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El drama de los matrimonios infantiles en América Latina

por Avatar

«¿Me das un agua, por favor?», le dijo Elsa a la niña que atendía la tiendita.

La pequeña de cabello negro y ondulado le pasó la botella por la reja.

El dueño del local, un hombre mayor, estaba allí.

Días después, Elsa regresó.

«El señor no está ¿no?», le preguntó a la niña

«No»

«¿Y tu mamá dónde está?»

«En su casa»

«¿Vives acá?»

«Sí»

«¿Con el señor?»

«Sí»

Tristeza

Elsa recuerda que la niña era morenita y que sus ojos eran grandes y oscuros.

«Pero lo que más recuerdo», me cuenta, «es que en su mirada había mucha tristeza».

Elsa fue en varias oportunidades a la tienda, que estaba ubicada en una zona apartada de Chiapas, en el sur de México. A veces se acercaba y otras veces no.

No quería despertar la sospecha del propietario y mucho menos provocar que la niña le contase que una señora le había estado haciendo preguntas.

«Tuve que ser muy sutil para irme ganando su confianza».

«Los vecinos fueron quienes me llamaron. Me contaron lo que estaba pasando y me pidieron que hiciera algo», indica.

Elsa Simón es la fundadora y directora de la asociación civil Por la Superación de la Mujer, que por 21 años ha ayudado a niños y mujeres víctimas de violencia familiar en Chiapas.

La investigación

«Cuando veían que el hombre se iba al mercado, me avisaban y me acercaba», me cuenta.

«Empecé a hacer averiguaciones y le avisé a uno de los fiscales de la zona para que también investigara. Me tomó dos meses recopilar la información».

La verdad que develaron fue escalofriante.

«Una mujer le entregó su hija de 10 años al hombre de 60 años», dice Elsa.

«Ese hombre era el dueño de la tienda y le había dado a la mujer 30.000 pesos (unos US$1.600) por la niña. Su madre se la había llevado y la había dejado allá».

«La niña no entendía lo que estaba pasando. Lo único que decía era que no le gustaba que el señor la llevara a dormir a su cama», recuerda Elsa.

«Y me decía que quería estar con su mamá».

El rescate

Tras la investigación de las autoridades, el fiscal y su equipo rescataron a la niña.

«Danos a la niña porque sabemos que no es tu hija», recuerda Elsa que le dijo el fiscal al hombre.

Pero él aseguraba que sí era. El fiscal lo confrontó: «No es tu hija».

«¿Ese señor es tu papá?», le preguntó el funcionario a la niña, a lo que ella respondió con voz baja:

«No».

Una nueva vida

Elsa recuerda que tras el operativo, la niña, quien ya tenía 11 años, estaba «espantada» porque había visto a funcionarios armados.

Una vez dentro del vehículo de la fiscalía, trató de calmarla.

«Usted ha venido a la tienda», le dijo la pequeña.

«Sí, soy yo y quiero que salgas de ahí».

Elsa me cuenta que ese operativo ocurrió en 2007 y que gracias a la investigación de la fiscalía y a las confesiones tanto de la madre como del hombre, el caso fue abordado por las autoridades como uno de trata. Eso permitió que ambos fuesen procesados judicialmente.

La niña fue llevada a uno de los refugios para menores de edad y mujeres que la organización que dirige Elsa tiene en Chiapas.

«Cuando cumplió la mayoría de edad salió del refugio y empezó una nueva vida en otra parte del país con el apoyo de otra institución», me cuenta Elsa.

6 casos

Elsa Simón tiene 63 años y nació en Chiapas. Siempre ha vivido allí y desde allí me habla.

El caso que me relató es excepcional en su región y en el país, no sólo por la gran diferencia de edad entre la niña y el hombre sino por la entrega de dinero a cambio de la menor.

«En 21 años, he atendido seis casos en los que las madres han recibido dinero de hombres mayores por sus hijas (menores de edad) para que se vayan a vivir con ellos».

Y me aclara: «Eran madres solas (sin pareja)».

En su experiencia, también ha visto otro tipo de situaciones.

«Lamentablemente nuestro estado (Chiapas) está reconocido por los matrimonios forzados o arreglados que algunos padres han promovido».

Muchas de esas uniones ocurren sin una ceremonia civil o religiosa.

Y no suceden sólo en México sino en muchas otras partes de América Latina.

Como objetos

Jennifer Haza es la directora de la organización social Melel Xojobal («Luz verdadera» en la lengua tsotsil), la cual ha luchado por los derechos de la infancia en Chiapas durante 20 años.

