«Me sentía muy avergonzada – y todavía me siento- cuando estoy pasando por un mal brote».
Para Phaedra Longhurst, de 27 años, los efectos de su dermatilomanía, un trastorno que le produce una ganas irrefrenables de arrancarse o pellizcarse la piel compulsivamente, son devastadores para su salud mental.
La joven tiene eczemas desde que era niña, tuvo acné poco después de cumplir 20 y en la universidad desarrolló dermatilomanía, una rara condición a la que también se conoce como trastorno por excoriación.
«Me afectó muchísimo psicológicamente, más de lo que me daba cuenta entonces», le cuenta a la BBC.
«Me hacía sentirme muy cohibida porque la gente hacía comentarios. Y también experimenté acoso escolar durante mi adolescencia cuando era mucho peor en mi rostro», agrega.
«Personalmente, yo no tuve mucho apoyo psicológico y hay mucho estigma hacia aquellos que tienen una enfermedad de la piel, y una idea muy equivocada sobre la dermatilomanía».
Ansiedad
La mayoría de la gente nos rascamos la piel de vez en cuando, pero si tienes dermatilomanía, lo haces de manera compulsiva. Y no puedes parar.
Esta condición mental puede causarte cortes, sangrado y hematomas.
Muchas veces, según explica el Servicio de Salud británico (NHS, por sus siglas en inglés), quienes sufren la enfermedad no se dan cuenta de que se están rascando o pellizcando la piel y dejándose marcas en ella.
Es posible que lo hagan todavía más cuando se sienten ansiosos o estresados.
También puede que se rasquen o pellizquen lunares, pecas, marcas o cicatrices para «suavizarlos» o «perfeccionarlos».
Phaedra dice que los problemas recurrentes pueden hacerte sentir «como si tu piel se estuviera rebelando contra ti». Y añade: «Puede ser casi como una espiral perversa; cuanto más dolida y estresada te sientes, más dolorida quedará tu piel».
La joven estudia un máster en Dermatología Clínica e investiga sobre psicodermatología.
El doctor Girish Patel, de la Sociedad Británica para la Investigación en Dermatología, cree que la parte psicológica es tan importante como la física a la hora de abordar esta y otras enfermedades de la piel.
«No puedes analizar solamente los aspectos físicos en el manejo de su enfermedad», le dice el dermatólogo a la BBC.
«Tienes que adoptar un enfoque más amplio y holístico, darte cuenta de que los trastornos de la piel van de la mano del estrés psicológico y de trastornos psiquiátricos», agrega.
«Después de todo», añade, «la piel es nuestro pasaporte hacia el mundo exterior».
Phaedra cree que hace falta mucho más apoyo psicológico por parte de los servicios sanitarios hacia quienes tienen «condiciones crónicas de la piel».
Pero puede ver el lado positivo: «Lo bueno de tener una enfermedad en la piel es la resiliencia que logras, tanto al aceptarte a ti misma y tu aspecto físico, como a cómo te sientes», explica.