En un país como Estados Unidos, maltrecho por una pandemia y el desplome de la economía, dividido bajo la presidencia de Donald Trump y crispado por problemas raciales, algunos se preguntan si puede caber otra crisis.
Y el temor de especialistas es que, en efecto, la nación se encamine ahora a un conflicto serio por las elecciones del 3 de noviembre.
Ese recelo ha crecido con recientes tuits de Trump en los que planteó, sin fundamento, el riesgo de que haya fraude electoral y apuntó en particular contra la votación por correo que se expande en el país debido a la pandemia de coronavirus.
«Estados Unidos no puede tener todas las votaciones por correo. Será la Elección Amañada más grande de la historia», tuiteó el presidente el 24 de mayo, pese a que él mismo ha utilizado ese método de sufragio a la distancia en el pasado.
También afirmó que están «intentando usar el covid para esta estafa».
Sin embargo, expertos en elecciones señalan que la idea de que el voto por correo se presta a trampas es un «mito» carente de respaldo en este país.
El candidato presidencial demócrata, Joe Biden, afirmó el miércoles que su mayor preocupación es que «este presidente va a tratar de robar esta elección», citando como argumento sus comentarios sobre el voto por correo, y dijo que consideró la posibilidad de que Trump se niegue a dejar la Casa Blanca si pierde.
Por cierto, estas son sospechas y acusaciones extraordinarias para líderes políticos antes de una elección en EE UU, un país que solía verse a sí mismo como faro de la democracia liberal en el mundo.
Y distintos académicos advierten que, en el sombrío panorama actual del país, el riesgo de una «crisis constitucional» crecería si el resultado electoral fuera ajustado.
«Entre la posibilidad de un empate y de una crisis de salud pública, dado el nivel de polarización extrema y un presidente poco dispuesto a aceptar la derrota, estamos ante un posible choque de trenes», dice a BBC Mundo Steven Levitsky, un politólogo de la Universidad de Harvard y coautor del libro «Cómo mueren las democracias».
«Una situación muy difícil»
Uno de los problemas que observan los especialistas en EE UU es la ausencia de una comisión nacional electoral independiente u otros mecanismos institucionales efectivos para resolver disputas por votaciones como en otros países.
Eso quedó en evidencia en las elecciones del año 2000, cuando se registró un virtual empate entre el entonces candidato republicano George W. Bush y su rival demócrata Al Gore en el decisivo estado de Florida.
Después de un mes de batallas legales, la Suprema Corte de Justicia rechazó, en un fallo dividido y polémico, los reclamos de un recuento del resultado en Florida, y el entonces vicepresidente Gore concedió la victoria a Bush por un puñado de votos.
Pero ahora surgen avisos de que las cosas podrían complicarse más en noviembre si se repite un escenario similar en uno o varios estados clave del país.
«Nuestro sistema constitucional asume que habrá una sucesión pacífica de poder. No la asegura», señala Lawrence Douglas, un profesor de derecho en Amherst College que acaba de publicar un libro titulado Will He Go? Trump and the Looming Election Meltdown in 2020 («¿Se irá? Trump y la amenaza de un desastre electoral en 2020»).
«Una vez que alguien como Trump demuestra que no tiene interés en cumplir con las reglas, entonces el sistema se encuentra en una situación muy difícil», dice Douglas a BBC Mundo.
A su juicio, el presidente intenta sembrar dudas sobre los votos por correo y su Partido Republicano busca limitar esos sufragios en distintos estados porque la práctica tiende a ser más común en áreas urbanas de mayoría demócrata.
Por otro lado, la expansión del voto por correo durante la pandemia de coronavirus incrementó las posibilidades de que el recuento final de sufragios se demore más allá de la noche de la elección, como ya ocurrió en las primarias recientes de algunos estados, aunque sin denuncias de fraude generalizado.
«No es inconcebible que Trump pueda parecer ganador en ciertos estados decisivos por un margen muy estrecho el 3 de noviembre. Y luego, a medida que se cuentan millones de votos por correo, su victoria podría desaparecer en los días siguientes. Creo que lo que está haciendo es tratar de plantear por adelantado el escenario para disputar la validez de esos votos por correo», sostiene Douglas.
Erica Frantz, profesora de ciencia política en la Universidad Estatal de Michigan y experta en autoritarismo, advierte que la idea de que los votos por correo generan más riesgo de fraude está siendo distribuida entre los partidarios de Trump, pese a la falta de investigaciones que la respalden.
«Si los resultados no van a su manera, será muy fácil movilizar seguidores, muchos de los cuales están armados, a que piensen que la competencia fue fraudulenta», señala Frantz a BBC Mundo.
