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«Del mundo del narcotráfico solo puedes salir muerto»

por BBC News Mundo BBC News Mundo

  

Jesús maneja un Uber en las calles de la Ciudad de México. Esa es su forma de mantenerse alejado del mundo de la droga que lo atrapó en su pueblo en Michoacán.

Comenzó a consumir por curiosidad, pero pronto se volvió adicto. Para poder mantener su adicción comenzó a vender «cristal» o metanfetamina.

Vio a muchos jóvenes morir en los enfrentamientos entre los distintos carteles.

Su historia es similar a la de miles en México. Pero, a su vez, es uno de los pocos que ha logrado salir.

Acepta hablar con BBC Mundo y contar su paso por el mundo del narcotráficoporque cree que puede ayudarle a algunos jóvenes a mantenerse lejos de las drogas y su venta.

Decidimos no revelar su nombre verdadero para protegerlo.

Esta es su historia contada en primera persona.


Me miraba al espejo y me hablaba a mí mismo. Estaba en los huesos, no tenía color, parecía muerto. Había perdido 4 muelas. Llevaba 5 años consumiendo cristal, metanfetaminas.

Me regañaba. Me decía que tenía que dejarlo. Que había destruido mi vida y a mi familia.

Pero, el que estaba al otro lado del espejo se reía. Me decía que no, que siguiera, que cuando estaba drogado se sentía muy bien, que lo demás no importaba.

Eran alucinaciones muy feas.

«La droga muy pronto se volvió una adicción». (Foto: Getty Images) 

La primera vez que lo probé fue por curiosidad. Tenía 28 años.

La droga cada vez era más común en mi pueblo de Michoacán, en el centro oeste de México.

Yo quería saber qué se sentía. Era muy placentero fumar.

Mi corazón empezaba a latir fuerte y yo sentía la sangre corriendo más rápido por mis venas. Veía y oía todo de una forma muy clara, a largas distancias. No tenía hambre ni sueño.

Me sentía capaz de hacer muchas cosas, sentía la euforia que se siente correr.

Pero muy pronto se volvió una adicción. No me importaba nada más.

Comencé a tener problemas con mi familia. No tenía dinero para mantener a mi esposa y a mis dos hijos.

Cuando al principio un gramo de la droga me alcanzaba para una semana, después necesitaba 6 gramos al día para conseguir la misma sensación.

Me perdí de la realidad.

El «cristal» es una de las drogas que más se consume en México. (Foto: Getty Images) 

Con mi trabajo de taxista no me alcanzaba para mantener ese vicio.

Así que acepté cuando mi vecino me ofreció vender metanfetamina.

Era algo absurdo, porque al principio ganaba menos dinero que en el taxi, pero lo hice porque me permitía seguir consumiendo.

Mucha violencia

En ese tiempo el cartel más fuerte en la región era La Familia Michoacana. El hombre que me la vendía trabajaba para ellos.

Ese grupo al principio ayudaba a la gente del pueblo, les daba dinero, les decían que los estaban protegiendo de otros grupos.

Pero ayudaban jodiendo.

Terminaron destruyendo a la juventud con las drogas. No solo haciéndolos consumir, sino también con la violencia. Al final todo es muerte.

«Al final todo es muerte» (Foto: Getty Images) 

Es un mundo muy violento. Con el tiempo otros carteles vieron la plaza y se quisieron hacer con ella.

Ahora en la zona está muy fuerte el Cartel Jalisco Nueva Generación. Se pelea con Los Viagras y con algunos de la Nueva Familia Michoacana. Todos son muy agresivos.

Yo presencié balaceras entre los carteles. Pero, también con los comunitarios, o autodefensas. Al principio ellos querían evitar que los narcotraficantes se metieran a los pueblos, pero después algunos comenzaron a consumir droga.

Ya no se distinguía quiénes eran quién. Se puso muy difícil.

Se mataban o desaparecían entre ellos, pero también a la gente que le tocaba la suerte de ir pasando por ahí. Algunos eran mujeres o niños.

Murieron muchos de mis conocidos y algunos amigos.

La policía no hace nada porque está involucrada. Recibe dinero del grupo que domina en la plaza.

«Lo matas o te matamos a ti»

A mi me impactó en especial el caso de dos amigos que entre ellos eran muy cercanos.

Los dos pertenecían al mismo cartel. Pero, después uno de ellos quiso irse con los contrarios.

Los de su grupo le dijeron que se fuera.

Pero, cuando se subió al coche, le dijeron al otro «o lo matas o te matamos a ti»

Era su mejor amigo. Pero lo persiguió con su coche y lo balaceó hasta que lo mató.

Cuando uno está dentro puede consumir y se siente bien. También puede vender y tener algo de dinero. Pero todo eso tiene un precio demasiado alto: cuesta la vida.

Del mundo del narcotráfico solo puedes salir muerto.

Entre los carteles los enfrentamientos y las muertes son el pan de cada día.

