«Eso casi suena como Marx», dice Glory Liu, profesora de Estudios Sociales en la Universidad de Harvard. Aunque sean palabras del llamado «Padre del capitalismo».
«Hay partes en ‘La riqueza de las naciones’, en las que Adam Smith habla sobre las sociedades en las que la división del trabajo ha avanzado y se ha especializado mucho y los trabajadores hacen lo mismo una y otra vez, y dice que esto tiene la tendencia a degradar la mente y el cuerpo (…) Que pierdes tu humanidad en el exceso de trabajo».
Liu resume así algunas de las preocupaciones que sentía el filósofo escocés que vivió en el siglo XVIII, al que muchos ven como un pionero del pensamiento político económico.
Y aunque solo la usó tres veces -en dos de sus libros y en un ensayo-, su icónica expresión sobre una «mano invisible» ha sido utilizada reiteradamente como sinómino de las bondades del libre mercado.
¿Pero qué quiso decir realmente?
Dónde está la casa
Según Liu, la explicación de lo que Smith quiso decir cuando usó la expresión de una «mano invisible» es una teoría de las consecuencias involuntarias: independientemente de mis intenciones al realizar una acción, con la misma puedo promover el bien público.
«Por ejemplo, cuando usa la frase en ‘La riqueza de las naciones’, en realidad está hablando de por qué los inversores eligen invertir más cerca de casa en lugar de ir al extranjero», le indica a BBC Mundo.
«Y explica que es porque tienen un mejor sentido de la comunidad, conocen las leyes, tienen una idea más clara de dónde podrían dar frutos sus inversiones».
«En el fondo hay menos incertidumbre que si invierten en otro país que desconocen, con normas y cultura diferentes».
«Todavía no se trata de un capitalismo de libre mercado«, advierte la experta.
Smith solo está abordando el tema de «invertir en casa o afuera» y dice que al hacer lo primero, terminas promoviendo algo que no era tu intención.
«Digamos que decido invertir en un negocio en la esquina y aunque mi intención no sea revitalizar el vecindario, termino creando un espacio para la participación pública, se abren nuevos puestos de trabajo y eso ayuda a que las personas tengan más ingresos y que gasten más en las otras tiendas».
«Esta es una manera de ilustrar el tipo de percepción social que tiene Smith de que bajo ciertas circunstancias las acciones de un individuo, guiadas puramente por su interés propio, pueden tener consecuencias socialmente beneficiosas».
«Y eso es bonito, es una idea poderosa«, señala la docente. «Pero tampoco significa que todas las acciones individuales terminarán promoviendo el bien público».
La desigualdad
De hecho, según algunos investigadores, Smith reconoció los peligros de la sociedad comercial y cómo podía llegar a producir grandes desigualdades.
Hay que ubicarse en su tiempo: «La riqueza de las naciones» se publicó en 1776, en Londres.
«El tipo de desigualdades en las que piensa son tanto económicas como políticas», señala Liu.
Vio cómo las compañías en su época estaban motivadas por su propio interés para aumentar sus ganancias.
«Pero lo hacen convenciendo a los legisladores, al Estado, usando el poder de la ley y los aparatos gubernamentales para crear sus propios privilegios monopólicos y, así, poder ir a India y a otros países en el sur de Asia para explotar una nación entera en su propio beneficio».
«Smith no solo está preocupado por lo que le sucede a la gente en India, que vive bajo el dominio británico, también le preocupa que el poder mercantil se haya convertido en poder político en Gran Bretaña y eso crea una desigualdad política que refuerza esta dinámica de que las personas que tienen riqueza tienen más poder político para ganar más riqueza».
«Creo que cuando los académicos dicen que Smith estaba preocupado por el tipo de desigualdad que podría surgir en la sociedad comercial, se refieren precisamente a una tendencia hacia este círculo vicioso en que las personas con riqueza pueden, de alguna manera, reforzar sus propias posiciones de poder a través del Estado».
Un «socialista»
Eamonn Butler, director del Instituto Adam Smith de Londres, también tiene una lectura de lo que preocupaba a Smith.
«Pensó que una de las mayores causas de la gran desigualdad que había en su época eran los controles que se imponían sobre los procesos de los mercados».
«Notó que los ricos y los que estaban en posiciones de poder, que las grandes compañías y corporaciones y los políticos, se habían aliado para organizar regulaciones y leyes que los beneficiaban a ellos, pero, por supuesto, no favorecían a otras personas, en particular, a los más pobres».
Su punto de vista era que «si te quitas del camino» y simplemente dejas que la gente comercie como quiera, «esas personas estarán mucho mejor», señala el investigador.
