Al menos 118 fallecidos y cerca de 80 heridos, todos presos.
Ese fue el saldo que dejó este miércoles el último enfrentamiento entre bandas rivales en el Centro de Privación de Libertad Número 1 en Guayaquil, Ecuador, un evento que se convirtió en el más sangriento de la historia carcelaria del país.
La mañana del martes un gran número de detonaciones de armas de fuego y explosiones en varios pabellones del recinto activaron las alertas de las autoridades.
Tras una intervención policial, los agentes encontraron cadáveres tiroteados y huellas dejadas por granadas en los pabellones de la penitenciaría.
Según la prensa local, varias víctimas fueron mutiladas. En cinco casos hubo decapitaciones. En otros, cortes de extremidades.
La mañana de este jueves las autoridades retomaron el control «total», según el Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas privadas de libertad y Adolescentes Infractores (SNAI).
Henry Coral, director Nacional de la Dirección Técnica Científica de la Policía, aseguró que la tarea para identificar a las víctimas es ardua y precisó que hasta la tarde del jueves sólo cuatro cuerpos habían sido identificados plenamente y entregados a sus familiares.
«Estamos preocupados porque todos los del pabellón están supuestamente muertos y no sabemos de él todavía nada», le dijo a BBC Mundo Alexandra Jara, una de las decenas de personas que se preocupa de no tener noticias de su familar detenido en la prisión de Guayaquil.
Este es el tercer motín que se registra en una cárcel ecuatoriana en lo que va de 2021, tras los ocurridos en febrero y en julio, que dejaron 79 y 22 muertos, respectivamente.
En este artículo te explicamos 4 claves que explican qué hay detrás de esta nueva masacre.
1. Lucha de poder
El presidente Guillermo Lasso calificó de «lamentable» que las bandas delincuenciales «pretendan convertir las cárceles en un territorio de disputa del poder», antes de decretar el estado de excepción nacional en las prisiones.
Luego, la fiscalía confirmó que los principales detonantes de los enfrentamientos habrían sido la lucha «por ostentar el poder» en el recinto penitenciario y la intención de las autoridades de trasladar a los cabecillas de organizaciones delictivas a otros centros penitenciarios del país.
En los centros carcelarios ecuatorianos operan varias bandas delictivas y cada una de ellas busca hacerse con el máximo poder de las cárceles y están ligadas al narco mexicano.
«Una es la megabanda de Los Choneros, que está ligada al Cártel de Sinaloa; otras son los Tiguerones, Los Lobos y Los Largartos, que están ligadas al Cártel de Jalisco Nueva Generación», le dice a BBC Mundo el coronel Mario Pazmiño, exdirector de inteligencia militar y ahora analista en seguridad y defensa.
«Estas bandas se enfrentaron entre sí por un control territorial. Trataron de tomar el Pabellón 5, en el que ya estaba una estructura delictiva. Esto desencadenó un enfrentamiento. Mataron a algunos inicialmente y luego vino la represalia», resumió.
Sólo en el Pabellón 5 hubo más de 60 muertos. Pero la violencia se extendió rápidamente a otros puntos del Centro de Privación de Libertad Número 1.
2. Narcotráfico
Los Choneros, Los Lobos y Los Largartos, entre otras bandas, no sólo se disputan el liderazgo de la cárcel.
El portal especializado Insight Crime explica que los grupos criminales ecuatorianos tradicionalmente operan de manera fragmentada, actuando fundamentalmente como subcontratistas de organizaciones criminales extranjeras.
El director del Centro de Inteligencia Estratégica de Ecuador, Fausto Cobo, dijo a Reuters que la violencia está «conectada con otros temas graves» al ser consultado si los enfrentamientos estaban relacionado con el narcotráfico.
«Este es un tema que va más allá del asunto penitenciario, ésta es una amenaza contra el Estado ecuatoriano».
Lo que se disputan las bandas ecuatorianas no es cualquier cosa. Como también destaca Insight Crime, en los últimos años Ecuador se ha convertido en la «autopista de la cocaína hacia Estados Unidos y Europa.»