«Del mundo del narcotráfico solo puedes salir muerto». (Foto: Getty Images) 

Los que me dan más tristeza son los más chicos. Hay chavitos de hasta 16 o 17 años.

Por eso yo no les vendía a los menores.

Yo era adicto y mi trabajo era vender, pero intentaba hacerlo con gente que ya sabía lo que hacía.

No quería que otros destrozaran su vida como lo había hecho yo.

Me arrepiento cuando veo que personas a las que yo le vendía están muy mal, muy enfermas.

Vendía la droga en las narices de los policías

Mi forma de vender era por teléfono. Me llamaban, me pedían determinados gramos y yo los metía en una bolsita de plástico.

El que me vendía me ofrecía prestarme su moto para que fuera a repartir pero yo no la aceptaba porque a mi nunca me ha gustado llamar la atención.

«Me arrepiento cuando veo que personas a las que les vendía están muy enfermas. » (Foto: Getty Images) 

Por un tiempo trabajé para un mando en la Procuraduría General de la República, así que se como trabajan las fuerzas de seguridad. Por eso nunca me detuvieron.

A veces incluso los citaba a los compradores enfrente de la presidencia municipal. Y les entregaba la droga en las narices de los policías.

Por ejemplo, llevaba una bolsa de papas fritas y le decía a mi cliente que si no quería una.

A veces me decían que no, pero yo le decía con voz más fuerte y con el ceño fruncido que sí, que agarrara una.

Entonces, de la bolsa, en vez de una papa sacaba la droga. Le decía que ahí mismo me pusiera el dinero.

Nada más me importaba

Antes me gustaba nadar e ir al gimnasio. Pero después de un tiempo con el cristal me volví muy flojo. No tenía ganas ni energía de salir, de hacer nada.

«Murieron muchos de mis conocidos y algunos amigos». (Foto: Getty Images) 

Me dolían los huesos. Perdí mucho peso, llegué hasta los 38 kilos cuando antes pesaba 70.

Estaba enojado con la vida.

Con mi esposa eran cada vez más pleitos. Ella me pedía que ya no saliera porque sabía que me iba a drogar.

Yo le decía que no se metiera y la enfrentaba. O me iba a escondidas cuando no se daba cuenta.

Dos o tres veces la insulté. Ahora me duele mucho recordar eso. Se me parte el corazón.

Sabía lo que estaba haciendo pero lo único que me importaba era mi vicio.

Afortunadamente no maté a nadie. Tampoco tomé la oferta de ir expandiendo el territorio de los que les ayudaba a vender. Yo era drogadicto y solo quería consumir. No me interesaba hacerme rico ni tener más poder dentro del cartel.

Esa fue mi suerte.

Cuando matas a alguien o vendes grandes cantidades es muy difícil que te dejen salir.

Lo mejor es saber lo menos posible. Entre más sabes más peligro corres.

Los de tu grupo no quieren que te salgas porque tienes información. Los contrarios quieren atraparte para sacarte la sopa.

Yo comencé en esto por curiosidad, nadie me obligó. Pero sí se que en algunas zonas de Michoacán si los obligan a vender o consumir. »Prefieres ganar dinero o morir», los amenazan.

Grupos de autodefensa en Apatzingan, Michoacán, luego de desalojar a Los Caballeros Templarios, el grupo que sucedió a a La Familia Michoacana. (Foto: AFP)

«Vine a la Ciudad de México para escapar»

Logré salir de ese mundo con la ayuda de mis hermanos. Me dijeron que antes de que llegara aún más bajo me iban a meter a un centro de desintoxicación.

Estuve en uno por dos meses. Es un lugar muy extremo. Me ayudó a ver la realidad.

Si te portas mal te encadenan o te levantan a las 5am para bañarte con agua fría.

Para desintoxicarte debes estar convencido que es lo que en verdad quieres. Y aún así es muy difícil.

En el centro todo mundo habla con sinceridad. Ahí estás con otros compañeros de enfermedad que te cuentan sus experiencias.

A mí me ayudó ver casos más extremos que los míos. Me conmovió el caso de un hombre que había quedado ciego. Muchos lo habían perdido todo.

Cuando salí de ese centro, para no volver a caer en la droga y no relacionarme con la gente de ese medio, decidí venir a la ciudad de México. Me traje a mi esposa y a mis hijos.

Uno de mis hermanos nos aloja en uno de los cuartos del lugar que renta.

Conseguí trabajo manejando un uber.

Esta es mi oportunidad de recuperarme. Estoy ganando peso y vuelvo a estar contento algunas veces.

Pronto volveré al gimnasio.

Pero, cuando miro atrás me da mucha tristeza pensar lo bonito que es Michoacán y lo sumido que está en la violencia.

Pienso en todos los jóvenes que están atrapados en el narcotráfico.

«Me da tristeza Michoacán: tan bonito y tan sumido en la violencia». (Foto: Getty Images)