El papa Francisco llega a una Colombia que, aun siendo el séptimo país con más católicos del mundo, es menos católica que la que visitó hace 31 años el papa Juan Pablo II.
Ese retroceso de la feligresía puede deberse a múltiples factores, pero uno especialmente fuerte tiene que ver con la avanzada de las comunidades evangélicas.
En el plebiscito de octubre de 2016 sobre el acuerdo de paz con las FARC, en el que ganó el No, se dijo que el resultado estuvo fuertemente influido por esas iglesias protestantes, que en esa votación mostraron su capacidad de movilización política, incluso -para algunos- superior a la de la católica.
¿Es eso, sumado a la multiplicidad de iglesias evangélicas, miles en Colombia, prueba de que está desplazando al catolicismo en el país en su capacidad político-social?
«Hasta hace 20 años el 90% éramos católicos en América Latina. Pero esas cifras se han modificado», dice Helwar Figueroa, profesor de la Universidad Industrial de Santander.
Para responder a esta pregunta, en BBC Mundo conversamos con Helwar Figueroa, profesor de la Universidad Industrial de Santander y estudioso de temas de religión en Colombia, miembro del grupo de investigación Sagrado y Profano.
¿Cuán fuerte es la capacidad político-electoral de los grupos cristianos evangélicos?
Más o menos en los últimos 20 años en América Latina, porque no es un fenómeno solamente colombiano, los grupos pentecostales (así se les conoce en el mundo académico a las iglesias cristianas evangélicas) han crecido significativamente. Donde más han crecido es en México, Brasil, Centroamérica, Colombia y un poco en Argentina.
Hasta hace 20 años el 90% éramos católicos en América Latina. Pero esas cifras se han modificado. Si nos fijamos en ellas, encontramos por ejemplo que, en Colombia, donde el 88% éramos católicos en los 80, hemos pasado a ser como el 72%. Digo «como», porque en el censo no decimos la filiación religiosa. En Brasil y México sí. Esas cifras son aproximadas, recopiladas a partir de encuestas.
Helwar Figueroa es un estudioso de la evolución de las iglesias evangélicas en Colombia.
En todas vemos que desde los años 80 hay un crecimiento de los grupos pentecostales y no los protestantes históricos, como luteranos, calvinistas y presbiteriano.
Los pentecostales son los que han crecido más porque su manera de hacer proselitismo religioso es mucho más activa y más carismática. Esa es una de las características del pentecostalismo, diferente a los protestantes históricos.
Las Asambleas de Dios (pentecostales, una escisión de los protestantes históricos) llegaron a Colombia en los años 40. Eran los «papás» de aquellos que crecieron luego muchísimo, los «neopentecostales», como la Iglesia Universal en Brasil, los movimientos carismáticos en Argentina, México y Centroamérica.
Así, está el movimiento religioso del grupo político MIRA (Movimiento Independiente de Renovación Absoluta), la Iglesia de Jesucristo Internacional, la Misión Carismática Internacional, la Casa sobre la Roca.
En el Ministerio de Gobierno hay registradas más o menos 5.000 iglesias pentecostales, porque una de sus características es que se dividen rápidamente. Un pastor que está medio formado se abre de la iglesia madre y crea otra con otro nombre.
Para ellos es más importante contar cómo se volvieron pentecostales o cristianos que la propia Biblia. En cambio, para los históricos es fundamental la Biblia.
Obviamente hay una ética del comportamiento. Al volverte cristiano, si eras drogadicto ya no lo vas a ser; si le pegabas a tu mujer, ya no le vas a pegar. Vas a ser supuestamente más responsable con la familia. Y eso en cierta forma ha sido positivo, allí donde ha funcionado.
¿Se conoce el número de fieles de estas comunidades?
No son 10 millones, como dicen ellos. A todas las iglesias les interesa mostrarse muy grandes. Si le preguntas a un pastor cuánta gente hay en su iglesia, te puede responder 20.000. Pero quienes asisten al culto son 300.
Eso explicaría por qué el único partido cristiano que en este momento tiene representantes en el Senado y en concejos municipales es el MIRA. Los otros no tienen porque tal vez no son tantos como uno cree.
Lo que yo concluyo con todas las investigaciones que he hecho es que ellos se sobredimensionan porque eso les da un poder de negociación con las élites regionales políticas. Como este es un país clientelista, dicen: «Yo tengo 1.000 hermanos cristianos que van a hacer lo que yo les diga que haga o que voten a tal candidato, entonces ¿qué me da a cambio?». Pero todos ellos que van allá no votan por quien diga el pastor.
La primera ola de protestantes en Colombia fue de luteranos, calvinistas y presbiterianos, que no son las iglesias que más han crecido en los últimos 20 años.
