá para «fortalecer la economía de la nación y mejorar en el largo plazo nuestra salud financiera».
¿Qué tiene el plan?
La Casa Blanca explicó que la propuesta ayudará al crecimiento de la economía desde la perspectiva de los más pobres y la clase media.
El presupuesto incluye.
·Más de US$800 mil millones para la lucha contra el cambio climático, donde se contempla una gran inversión en energías renovables.
·US$200 mil millones para garantizar cupos escolares gratuitos para niños de 3 y 4 años.
·US$109 mil millones para financiar dos años de gratuidad en los centros educativos superiores comunitarios de EE UU.
·US$225 mil millones para el programa de licencias familiares y médicas con pago, lo que pondría a EE UU al mismo nivel de las naciones más ricas.
·US$115 mil millones para la infraestructura de autopistas y puentes y unos US$160 mil millones para transporte público y ferrocarriles.
·US$100 mil millones para mejorar el acceso a internet en cada casa de EE UU.
El plan también tiene una notable omisión: la enmienda de Hyde, una norma federal que dice que el dinero público no puede financiar abortos en el territorio de EE UU excepto en casos de incesto o violación.
Biden es el primer presidente en excluir esta enmienda de su plan presupuestario, una decisión que ha sido aplaudida por los más progresistas. Durante años él, un católico devoto, había apoyado la enmienda, pero durante la campaña presidencial mostró un cambio de opinión.
Esta idea tendrá un sinuoso camino en el Senado, donde incluso miembros de su partido se unirán a senadores republicanos para que la norma se incluya y permanezca sin cambios.
¿Qué pasa con la inflación y el déficit?
La principal asesora económica de la Casa Blanca, Cecelia Rouse, aceptó que la inflación aumentará en los próximos meses, pero que se estabilizará en una tasa anual cercana al 2%.
Algunos economistas -incluyendo a Larry Summers, quien fue el asesor de los expresidentes Barack Obama y Bill Clinton- han advertido que un gasto de esta naturaleza podría aumentar la inflación, lo que llevaría a la Reserva Federal a aumentar los impuestos, lo que al final dejaría al país en riesgo de caer en una recesión.
Se estima que el presupuesto de Biden agregaría US$14,5 mil millones adicionales a la deuda de EE UU durante la próxima década.
Pero la Casa Blanca ha señalado que esa deuda sería pagada con los incrementos fiscales en los próximos 15 años.
Los críticos se muestran escépticos ante esas proyecciones con un final feliz que llegaría mucho después de que Biden termine su mandato presidencial.
Muchos republicanos se han mostrado alarmados por el gasto récord que propone el plan.
El líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell, señaló que el plan era «un sueño socialista».
Y el senador Jerry Moran dijo que este proyecto «va a poner una enorme deuda sobre los hombros de las futuras generaciones».
El gran sueño de gobierno de Biden
Análisis Anthony Zurcher
Corresponsal de la BBC en EE UU
La era del «Gran Gobierno» -la idea de un gran gasto federal en inversión- ha vuelto. Esto es, si Joe Biden se sale con la suya.
En 1996, Bill Clinton dijo que el «Gran Gobierno» era cosa del pasado, cuando el expresidente demócrata accedió a los esfuerzos republicanos en el Congreso para recortar los beneficios sociales y otros fondos federales.
En las dos décadas transcurridas desde los ataques del 11 de septiembre, tras una gran recesión -la crisis financiera de 2008- y una pandemia global, el apoyo estadounidense al activismo gubernamental ha regresado y Biden, considerado durante mucho tiempo un político centrista, propone un presupuesto que refleja eso.
No hay propuestas gubernamentales masivas en el presupuesto de Biden: ni un seguro médico administrado públicamente ni una universidad gratuita para todos. Sin embargo, su administración aumenta el gasto para numerosos programas sociales, con un enfoque en la salud y la educación.
El plan Biden anticipa déficits masivos, más de mil millones de dólares al año, lo que provocará la condena de los radicales fiscales tanto de izquierda como de derecha.
Y los republicanos van a escudriñar los artículos y analizar los gastos específicos.
Sin embargo, los presupuestos presidenciales son abiertos y rara vez se parecen a lo que el Congreso finalmente aprueba. Lo que dice la propuesta de Biden es que quiere mantener abiertos los grifos de gasto del gobierno y cree que el pueblo estadounidense lo respaldará.
¿Pasará?
El Congreso tiene hasta el final de septiembre para aprobar una nueva ley de gastos. Si no resulta aprobada, el gobierno podría entrar en una especie de «apagón parcial».
Los demócratas tienen una estrecha mayoría en la Cámara de Representantes y apenas una ventaja de un escaño en el Senado.
A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de las leyes, los presupuestos pueden avanzar con 51 votos a favor (el Senado está conformado por 100 escaños) y no con los 60 que muchas veces se necesitan para otras normas.
Esto significa que la ley de presupuesto podría pasar sin necesitar el apoyo republicano.
Los republicanos ya han criticado a Biden por sus planes de gasto, incluyendo los US$1,9 billones que se aprobaron para el alivio financiero debido a la pandemia del coronavirus.
Pero asegurar que todos los demócratas apoyen la ley no será fácil. Aunque la gran mayoría está de acuerdo con las iniciativas de gasto, hay algunos puntos controversiales.
Por ejemplo, el incremento del presupuesto en defensa, que podría causar resquemor entre los miembros más progresistas del partido de Biden.