Un gran signo de interrogación se cierne sobre el mundo: ¿qué ocurrirá después de la pandemia por el coronavirus?
Y el interrogante recae sobre las más cosas más cercanas y concretas (¿cuándo volveremos a darnos la mano con nuestros amigos?) pero también las más abstractas y, solo aparentemente, lejanas: ¿se verán afectadas nuestras libertades individuales?, ¿es el fin de la globalización?, ¿qué pasará con el capitalismo?
Esta última pregunta parece ir al corazón mismo de lo que ocurre. ¿Es el capitalismo una víctima más de la crisis o su directo instigador? ¿En qué deberá cambiar el sistema para adaptarse a la nuevas realidades? ¿Hay apetito para ese cambio entre las clases dirigentes y empresariales?
Alguien que ha dedicado buena parte de su vida a reflexionar sobre el capitalismo y a criticarlo desde un punto de vista progresista es el periodista e intelectual británico Paul Mason.
Cómo periodista ha cubierto las crisis económicas y los movimientos sociales de las últimas dos décadas.
Como intelectual -aparte de una novela y una obra de teatro- ha escrito libros sobre los mismos temas: la clase trabajadora, la crisis financiera de 2008 y las diferentes protestas globales como la Primavera Árabe, Ocuppy Wall Street o los indignados de España.
Pero son sus dos últimas obras, «Postcapitalismo: hacia un nuevo futuro» y «Por un futuro brillante: una defensa radical del ser humano», las que lo han dado a conocer a nivel internacional e involucrado en numerosos debates sobre el estado actual del capitalismo y su futuro.
Hablamos con Paul Mason en Londres, donde reside.
En un artículo reciente usted hace un interesante paralelo entre lo que ocurre ahora y lo que pasó después de la epidemia de la pestenegra, en el sigo XIV, porque de hecho significó el cambio de Feudalismo a Capitalismo.
Uno de los temas de mi trabajo es que -como el Feudalismo- el Capitalismo tiene un comienzo, un medio y un final.
Y en mi último libro (Clear Bright Future: A Radical Defence of the Human Being) digo que el final de un modo de producción de un sistema económico es con frecuencia una mezcla de sus debilidades internas combinado con lo que a menudo llamamos «shocks extremos» o exógenos.
Entonces, para nosotros el cambo climático se siente como un shock exógeno porque el único capitalismo industrial que conocemos está basado en la extracción de carbón y la destrucción de la biósfera.
Es posible que, en un universo paralelo, el capitalismo se hubiera desarrollado con energía producida por el agua y en armonía con la naturaleza. Pero no fue así.
También está el envejecimiento de la población, que iba a hacer entrar en bancarrota a posiblemente un 60% de los países para mediados de este siglo porque no va a haber suficiente gente para sostener una población envejecida.
El coronavirus es otra cosa que parece un shock externo, porque probablemente se originó en un murciélago y es el último en una serie de virus zoonóticos que han saltado a los seres humanos.
Pero mi argumento es que, aunque parecen shocks externos, en realidad son producidos por el capitalismo.
Ese es el problema: el tipo de capitalismo que tenemos destruye los bosques tropicales y crea las condiciones para que millones de personas vivan en barrios marginales.
Y en el mundo desarrollado -probablemente no tan obvio para algunos de sus lectores en América Latina- ha creado «enfermedades de la pobreza». Entonces mucha de la gente muriendo en Londres es obesa, tiene diabetes tipo B o enfermedades de los pulmones porque han fumado toda la vida.
El paralelo que hago con la peste negra es limitado, pero vale la pena explorarse, porque hizo dos cosas: interrumpió el modelo económico del Feudalismo porque no había campesinos para cultivar la tierra.
Y en la ciudades no había suficientes personas que supieran trabajar lo que era la materia prima principal en esa época, la lana. En las revueltas que se produjeron después de la peste negra siempre hubo trabajadores de la lana.
El otro impacto -y mayor- es que interrumpió la ideología. Porque hizo que la gente se dijera: esto (el modelo) no está funcionando.
Entre quienes han estudiado la época hay un libro brillante que se llama «Lust for liberty» (Deseo de libertad), de Samuel K. Cohn. El título lo dice todo: al final de la peste negra la gente se dio cuenta de que el sistema no la estaba protegiendo.
Si piensa en el Feudalismo -y en América Latina creo que todavía guardan la memoria de esos grandes señoríos de los terratenientes, pues las revoluciones anticoloniales fueron también contra los grandes terratenientes-, la cultura dentro de esos grandes señoríos es el paternalismo. El dueño esta ahí para explotarte, pero también te protege.