Estas iglesias, dice Figueroa, ofrecen la promesa de una vida mejor.
Un cristiano de los años 90, Colin Crawford, decía que ellos se metieron en el mundo de la política porque pensaron que los cristianos iban a votar cristiano, pero se dieron cuenta de que no todos lo hacían así.
Por eso, en esa década, cuando hubo una ley que exigía un mínimo de votos para que fuera reconocido por el Estado y poder recibir financiación, muchos de estos partidos cristianos desaparecieron. No cumplían con el requisito.
Otra cosa: dentro de los cristianos, los grupos protestantes, hay una escisión entre los trinitarios y los unitarios. Y eso tiene que ver con una lectura teológica de la Biblia.
Unos no creen en la política y otros sí. Los que creen en la política partieron de la idea de que iban a cristianizar la política al acabar con la corrupción, por ejemplo como el exsenador de la iglesia Centro Misionero Bethesda, que terminó siendo investigado por corrupción.
La promesa de una vida mejor no siempre se cumple, lo que termina generando mucha movilidad entre iglesias.
Lo que ocurrió fue lo contrario: que la política los penetró y los penetró con el clientelismo y la corrupción. Por eso fracasaron esas ideas o esas propuestas políticas.
Más allá de eso, ¿no hay un crecimiento de estas iglesias en detrimento de la Católica? Sí, claro.
Aunque, a pesar de que las cifras proyectaban un crecimiento exponencial para las pentecostales, llegaron al 12%, 13% en diferentes encuestas y se estancaron.
Crecieron con mucha fuerza en los años 90 y principios de la década del 2000. Pero de 2005 para acá, se estancaron.
¿Por qué ocurre eso? Porque muchos se volvieron como descreídos.
Es decir, fueron a la iglesia cristiana que, por lo general, les estaba vendiendo una teología de la prosperidad. O sea, que usted por ser converso, por ser salvo y por haber sido tocado por el Espíritu Santo, Dios lo iba a bendecir con dinero. Pero no ocurrió y la gente empezó a perder fe en esas comunidades.
Los que se enriquecen por lo general son los pastores de las iglesias y eso pone en cuestión a los creyentes.
Figueroa dice que en muchos casos las iglesias pentecostales dicen tener más feligreses que los que realmente tienen.
Así, como hay tanta oferta de iglesias, empiezan a pasarse de una a otra.
Por ejemplo, hay una iglesia que está muy basada en la profecía. Ahí le están diciendo que usted va a ser alguien salvo y que va a ser bendecido por Dios. Y usted, que tiene un problema de tipo sentimental, va a querer que en esa profecía se le diga que va a conseguir pareja o va a conseguir trabajo o lo van a sanar o va a tener buena suerte. Cada iglesia se especializa en darle fuerza a una de esas profecías.
Cuando eso no se logra, ese cristiano se pasa a otra con la esperanza de que sí se logre. Cuando no se logra, se pasa a otra.
Entonces, en América Latina en un año puedes encontrar una iglesia muy fuerte y, al otro, es muy muy pequeña.
Uno creería que son otros cristianos y no: son los mismos que se están pasando de una iglesia a otra.
Aunque lo que se está empezando a percibir es que se están volviendo incrédulos. Hay como cierto cansancio.
¿En todo caso, cuál ha sido la reacción de la Iglesia Católica ante la avanzada pentecostal en la política?
En lo referente a la política, la Iglesia Católica en Colombia es tremendamente conservadora.
El papa Francisco recorre las calles de Bogotá en el papamóvil.
Ese sector es el mayoritario dentro de la Iglesia y logró asumir posiciones de poder y negociar con el status quo, con los Conservadores, hasta los años 30.
Así, negoció una cantidad de prebendas que constitucionalmente se les reconocieron en 1886, cuando el Estado se volvió, según algunos autores, confesional. Aunque yo lo llamaría un Estado que se aprovecha de la capacidad y legitimidad de la Iglesia para poder gobernar y que algunos autores lo definen como un régimen de cristiandad.
Actualmente yo podría decir lo mismo. La Iglesia católica intentó, para poder mantener su legitimidad, sus ventajas frente a un Estado que solamente hasta la Constitución de 1991 conoció la diversidad religiosa, estar cerca de éste. Porque el Estado conservador o liberal le dio unos privilegios, se los ha reconocido.
Estos privilegios entraron en crisis en 1991, con la Constitución, que permitió la entrada de todos estos grupos pentecostales al escenario de lo público y de lo político.
La Iglesia Católica sigue siendo la institución religiosa más fuerte de Colombia, con el mayor número de fieles, universidades y otras entidades.