Agrega que una preocupación secundaria es que Trump posponga las elecciones por la crisis de coronavirus, como ocurrió en Bolivia o República Dominicana, aunque «ese escenario es menos probable».
El exvicepresidente Biden sugirió incluso que los militares podrían intervenir para asegurar un traspaso de mando pacífico si Trump se rehúsa a aceptar una derrota.
«Estoy absolutamente convencido de que lo escoltarían fuera de la Casa Blanca rápido», dijo el actual candidato demócrata en una entrevista con The Daily Show del canal Comedy Central.
¿»Punto de crisis»?
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, ha calificado los comentarios de Biden como «proposición ridícula» y «teorías conspirativas», en declaraciones al canal Fox News.
«Para ser claros, el fraude electoral existe y hay más de 1.000 instancias documentadas en todo el país», dice el subsecretario de prensa de la campaña de Trump, Ken Farnaso, ante una consulta de BBC Mundo.
Su comentario se basa en un estudio de la conservadora Fundación Heritage que recolecta casos en EE UU de personas condenadas por fraude electoral o donde un juez revocó los resultados de una elección.
Pero un estudio de Amber McReynolds, un ex funcionario electoral de Colorado, y Charles Stewart, director del laboratorio de datos electorales del MIT, indicó que con unos 250 millones de sufragios emitidos por correo en EE UU en las últimas dos décadas, la tasa de condenas por fraude es casi nula: 0,00006%.
«El presidente Trump también ha dejado claro que las elecciones tendrán lugar el 3 de noviembre y que aceptará los resultados», sostiene Farnaso, sin precisar cuándo ocurrió lo segundo.
De hecho, Trump llamó la atención antes de las elecciones de 2016 al evitar comprometerse a aceptar el resultado en caso de que perdiera. Y sus tuits recientes sobre un riesgo de fraude en noviembre sugieren que tampoco está dispuesto a hacerlo ahora de antemano.
Otras actitudes del presidente en los últimos meses le valieron nuevas acusaciones de falta de apego a las normas democráticas.
Trump fue sometido a un impeachment por la oposición demócrata por haber presionado al gobernante de Ucrania para que investigaran a su rival Biden. El Senado, con mayoría republicana, absolvió al mandatario en febrero de los cargos de abuso de poder y obstrucción del Congreso.
En abril, Trump alentó protestas de derecha contra las restricciones impuestas por gobernadores para bajar la curva de contagio de coronavirus, llamando por Twitter a «liberar» diferentes estados.
Cientos de manifestantes, algunos con armas largas a la vista, entraron días después al capitolio de Michigan, uno de los estados mencionados por el presidente, para reclamar la reapertura de la economía.
Y este mes el gobierno de Trump despejó por la fuerza una manifestación pacífica contra el racismo y la violencia policial frente a la Casa Blanca, para que el presidente pudiera caminar hasta una iglesia cercana y posar ante los fotógrafos con una Biblia en la mano.
El principal general del Pentágono, Mark Milley, se disculpó el jueves por haber acompañado a Trump en esa ocasión, señalando que «creó la percepción de militares involucrados en política doméstica».
Varias encuestas recientes muestran una caída del índice de aprobación del presidente, por debajo del 40%, así como una ventaja promedio de alrededor de diez puntos en la intención de voto por Biden respecto a Trump a nivel nacional.
Algunos analistas observan que una diferencia contundente e indiscutible de un candidato en las urnas podría aliviar tensiones y disminuir el riesgo de crisis.
Pero es imposible descartar un desenlace reñido de las elecciones.
El presidente tiene tiempo para recuperarse hasta noviembre y hasta podría repetirse el escenario de 2016, cuando Trump recibió menos votos que su rival en todo el país pero fue electo gracias a sus triunfos en estados decisivos que le dieron la mayoría del Colegio Electoral.
«La elección podría perfectamente ser un punto de reequilibrio, pero también puede ser un punto de crisis: puede generar una crisis constitucional que no hemos visto desde los años 1870», advierte Levitsky.
Este experto en decesos de democracias cree, sin embargo, que EE UU es capaz de evitar el peor escenario gracias a la fortaleza de sus instituciones y el equilibrio de fuerzas políticas.
«La oposición tiene muchos recursos, legitimidad y organización. Entonces, la idea de un colapso en un régimen autocrático siempre es posible, pero me parece poco probable», señala.
«Es más probable una crisis que puede provocar cierta violencia y un nivel de inestabilidad muy fuerte».