«Adam Smith es un personaje complejo y creo que algunos podrían decir: ‘realmente era un socialista’ porque habla todo el tiempo de los trabajadores pobres y lo mal que los trataba el sistema, estaba preocupado por ellos».
«Pero al mismo tiempo, creía que la mejor forma de ayudarlos, de mejorar sus condiciones, era a través del libre mercado».
«Smith no debería ser considerado como alguien que creía en el libre mercado porque ayudaba a los ricos, él creía en el libre mercado porque ayudaba a los pobres«.
Las implicaciones
La «mano invisible» de Smith se ha usado para concluir que los mercados económicos funcionarán bien sin intervención.
¿Smith pensó eso cuando la escribió?
«Sí», responde Butler. «Habló sobre el sistema de justicia natural, que quiere decir que al permitirle a las personas hacer sus propias actividades, se ayuda a construir un mercado que es muy útil para todos».
«Nadie sabe, nadie planea que el mercado surgirá, simplemente aparece».
Smith puso como ejemplo un abrigo de lana y cuántas personas trabajaron para llegar al producto final: desde el que cuidaba las ovejas hasta el que vendía la prenda.
«Todos son parte de un sistema que funciona, que trabaja en conjunto, y produce bienes a bajo costo y en abundancia».
Pero no a todos les convence que con la «mano invisible», Smith sugirió que se dejara a los mercados operar milagrosamente solos.
Esa idea fue precisamente el motor que llevó a Liu a escribir su libro: Adam Smith’s America: How a Scottish Philosopher Became an Icon of American Capitalism (El Estados Unidos de Adam Smith: cómo un filósofo escocés se convirtió en un ícono del capitalismo estadounidense):
«¿Por qué a Smith le preocupa el tipo de desigualdad que se arraiga en el Estado y las sociedades comerciales, esa dinámica entre riqueza y poder?»
«Smith no suele ser asociado con eso, la gente lo vincula con la magia del libre mercado, con una especie de hostilidad hacia cualquier tipo de intervención del gobierno en la economía.
Esa, podría decirse, es la idea más popular sobre Adam Smith. Pero ¿cómo llegamos a ella?».
Fuera de Europa
Una parte de la explicación hay que buscarla lejos del lugar donde el filósofo nació y desarrolló gran parte de su vida académica, Escocia.
Es necesario cruzar el Atlántico, piensa Liu, quien investigó «cómo generaciones de estadounidenses han leído, reinterpretado y convertido en un arma arrojadiza las ideas de Smith, revelando cómo su imagen popular como campeón del capitalismo al estilo estadounidense y los mercados libres es una invención histórica«.
La Escuela de Economía de Chicago, que nació a mediados del siglo XX en la Universidad de Chicago, es una corriente de pensamiento que aboga por el libre mercado, la desregulación, la privatización y que fue impulsada por un grupo de destacados economistas.
«La razón por la cual su versión de Smith se volvió tan poderosa es porque reinterpretaron la idea del interés propio y la ‘mano invisible’ dentro del marco metodológico de la teoría de precios», explica Liu.
«Así, Milton Friedman o George Stigler, ambos galardonados con el Premio Nobel y por tanto muy reconocidos como pioneros en el ámbito económico, toman las obras de Smith y dicen: ‘Smith vio cómo el mecanismo de precios podía coordinar la actividad de millones de personas sin necesidad de una dirección, intervención o guía central».
«Y lo usan no solo como una especie de descripción objetiva científica de cómo funcionan los mercados, sino también para fundamentar su posición política: no necesitamos la intervención del gobierno. De hecho, a menudo hace más daño que bien».
Las libertades
Otro aspecto que Liu destaca es cómo, en esa reinterpretación de Smith, la libertad económica es percibida.
«Es vista como un requisito previo para la libertad política y cuando el gobierno trata de interferir en la economía, está interfiriendo en tu libertad».
Hay mucha distancia entre esa interpretación y lo que le preocupaba a Smith, asegura la profesora.
«Smith ciertamente creía que la libertad individual era algo bueno, (…) pero no escribió ‘La riqueza de las naciones’ para defender a toda costa la libertad económica del individuo».
«Estaba realmente preocupado por la forma en que los grupos privados podían dominar a otros y oprimir al público, inhibiendo así el crecimiento económico y creando nuevamente una disparidad en la riqueza y el poder en la economía general».
El carismático Friedman
Una «mano invisible» es sin duda una imagen poderosa.
«Una mano agarra, guía, pero esta se supone que no la podemos ver», dice Liu. «Nadie ve un mercado libre, pero sabemos cuáles son sus resultados».
Y el impacto que ha tenido esa frase a lo largo de los años se le debe en gran parte a Friedman, «un maestro de la retórica».