Desde San Cristóbal de las Casas, me cuenta que «si bien no hay datos duros sobre uniones forzadas en Chiapas, sí hay datos de que 23% de las adolescentes, entre 12 y 19 años, están unidas, lo que no significa que estén casadas por la ley».

De ellas, me dice, 15% ya ha sido madre.

Cuando le pregunto sobre los casos de menores de edad que son entregadas a hombres adultos para establecer una relación conyugal, Haza señala que ha tenido conocimiento de algunos de ellos, pero carece de documentación para estimar cuántos existen.

«Hace dos años, supimos de una chica de 16 o 17 años que la entregaron en matrimonio a un hombre de treinta y tantos años».

«Hemos conocido de casos que han salido en Chiapas y Oaxaca», me cuenta. «Sabemos que esas situaciones se dan y tienen que ver con una cultura patriarcal, en la que las mujeres son objetos, en la que pasan de la sociedad del padre a la sociedad del esposo y es algo que se debe atender desde la perspectiva de la prevención de la violencia contra las mujeres».

Pero, advierte, «no se puede generalizar que todas las situaciones donde hay dinero o cosas materiales de por medio implican una venta de las mujeres, independientemente de su edad».

Es fundamental, dice, que los usos y costumbres de las comunidades indígenas no sean estigmatizados como contrarios a los derechos humanos.

8 millones de niñas

Se calcula que en México hay 8 millones de mujeres, entre 15 y 54 años de edad, que se unieron conyugalmente antes de los 18 años, señala ONU Mujeres México.

Y en un alto porcentaje de esos matrimonios el hombre es «considerablemente» mayor.

De acuerdo con el reporte de la Unicef, «en México los registros administrativos muestran que del total de niñas y niños de 15 a 17 años que se casaron en 2015, el 81,5% eran niñas en comparación con solo el 14,9% de los niños».

Belén Sanz, representante de ONU Mujeres en ese país, me dice que esa organización no ha documentado directamente casos en los que familias reciban dinero por parte del hombre para que le entreguen a la niña.

«Pero sí hemos podido observar que existe la práctica de pensar que las niñas tienen menos derechos y que por lo tanto otorgarla a otra familia o a un hombre va a beneficiar a la familia (de la niña) y a la niña misma».

Octavo en el mundo

Al darme una visión global del problema en México, Sanz señala que esa organización ha podido observar que «las jóvenes hablantes de lenguas indígenas presentan proporciones muy elevadas de matrimonio infantil».

«En estados con comunidades indígenas como Chiapas, Guerrero y Veracruz, las mujeres que se casaron antes de los 18 años llegan a porcentajes superiores al 40%», indica desde Ciudad de México.

Pero las uniones tempranas no son un problema exclusivo de grupos indígenas.

«En México es una práctica muy frecuente y es una clara manifestación de la discriminación de género», señala Sanz.

Se estima que al menos una de cada cinco mujeres en México entra en unión conyugal antes de los 18 años

En términos absolutos, las niñas casadas antes de los 18 años en México «ocupan el octavo lugar en el ranking mundial», señala el informe de la Unicef : «Por una región libre de matrimonio infantil y uniones tempranas», publicado en 2017.

Brasil está de cuarto.

Un problema mundial y regional

«Normalmente cuando oímos: ‘matrimonio infantil’ no pensamos en América Latina y el Caribe porque miramos tal vez solamente las cifras del casamiento legal. Sin embargo, si analizamos el matrimonio infantil y las uniones tempranas que no necesariamente pasan por un proceso legal vemos que la situación en la región es más preocupante de lo que uno podría pensar», le dice a BBC Mundo Shelly Abdul, asesora regional de Unicef.

Y el informe de esa organización de 2017 lo confirma:

«A nivel mundial, la prevalencia de matrimonio infantil y las uniones tempranas ha estado disminuyendo lentamente, sin embargo, América Latina y el Caribe es la única región del mundo donde el matrimonio infantil no está en declive. No se ha observado ningún cambio significativo en la prevalencia de los últimos 30 años».

La proporción del matrimonio infantil en la región es de 23%, menor que la de África Central y Oriental, en donde es de 36%, pero más alta que la Oriente Medio y el Norte de África, que se estima en 18%.

«Si pudiéramos contar, contabilizar mejor las uniones tempranas o las uniones de hecho informales, porque cada país las llama de forma distinta, probablemente la prevalencia regional será mucho más que 23%», indica Abdul desde Panamá.

«No podemos negar que hay niñas adolescentes que se casan con sus parejas adolescentes. Pero esos casos son menores comparados con casos en los que hay una disparidad de edades», señala la funcionaria.

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