Y lo que pasó en el siglo XIV es que la gente dijo «un momento, esto no nos está protegiendo», Entonces la palabra «libertad» empezó a diseminarse y a ser usada.
Nosotros pensamos en la palabra «libertad» en relación con la Revolución francesa, pero en 1360 y en adelante tenemos la palabra «libertas», en latín usada por revolucionarios.
Algo que me llama la atención en esta comparación es que la peste negra marcó el paso del Feudalismo al Capitalismo, lo que de alguna manera dio paso al Renacimiento y a lo que conocemos como Edad Moderna. Y desde hace unos 40 años se viene hablando del fin de esa Edad Moderna y de lo que, por falta de una expresión mejor, se llama Postmodernismo. Como si de nuevo una epidemia estuviera marcando el paso a una era distinta….
Es interesante, pero no lo veo así. Hay varias cosas en juego. Mi posición es que tenemos a nivel global un sistema económico que no funciona. Y es un sistema que depende de que el mundo rico bombee dinero en el más pobre y, a su vez, este mundo pobre bombee de vuelta ganancias al rico.
Es una simplificación extrema, pero así funciona.
Eso ha creado enorme desarrollo en el sur global -algo bueno para la región- pero a la vez crea barrios marginales, pobreza y desigualdad. Y en el mundo desarrollado también ha creado tanta desigualdad que el sistema no es sostenible.
En 2008, dijimos: hay demasiada deuda. Y la razón fue que los bancos centrales imprimieron demasiado dinero y la gente lo usó para especular. Y la solución fueron 75 billones extras en deuda y más dinero por parte de los bancos centrales.
Entonces tratamos de curar la enfermedad… con más enfermedad. Y la enfermedad es el capitalismo financiero.
¿Y cuál es la cura que se está ofreciendo para la crisis del covid-19? Más dinero desde los bancos centrales, más deuda.
Entonces, antes de hablar de Modernidad, debemos hablar de algo mucho más reciente: del modelo económico Neoliberal, que es basado en alta desigualdad, especulación financiera extrema y salarios bajos. Un modelo que en algún momento funcionó pero que ya no lo hace.
Dejemos a un lado el tema de la deuda. Si piensas en una franquicia de Starbucks, trabaja a un margen de ganancia muy pequeño porque los costos siempre están bajo presión para que se reduzcan.
Si Starbucks trata de aumentar el precio del café, McDonald’s lo reduce de inmediato. Entonces estamos en algo que ha sido llamado «just in time Capitalism«, donde no hay inventarios ni existencias.
Es lo que tenemos en el servicio de salud británico: lo operamos a su capacidad total, entonces no hay camas ni respiradores de repuesto. Y eso no puede continuar así. Lo que se necesita es capacidad.
En el futuro tendrá lógica que Starbucks posea vastas bodegas con granos de café en cada país. Tendrá lógica que los empleadores tengan trabajadores adicionales, porque esto va a continuar y tendrán un 10% de fuerza de trabajo enferma en todo momento.
Y lógicamente, el servicio de salud británico debería tener más camas, doctores y enfermeros.
Pero si todo eso ocurre, el modelo entero del neoliberalismo va a caer. Entonces ese es mi punto. Tenemos un modelo que ya explotó y creo que la tarea para aquellos que están involucrados en política es pensar en una solución.
Porque la respuesta no puede ser la misma que la mayoría de los países dio en 2008, ¿no? Austeridad, recortes en sistemas como el de salud. Eso va al corazón de todo lo que está mal ahora
Por supuesto. Tenemos que rechazar la austeridad, no sólo porque golpea más fuerte a los que menos tienen sino porque si la combinas con más dinero impreso por los bancos centrales…
Piénsalo en términos de la cantidad de dinero circulando: si un gobierno pone a circular más dinero, pero al mismo tiempo le está quitando dinero a la economía (bajando salarios y reduciendo el gasto público), el único lugar hacia el que ese dinero puede fluir es hacia los más ricos.
Entonces, esa combinación de imprimir mas billetes mientras se reduce el Estado sólo va a producir más desigualdad.
Y de hecho le digo lo siguiente a sus lectores: cualquier gobierno en América Latina que proponga hacer estas dos cosas al mismo tiempo está a sabiendas llenando los bolsillos de la clase alta de ese país.