«No es la única persona que lo hace, pero creo que él consigue recalcar el punto que la ‘mano invisible’ es la idea clave».
Para Friedman, esa frase mostró que Smith, en su genialidad, entendió al comienzo de la ciencia de la economía «cómo funcionan los precios, los mercados libres».
Una importancia trascendental a una sola idea y «se necesitó a alguien como Friedman para que no solo le proporcionara esa interpretación, sino que también la defendiera públicamente de una forma tan enérgica».
Para Butler, la Escuela de Chicago es solo una de las tantas instituciones que se pueden asociar con Smith.
Cita al Premio Nobel austriaco Friedrich Hayek, el gran pensador del libre mercado que discutió con John Maynard Keynes en los años 30 sobre la intervención del gobierno en la economía.
«Su metáfora de la ‘mano invisible’ ha sido citada ad nauseam para apoyar la actual ortodoxia de que los mercados, si se los deja en paz, pueden llevar a un resultado socialmente óptimo; de hecho, esto resulta más beneficioso que si el Estado interviene.
En realidad, el libro de Smith supone una colección de recetas para políticos y legisladores. Lejos de dejarlo todo en manos del mercado, el autor pensaba que estaba ofreciendo una guía a los ‘estadistas’ acerca de cómo comportarse para ‘enriquecer al mismo tiempo al pueblo y al soberano‘, es decir, sobre cómo aumentar la riqueza de las naciones».
Mariana Mazzucato en El valor de las cosas
Dejar hacer
A Smith también se le vincula con la expresión francesa laissez faire: dejen hacer, de la filosofía del capitalismo de libre mercado.
Sin embargo, aclara Liu, él no la usó y, aún así, en el siglo XIX, laissez faire y el libre comercio se convirtieron en el lente a través del cual se interpretó a Smith.
El economista canadiense Jacob Viner, quien fue uno de los maestros de Friedman y Stigler en la Universidad de Chicago, escribió en 1927 el famoso artículo: Adam Smith and Laissez Faire, en el que aclaró que Smith no era un defensor doctrinario del laissez faire.
«Viner trata de enterrar esa idea», dice Liu, pero como se evidenciará después, el éxito de su misión fue parcial.
«Adam Smith opinaba que los mercados deben conformarse. En contra de la interpretación moderna de su obra como laissez faire (dejar al mercado a sus anchas), creía que la libertad adecuada no consiste en la ausencia de políticas gubernamentales, sino en la ausencia de extracción de rentas».
Mariana Mazzucato en El valor de las cosas
Después de escribir «La riqueza de las naciones», Smith revisó varias veces «La teoría de los sentimientos morales», su libro de 1759.
«En su última edición, publicada poco antes de su muerte en 1790, añadió, entre varias ideas, un capítulo impresionante sobre lo que llamó la corrupción de nuestros sentimientos morales», señala Liu.
«Dice que nuestra tendencia psicológica a admirar la riqueza y descuidar a los pobres es la mayor y más universal causa de la corrupción de nuestros sentimientos morales».
«Si no sabes que lo escribió él, te sorprendes al conocerlo ¿no?»
«Si piensas en Smith como un defensor del laissez faire, del libre mercado, de la teoría del efecto derrame, un apologista del crecimiento sin importar nada, en este capítulo te encuentras con alguien totalmente diferente».
«Es casi inevitable no darse cuenta cuán preocupado estaba con la desigualdad», concluye Liu.
En sus propias palabras
Estas son las 3 ocasiones en que Smith se refirió a «la mano invisible»:
«El fuego quema y el agua refresca; los cuerpos pesados descienden, y las sustancias más livianas se elevan, necesariamente por su propia naturaleza; nunca se pensó en emplear la mano invisible de Júpiter para esos asuntos. Pero el trueno y el relámpago, las tormentas y la luz del sol, aquellos eventos más irregulares, fueron atribuidos a su favor, o a su ira».
Adam Smith en: «Historia de la Astronomía»
«Los ricos escogen del montón sólo lo más preciado y agradable. Consumen poco más que el pobre, y a pesar de su egoísmo y rapacidad natural (…) dividen con el pobre el producto de todos sus progresos. Son conducidos por una mano invisible que los hace distribuir las cosas necesarias de la vida casi de la misma manera que habrían sido distribuidas si la tierra hubiera estado repartida en partes iguales entre todos sus habitantes; y así, sin proponérselo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y proporcionan medios para la multiplicación de la especie».
En: «La teoría de los sentimientos morales»
«Cuando (cada individuo) prefiere la actividad económica de su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando dirige la primera de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, solo piensa en su ganancia propia; pero en este como en otros muchos casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones«.
En: «La riqueza de las naciones»