Según fuentes de antinarcóticos citadas por el portal, como resultado de los cambios de estrategia de los narcotraficantes colombianos, «más de un tercio de la creciente producción de cocaína en Colombia llega actualmente a Ecuador».
El año pasado, la Policía Nacional decomisó 128,4 toneladas de droga, la mayor incautación en la última década, según datos del Ministerio de Gobierno ecuatoriano.
Estas cifras muestran que el narcotráfico en Ecuador está en aumento.
«Las bandas necesitan mantener el control, especialmente en las cárceles de Guayaquil, pues ahí está la principal ruta y el punto de partida: el Golfo de Guayaquil y el Puerto de Guayaquil», explica el exjefe de inteligencia Pazmiño.
«De allí sale más de la mitad de toda la cocaína que ingresa desde Colombia», añade.
Pazmiño recuerda que como en Guayaquil operan tanto el Cártel de Sinaloa como el de Jalisco Nueva Generación, cada banda asociada «necesita atemorizar» a su rival.
«Necesitan establecer un control territorial y eso lo hacen a base de fuego y sangre. Esta situación no sólo se ve en las cárceles, sino que es un reflejo palpable de lo que se vive en algunos barrios de la ciudad de Guayaquil, en los que se ven combates permanente por el otro problema: el microtráfico».
3. Corrupción
Según el informe «La crisis del sistema penitenciario en Ecuador», publicado en 2006 por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), en las cárceles ecuatorianas opera un sistema de corrupción fundado en una relación personalista entre funcionarios e internos.
El coronel Mario Pazmiño asegura que, 15 años después, no sólo todavía es así, sino que la corrupción se ha intensificado.
«Hace 15 años no había una penetración tan grande del crimen organizado transnacional en el país. Creo que este tipo de acción en el sistema carcelario se ha incrementado por la presencia de las megabandas que controlan directamente el sistema carcelario», afirma.
Según el experto, las bandas manejan un primer círculo, en el que está la Policía Nacional, pero también círculos que involucran a los guías penitenciarios y a los mismos administradores de estos centros «amenazados por las megabandas», precisa.
En julio pasado, Fausto Cobo, entonces director del SNAI, la institución que rige todas las cárceles en Ecuador, advertía que la crisis en las prisiones del país es efecto de la influencia e infiltración del narcotráfico en todas las instancias del Estado.
Una de las formas de la corrupción en las cárceles ecuatorianas se da a través del contrabando de mercancías.
Como la comida que se reparte en los centros es típicamente de mala calidad, muchos reclusos dependen de sus familias para alimentarse.
Pero el ingreso de los alimentos no es gratis.
«Hacer pasar una botella de agua puede costar cerca de US$4», explica Pazmiño.
Y el comercio no se limita a productos alimenticios: «(Ingresar) un cartucho puede costar hasta US$5, un revolver hasta US$4.000, un fusil puede estar sobre los US$15.000 y un teléfono US$500. En fin, todo tiene un precio».
4. Hacinamiento
Si bien se ha reducido con respecto a años anteriores, el hacinamiento sigue dificultando la adecuada gestión de las cárceles ecuatorianas.
Según el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH), la capacidad carcelaria ecuatoriana es de 28.500 personas.
Pero en mayo de 2019, cuando el gobierno decretó el primer estado de excepción, el número de reos sumaba 41.836, un hacinamiento del 42%.
Desde entonces, el número se ha reducido, pero no lo suficiente.
Según cifras del SNAI, los aproximadamente 38.000 presos en el sistema actual suponen un hacinamiento del 33%.
Y las cárceles de Cuenca, Guayaquil y Latacunga concentran el 70% de todos esos reos.
Como explica el sitio especializado Insight Crime, la superpoblación de las cárceles es un fenómeno regional que resulta en problemas de derechos humanos y en la falta de control sobre los sistemas penitenciarios.