¿Qué cree entonces que va a ocurrir? Porque estamos ante cambios que nunca se pensó que pasarían con tal rapidez: países aprobando un salario básico universal o la nacionalización de aspectos clave de la economía… ¿Va eso a continuar?
No. Mire, es posible pensar en tu cabeza que el libre mercado funciona perfectamente y que va a corregir todo en circunstancias normales pero lo que ahora necesitamos es una fuerte intervención estatal.
Lo estamos viendo con Trump o con los conservadores en Reino Unido que están tomando las medidas correctas aunque con lentitud: cerrar la economía y la compra estatal de compañías.
Pero, ¿que va a pasar cuando la gente se dé cuenta de que la normalidad no va a regresar? Creo que necesitamos tres cosas:
Que el gobierno tenga una participación en todos los negocios estratégicos. Esto no es lo mismos que rescatarlos. Se les da algún dinero pero con condiciones, como que mantengan toda la fuerza de trabajo que puedan; en los casos de aerolíneas y petroleras se les pide que empiecen a cambiarse a tecnología verde. Y que el Estado sea dueño de una parte de la empresa.
Usted mencionó renta básica. A largo plazo, la mejor manera de que esto funcione es a través de algo llamado servicios básicos universales.
Es decir, usar el dinero de los contribuyentes no para garantizarle un salario a todo el mundo, sino para proveer servicios gratis: salud, educación a nivel universitario, viviendas muy baratas y transporte muy barato o incluso gratis en las ciudades.
El problema en esta crisis es que nada de eso va a ayudar porque lo que la gente necesita ahora mismo es efectivo. Entonces si, en el corto plazo necesitamos en cada país un esquema de salario básico universal.
Finalmente, la tercera cosa que creo que necesitamos es que los bancos centrales compren deuda del gobierno, si es necesario de manera directa.
Esto es anatema para la economía de libre mercado porque básicamente es el gobierno diciendo que es el fin de la independencia de los bancos centrales (algo que era una ficción, de todas maneras). Es el gobierno prestándose a sí mismo.
Para muchos no tiene sentido, pero tendríamos que pensarlo de esta manera: nos estamos dando un «préstamo puente» (un préstamo especial que conceden algunas entidades financieras cuando sus clientes tienen una necesidad inmediata de financiación) del futuro.
Eso van a tener que pagarlo quienes estén vivos dentro de 50 a 100 años. Porque si nosotros pagamos los costos ahora, no es solo que la gente va a morir de una enfermedad. Creo que la misma democracia va a morir.
Ya estaba muy frágil -fíjate en Trump, en Bolsonaro- y si permitimos una caída en la escala de 1929 creo que en muchos países la democracia se va a evaporar.
Algo que usted analizaba hace casi cinco años en «Postcapitalismo», su libro anterior, es que el capitalismo ha perdido su capacidad de adaptarse, en especial neoliberalismo. ¿Lo sigue pensando?
El capitalismo se puede adaptar a esta crisis, pero tendrá una forma muy diferente. Se verá tan diferente que mucha gente no lo entenderá como capitalismo.
Ahora mismo hay muchas oportunidades para inversión privada. Por ejemplo en diferentes maneras de educación, entretenimiento.
Los ingresos de Netflix está aumentando, su problema es que no puede hacer programas. Pero está la oportunidad para que las personas creativas los hagan. Por ejemplo, creo que la animación se volverá de nuevo muy popular.
No estoy diciendo que esta crisis vaya a significar el fin del capitalismo. El punto en mi libro era diferente: que el capitalismo había perdido su capacidad de adaptarse a los cambios tecnológicos.
Sí, es verdad.
En esencia, en todas las revoluciones tecnológicas previas, las tecnologías nuevas destruían los viejos trabajos.
Por ejemplo, las personas que usaban caballos y carrozas se quedaron sin trabajo a principios del siglo XX con la creación del automóvil. Pero nuevos trabajos fueron creados en las fábricas de autos.
Así es como se adapta el capitalismo. El problema es que la tecnología de la información actual destruye trabajos más rápido de lo que los crea y siempre lo hará. Y en particular destruye trabajos bien remunerados.
Por supuesto, crea el puesto de desarrollador de software bien pagado, pero ahora mucho del desarrollo en software está automatizado.
El clásico trabajo manual bien pagado era el de fabricante de herramientas para maquinaria. Entonces tenías un ingeniero muy talentoso que era capaz de diseñar y fundir en metal algo que era tan preciso que podías hacer aviones con ello. Ahora lo hace un computador.
Ese es la idea que trato de explicar cuando hablo de que la no adaptabilidad del capitalismo, pero esta crisis de covid-19 es un problema más.
