Considerada el mal del siglo XXI, la depresión afecta a cerca del 4,4% de la población mundial y es la principal causa de discapacidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En una década, entre 2005 y 2015, el número de personas con este trastorno aumentó un 18,4% en todo el mundo, según el último informe de la OMS sobre el tema.
Solo en Brasil, el 5,8% de los habitantes padece la enfermedad, la tasa más alta en el continente latinoamericano.
Aunque existen varias terapias farmacológicas y tratamientos psicológicos efectivos para esta enfermedad, en una porción de quienes sufren depresión -entre 10% y 30%– tienen poco o ningún efecto.
Estas personas tienen lo que se llama depresión resistente al tratamiento, también conocida como depresión refractaria.
«Esto se da cuando un paciente, después de seguir un tratamiento con dos clases diferentes de antidepresivos por más de seis semanas en dosis terapéuticas, no presenta ninguna mejora», explica el psiquiatra Wagner Gattaz, coordinador del Laboratorio de Neurociencias del Instituto de Psiquiatría (IPq) de la Universidad de Sao Paulo (USP).
Según el médico, las causas aún no se conocen por completo, así como no se conocen tampoco las de la propia depresión.
En el Día de la Salud Mental, te contamos en qué consiste este tipo de depresión.
Variedad individual
Una explicación posible es la gran variabilidad individual en el destino del medicamento después de tomarlo.
«Esta variabilidad comienza en el estómago y en el intestino, que determinan cuánto del medicamento se absorberá y pasará al torrente sanguíneo. Algunas personas absorben más, lo que les garantiza un mejor resultado, y otras menos», dice.
También existen diferencias individuales cuando el medicamento llega al cerebro.
«El objetivo de los antidepresivos son las conexiones nerviosas, en las que predominan los diferentes neurotransmisores, como la serotonina, la noradrenalina y la dopamina. Pero tanto la producción de estos neurotransmisores como la sensibilidad de sus receptores varían de persona a persona».
Aparte de eso, existe la variabilidad individual en la velocidad con la que las drogas se metabolizan en el hígado.
Alrededor del 70% de las personas metabolizan estos fármacos a un ritmo normal. El 30% restante puede hacerlo muy rápidamente, sin darle tiempo para que el medicamento surta efecto; o lento, lo cual hace que la droga se acumule en el cuerpo y provoque una serie de efectos secundarios.
«Sabemos que factores relacionados con la farmacocinética (la ciencia que estudia el recorrido de los medicamentos en el cuerpo humano desde su ingestión hasta su excreción) y la farmacodinámica (el estudio del mecanismo de acción de los medicamentos con sus receptores) determinan las diferencias en la respuesta y la reacción a los antidepresivos entre las personas», agrega Gattaz.
Antonio Geraldo da Silva, presidente de la Asociación Latinoamericana de Psiquiatría (APAL) y superintendente de la Asociación Brasileña de Psiquiatría (BPA), destaca otra hipótesis para explicar la resistencia a los tratamientos para la depresión.
«Tenemos disponibles, básicamente, los antidepresivos ‘inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina’, ‘inhibidor selectivo de la recaptación de norepinefrina’, ‘duales’, ‘dopaminérgicos’, ‘tricíclicos’, ‘tetracíclicos’, ‘inhibidores de la monoamino oxidasa’, ‘melatoninérgicos’ y ‘carbonato de litio ‘, que se usa como estabilizador del estado de ánimo pero también tiene acción antidepresiva».
«Cuando el paciente no responde a ninguno de ellos, solos o combinados, puede ser porque en su caso el medicamento necesitaría actuar con alguna otra sustancia cerebral que no conocemos o identificamos «, explica.
Lo que también puede comprometer el resultado del tratamiento son las enfermedades asociadas, como los trastornos de la tiroides, el dolor crónico y el trastorno bipolar, y el uso combinado de otros medicamentos.
Estrategias de tratamiento
Aunque la depresión resistente es un poco más difícil de tratar, existen herramientas. Una de ellas es la prueba farmacogenética, que realiza un análisis de ADN para ver qué medicamentos son los más adecuados para cada persona y a cuáles tendrán intolerancia.
«Esta prueba aumenta la probabilidad de acertar con el medicamento, nos da una orientación para ajustar la dosis», dice Gattaz.
Se puede hacer recolectando saliva o mucosa bucal, o una muestra de sangre.
«Aquí (en Brasil) lo hacemos a través de la sangre. Observamos los genes en el grupo de enzimas citocromo P450 responsables del metabolismo de los medicamentos en el hígado, y podemos identificar a priori si el paciente es un metabolizador ultrarrápido o lento», dice el especialista del IPq- USP
Además, existen terapias somáticas, que deben asociarse con terapias farmacológicas. Una de ellas es la estimulación magnética transcraneal (EMT), una técnica no invasiva que estimula el cerebro con ondas magnéticas mediante la modulación de neurotransmisores.
Para obtener un buen resultado, se realizan 20 sesiones, inicialmente diarias.
«La aplicación se realiza con el paciente despierto y desde la sesión número diez se empieza a ver una mejoría», señala Gattaz.
Otra opción es la terapia electroconvulsiva (TEC), que, a través de una corriente eléctrica baja, induce convulsiones y, por lo tanto, provoca cambios químicos en el cerebro.
«Este método provoca la despolarización de la membrana neuronal, abriendo canales de comunicación entre las neuronas», comenta Silva, de ABP.
El problema, no obstante, es que esta terapia es vista a veces como una forma de castigo.
«Sin embargo, es segura y su éxito terapéutico ha sido destacado por varios estudios», agrega Silva.
En la TEC, la aplicación se realiza con el paciente anestesiado. Se llevan a cabo de 9 a 12 sesiones, dos o tres veces por semana.
«Algunas personas muestran signos de mejoría en la primera sesión, pero para que el efecto sea completo, se debe realizar todo el tratamiento», dice el médico.
Hay que destacar que tanto la EMT como la TEC no están indicadas en todos los casos, y solo el psiquiatra puede evaluar la necesidad individualmente.
Otra terapia posible es el uso de un aerosol nasal de ketamina, una sustancia derivada de la ketamina anestésica.
«Tiene acción ultra rápida y buena tolerancia», dice Gattaz. Para hacernos una idea, mientras que las píldoras tardan entre dos y tres semanas en funcionar, este medicamento es efectivo dentro de las 24 horas posteriores a la primera aplicación.
Su mecanismo de acción es diferente de los antidepresivos tradicionales.
Si bien los antidepresivos tradicionales aumentan los neurotransmisores relacionados con el placer, el aerosol actúa sobre el glutamato, una molécula de red neuronal, al estimular áreas del cerebro que están vinculadas a las emociones.
En Estados Unidos, este medicamento fue aprobado en marzo de este año por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), el organismo regulador y regulador de alimentos y medicamentos. Allí solo se administra bajo supervisión médica.