Acabo de ver en un video a un pavo cubierto de pedazos de papas fritas de bolsa y relleno con lo que parecen ser tres kilos de queso cheddar.
La filmación tiene más de cuatro millones de visualizaciones en YouTube.
Podemos considerarlo un truco o exceso, pero no por eso deja de ser comida, aunque no como la comemos habitualmente.
Es un ejemplo algo extremo de los llamados videos de «food porn» (o del porno de la comida). Se trata de un clip viral de una receta desmedida diseñada para sorprender y cautivar en igual medida.
Las respuestas al video del pavo relleno de queso fueron variadas, cuanto menos; pero no es un caso aislado.
En la red está de moda videos donde aparecen enormes cantidades de chocolate derretido o atroces montañas de salsa barbacoa. También panecillos rellenos con queso crema o una lasaña que tiene nada menos que 100 capas.
El éxito
Filmaciones cortas como estas se comparten ampliamente en redes sociales y su alcance sugiere que ya están cambiando las expectativas de los consumidores.
Los videos se convierten en una especie de recetas visuales centrándose completamente en la comida y los utensilios de cocina. Eso es lo que importa.
Las tomas finales a menudo muestran primeros planos en cámara lenta del plato resultante.
«Mi primera reacción viendo este tipo de cosas es pensar que son asquerosas, desagradables, increíblemente derrochadoras y ridículamente insalubres», afirma Thom Eagle, chef independiente y crítico de comida.
Sin embargo, Eagle, que se especializa en cocina de restaurantes modernos y recetas de fermentación, ha sido testigo del poder de las redes sociales.
Cuando publica un plato en Instagram -afirma- los interesados le buscan: «Eso es lo que más se vende al día siguiente en el restaurante», sostiene.
Hoy en día, a las personas les gusta comer exactamente lo que quieren, cuando lo desean, y, por ejemplo, utilizan cada vez más aplicaciones de teléfonos móviles de entrega de alimentos para ese propósito.
El mercado de entrega de comidas en Reino Unido, por ejemplo, creció un 13,4% en 2018 y se estima que volverá a a subir este año, según los datos de ese rubro, indica Kim Malley, de la Junta de Desarrollo de Agricultura y Horticultura (AHDB, por sus siglas en inglés).
No hay dudas que las aplicaciones han revolucionado el sector, concluye.
El secreto
¿Cuánta influencia tienen los videos de comida?
Ante el fenómeno, AHDB rastrea la opinión del consumidor sobre los hábitos de compra de alimentos y recetas utilizadas. Una de las preguntas principales es qué fuentes tienen los consultados como fuente de inspiración de lo que se cocina.
«El 12% afirma que vio en YouTube la inspiración de la receta», señala Kim Malley. «Para poner eso en perspectiva, en 2015 eso fue solo del 4%», añade.
Las empresas que elaboran los ingredientes con los que cocinamos están dispuestas a sacar provecho de la locura de los alimentos. Una agencia de marketing que trabaja con marcas para hacer videos de redes sociales con este estilo es Dish Works, con sede en Pensilvania, Estados Unidos.
«Creo que el queso es quizás una de las cosas más sexis que puedes usar en un video», dice Mary Bigham, presidenta y cofundadora de la compañía.
Añade como explicación que «cuando ves tirones de queso y queso burbujeante y meloso, tienes que detenerte y mirarlo».
Sin embargo, este lenguaje visual no se limita a ese producto. Bigham dice que los condimentos como el ketchup o la mayonesa, junto a otros aderezos y salsas vertidas en cámara lenta pueden mejorar la probabilidad de que los espectadores terminen con la boca abierta al final del video.
El peligro
La presidenta de Dish Works indica que el objetivo general para muchos generadores de pornografía de alimentos es incitar al espectador a querer intentar hacer el plato en casa para ellos. Se ve delicioso, y fácil de hacer, así que ¿por qué no?
Sin embargo, eso plantea una pregunta. Como señala el chef Tom Eagle, muchas de estas recetas no son saludables. El queso tiene un alto contenido de sal y grasas saturadas y el tamaño de las porciones en muchos videos de alimentos virales es gigantesco.
Por su parte, Bigham argumenta que nunca ha tenido un cliente que reclame por un video que hubiese considerado irrazonablemente insalubre.
Si bien el exceso es parte de lo que hace que muchos videos de alimentos se vuelvan virales, al mismo tiempo es una mala noticia para la epidemia de obesidad que se expande por el planeta.
«Mi opinión es que estos videos, realmente muestran recetas que son calóricas y contienen una cantidad excesiva de grasa», dice Roberta Alessandrini, nutricionista de la Universidad Queen Mary de Londres, refiriéndose a clips ampliamente compartidos de pizzas y enormes hamburguesas.
«Realmente no representan una idea de cómo debería ser una dieta saludable. Por otro lado creo que cocinar es algo positivo», afirma la experta.
Alessandrini dice que la investigación indica que las personas que cocinan en casa a menudo tienen mejores dietas que aquellos que comen diariamente en restaurantes.
Si el desafío de preparar una lasaña de 100 capas es capaz de devolver a la gente a la cocina, tal vez algo más saludable pueda salir de ese hábito.
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