¿Y sigue creyendo ver las semillas de ese postcapitalismo en mucho de lo que vivimos ahora, como Wikipedia?
La tecnología de la información hace que sea muy difícil obtener ganancias fáciles. También crea la posibilidad de automatización rápida. Crea un efecto de redes que produce nuevo material.
Por ejemplo: cuando descubramos una vacuna para el coronavirus, ya sea que los dueños la proporcionen gratis o no, el hecho es que podría ponerse a disposición de todo el mundo al día siguiente. Y gratis. Ahora es muy fácil fabricar la vacuna por la tecnología de la información.
Básicamente, la tecnología de la información está haciéndole muy difícil al capitalismo ser capitalista. Ahora, dentro de eso tenemos unas maneras alternativas de posesión, como Wikipedia, el movimiento open source, plataformas de cooperación.
En «Postcapitalismo» yo argumento que a todo esto le tomará mucho tiempo para madurar en un sistema alternativo, entonces el punto es si los Estados quieren hacerlo.
¿Quieren los Estados entender que vastas proporciones de lo que hacemos puede hacerse por fuera de un sistema de ganancias?
Y creo que el hecho de que ahora mismos estemos en una crisis de funcionalidad del modelo existente debería hacer que las personas piensen en qué alternativas tenemos.
Y para mí, la alternativa para los próximos 20 años es una forma más sostenible de capitalismo. Es decir, más verde, sin barrios marginales, sin especulación financiera.
Seguirá siendo capitalismo, pero no se verá como tal.
Pero las tendencias geopolíticas que vemos ahora no apuntan hacia ese tipo de cooperación: ascenso de nacionalismos, de la figura del hombre fuerte. De hecho, algunos pensadores creen que lo que pasará al final de esta crisis será similar a lo que vimos tras la Primera Guerra Mundial, más fragmentación y división… Entonces las cosas pueden empeorar.
Sí, es verdad, existe la amenaza de gobiernos autoritarios de derecha colaborando con el ascenso de fascismo real.
Están interactuando. Esa amenaza se verá fortalecida pero debes recordar algo: usaste el ejemplo de la Primera Guerra Mundial y lo que también vimos en ese entonces fueron levantamientos de trabajadores, gobiernos de izquierda en Austria, Alemania…
Sí, bastante cortos…
Sí, claro pero es que la historia es…
Hay una gran frase de un poema de un inglés que peleó en la guerra civil española, John Cornford, quien la escribió cuando estaba literalmente sentado en una trinchera, esperando la muerte. Siempre pienso en ella en momentos como este, dice: «La historia no es plastilina sino rugientes arenas».
Es una muy buena analogía. No podemos moldear la historia con nuestras manos como si fuera plastilina, son como arenas que fluyen, siempre puedes darles dirección. No es inevitable que esas arenas te van a aplastar. Puedes hacer algo.
En el período que viene, mucha gente se va a aferrar al recuerdo de lo que fueron los últimos 20 años. Y todo lo que querrán es volver a lo mismo.
Y lo sé por lo que pasó con la generación de mi padre: cuando la vieja estabilidad posterior a la Segunda Guerra colapsó, se aferraron a los recuerdos de los 60. Lo único que querían era volver a eso. Pero me temo que ahora, como entonces, no hay marcha atrás.
Creo que los países más exitosos serán los que se den cuenta de que no hay manera de regresar, que habrá desglobalización -no es algo bueno, no lo celebro-, pero en un mundo desglobalizado quienes lo entiendan primero serán los que menos sufrirán.
Franklin Delano Roosvelt se dio cuenta en 1933 de que la manera de salir de la Gran Depresión eran una intervención estatal masiva y programas de empleo. En ese momento, Estados Unidos tenía partidos fascistas, pero perdieron.
Para 1933 era muy tarde para detener el fascismo en Alemania porque la sociedad civil había colapsado bajo el peso de un enorme desempleo.
Entonces, ahora los exitosos serán quienes entiendan primero que habrá una formas limitadas de desglobalización, que el Estado necesita asumir un papel más fuerte, que el sistema de bienestar necesita también ser fortalecido.
Y tendrá que haber un nuevo acuerdo social entre trabajadores, propietarios de la tierra y jefes de compañías.
Porque si quieres manejar un Estado -estoy pensando en Brasil y Bolsonaro- como si fuera una entidad partisana en tiempos de guerra, constantemente en conflicto con la mitad de tu población, el país no prosperará.