Hasta ahí se podría decir que la Iglesia católica era la oficial del Estado y no se reconocía la diversidad religiosa que sí reconoce esa Constitución.
En las discusiones en torno a la Asamblea Constituyente del 91, la Iglesia claramente se mostró contraria a cualquier reforma que le quitara sus privilegios.
Antes, el vínculo de sectores del conservadurismo con sectores más conservadores de la Iglesia Católica, le permitió que en muchas ocasiones fuera el primado de Colombia, quien, desde 1886 casi hasta 1930, diera el visto bueno al candidato conservador a la Presidencia.
Con la Constitución de 1991 ese poder que la Iglesia tenía se puso en cuestión, los pentecostales empezaron a ganar presencia, tanto es así que comenzaron a participar a través de diferentes partidos en el escenario de la política nacional y a lograr poner varios senadores.
Los más importantes fueron el Partido Nacional Cristiano (Misión Carismática Internacional), muy relevante en los 90; la Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia (su sigla era C4); y el MIRA, que sale de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional.
Esos partidos confesionales cristianos que ganaron esa visibilidad en los 90 y hasta mediados de la primera década del siglo XXI (cuando el único que quedó fue el MIRA), se enfrentaron a una Iglesia que no había estado acostumbrada a que en el escenario político tuviera competencia.
Los edificios de estas iglesias se ven por toda Colombia. Algunos son grandes centros de congregación otros son pequeñas casas o edificaciones adaptadas como templos.
Para la Iglesia Católica no ha sido fácil teológicamente enfrentarse a estas corrientes pentecostales que le logran sustraer muchos creyentes.
De hecho, hay una Iglesia católica carismática que intenta, con los mismos rituales que utilizan los pentecostales, atraer a esos sectores populares que ven en esas prácticas religiosas un sentido de inclusión, de alegría, de compromiso con los feligreses más fuertes que el que tradicionalmente tenía un cura.
Entonces ya uno empieza a ver en algunas iglesias más párrocos multitudinarios, que en cierta forma asumen una actitud carismática, como el Padre Chucho.
Teológicamente a la Iglesia le ha costado, y políticamente también, porque no tiene los elementos que sí tienen los pentecostales para participar en la política. Y es que la Iglesia católica nunca necesitó participar políticamente, dado que llegaba a acuerdos con las élites conservadoras. En cambio, estos sectores carismáticos sí tienen que hacer política y campañas electorales para que sus pastores sean elegidos, o sus candidatos.
La Iglesia Católica nunca lo hizo. De hecho en Colombia nunca hubo un partido demócrata cristiano como sí lo hubo en otros países de América Latina, como Chile o Venezuela. En Colombia no fue necesario porque los conservadores eran muy católicos.
Entonces políticamente la Iglesia católica no tiene herramientas para enfrentarse a los pentecostales. Apela un poco a sus relaciones con los partidos tradicionales y con ciertos sectores de las élites de ambos partidos para intentar defender sus privilegios, que son cuestionados por estos grupos pentecostales, que exigen los mismos derechos, que les otorgó la Constitución de 1991.
En el marco del plebiscito por el acuerdo de paz con las FARC de 2016, en el que ganó el No, el presidente Juan Manuel Santos se reunió con 14 representantes de iglesias evangélicas.
Es más, no los enfrenta, porque considera que no es necesario. Los sigue viendo como sectores minoritarios. Sin embargo en sus encuentros espirituales, retiros en la Pastoral Social, ellos son conscientes que en Colombia, como en América Latina, sus creyentes se les están yendo y ellos no han logrado evitarlo.
En los años 60 y 70, la teología de la liberación sí logró evitar que muchos de esos feligreses terminaran en manos de los grupos guerrilleros de influencia comunista.
Pero actualmente considero que la Iglesia no está en la capacidad de hacerle frente a estos grupos pentecostales, por lo menos en el mundo de la política.
La catedral de Bogotá ocupa un espacio que difícilmente alcancen las iglesias pentecostales, por más expansión que tengan.
Recuerdo que en Norte de Santander hubo un cura que se lanzó a la política, al igual que un cura en Barranquilla, Bernardo Hoyos Montoya, que fue muy cuestionado por la manera en que manejó los recursos de la Alcaldía. Es un ejemplo que sirve para mostrar cómo la política, al igual que en el caso de muchos pastores pentecostales, termina corrompiendo.
Pero son la excepción, porque la mayoría de los curas no se meten en política.
Y no creo que esa situación se modifique. Creo que el signo de la Iglesia en el mundo de lo político en el siglo XXI se ha perdido y tiene que buscar otros escenarios por fuera de la política, para lograr incidir.