La última vez que Mary Jayaseelan habló con su esposo Rajesh, estaban a punto de conectarlo a un ventilador en una sala de emergencias para enfermos de covid-19.
Rajesh estaba en el Hospital Northwick Park de Londres, la ciudad en la que trabajaba como conductor de Uber durante la mayor parte del año.
Mary estaba a más de 8.000 kilómetros de distancia, en la casa de la familia en Bangalore, India, con los dos hijos pequeños de la pareja.
Hasta ese momento, él le había dicho en repetidas ocasiones que estaría bien, que se sentía enfermo pero que no debía preocuparse, que mejoraría: con 44 años, era joven y, por lo demás, estaba sano.
Pero durante esa llamada, se quebró y admitió: «Mary, estoy un poco asustado».
Murió al día siguiente.
Rajesh y Mary se casaron el 24 de febrero de 2014 y alquilaron una casa en Hulimavu, al sur de Bangalore, que compartían con la madre de él, de 66 años.
Durante la mayor parte del año, Rajesh alquilaba una habitación en Harrow, en el norte de Londres, y trabajaba como conductor de Uber.
Trabajaba desde altas horas de la noche hasta las primeras de la mañana, cuando la demanda es mayor, para poder ahorrar suficiente dinero y pasar así unos meses con su familia en India.
Le gustaba ser conductor, aunque no previó que su precario trabajo lo haría vulnerable ante la crisis de salud global que surgiría más tarde.
«Había estado viviendo en Londres de forma intermitente durante 22 años, y volvía a India durante varios meses seguidos», dice Mary.
«Le encantaba la ciudad. Siempre me hablaba de lo hermosa que era y tan limpia. Nunca he estado en Londres, así que él me la describía».
Eran muy felices, dice.
Rajesh amaba a su esposa y jugar con sus dos hijos, de seis y cuatro años. Cuando no estaba en India, mantenían videoconferencias a diario.
«También era un muy buen cantante», dice Mary, llena de orgullo. «Cantaba muchas canciones en hindi».
Era una «persona humilde y gentil», agrega su amigo cercano Sunil Kumar.
Sunil y Rajesh se conocieron en 2011. Ambos eran de Bangalore, por lo que amigos en común los pusieron en contacto cuando Sunil se mudó a Reino Unido.
Se ayudaban mutuamente a navegar por los diversos sistemas burocráticos británicos, se prestaban pequeñas cantidades de dinero cuando era necesario, y Sunil y su esposa invitaban a Rajesh a comer a su casa en Hertfordshire, enviándolo de vuelta con deliciosa comida del sur de la India para varios días.
Aunque Rajesh amaba Londres, no planeaba quedarse para siempre: quería volver a estar con su familia en India.
Alquilar su casa en Hulimavu fue relativamente costoso, por lo que durante su última estadía en Bangalore, a fines de 2019, él y su esposa obtuvieron un préstamo y compraron un terreno para construir su propia vivienda.
Pensaron que el préstamo no sería un problema: Rajesh volvería a Londres y ahorraría el dinero suficiente para pagarlo. La siguiente vez que viajara a Bangalore, le dijo a su esposa, sería para quedarse.
Regresó a Londres el 15 de enero. Menos de dos semanas después, se reportaron los primeros casos de coronavirus en Reino Unido.
Aunque el virus había llegado a país, Rajesh no estaba demasiado preocupado.
Las tiendas y restaurantes todavía estaban abiertos, la gente seguía yendo al trabajo y saliendo después. Para todos, incluidos los conductores de Uber, la vida continuó como siempre.
Luego llegó marzo y el virus ya estaba pasando de persona a persona dentro de Reino Unido. El número de casos, y muertes, aumentaba cada día.
A quienes mostraban síntomas, incluidas fiebre leve y tos persistente, se les pidió que se autoaislaran durante siete días.
El 23 de marzo el primer ministro, Boris Johnson anunció un cierre nacional que duraría inicialmente tres semanas.
Significaba que la mayoría de las empresas cerrarían, y solo se permitiría a las personas salir a tomar aire una vez al día y hacer viajes esenciales a las tiendas, a menos que fueran considerados trabajadores «esenciales».
Al igual que muchos conductores de Uber, Rajesh continuó trabajando al principio, pero rápidamente desarrolló síntomas parecidos a la gripe y tuvo que dejar de hacerlo.
Su último trabajo fue el 25 de marzo: un viaje al aeropuerto de Heathrow.
Sus síntomas empeoraron mucho y fue ingresado con deshidratación.
En el hospital le hicieron la prueba del coronavirus. Dio positivo.
El personal médico le dijo que se fuera a casa, se aislara y que volviera si sus síntomas empeoraban. Hizo lo que le dijeron y se fue a su habitación. Pero las cosas estaban a punto de empeorar.
«El propietario le pidió a Rajesh que saliera a buscar algo y cuando regresó había cambiado las cerraduras, por lo que no pudo entrar», dice Mary.
«Trató de llamar a la puerta y pedirle al arrendador que hablaran, pero no abrió la puerta».
El propietario no sabía sobre su diagnóstico positivo, pero le dijo que, como conductor de Uber, podría traer el coronavirus a la casa, y que no era un riesgo que estuviera dispuesto a correr.
Sin otro lugar adonde ir, Rajesh se vio obligado a dormir en su automóvil durante varias noches.
«No tenía comida, absolutamente nada que comer», dice Mary.
En este punto llamó a su amigo Sunil para pedirle su consejo.
«Esa fue la última llamada que me hizo», dice este. «No entró en detalles sobre lo que le estaba sucediendo, pero debido a que yo trabajo en el Servicio Nacional de Salud (NHS), me hacía preguntas como ‘¿Qué tan seguros estamos?’, ‘¿Es mejor volver a India? … cosas así».
«Me preguntó si conocía alguna ruta, si había alguna forma posible de hacerlo: quería ir a India y estar con su familia. Pero para ese entonces también había un un cierre total en India».
Sunil le dijo que lo mejor era quedarse en casa, no trabajar, y buscar ayuda financiera para los trabajadores autónomos que el gobierno acababa de anunciar, o la asistencia de 14 días ofrecida por Uber.
Rajesh estuvo de acuerdo y explicó que necesitaba encontrar un nuevo lugar para vivir, porque su propietario le dijo que era de alto riesgo. Pero, dice Sunil, no le dijo que ya lo había echado de casa: «Puede que se sintiera avergonzado por ello».
Tras conversar con su amigo, Rajesh volvió a llamar a su arrendador para rogarle que lo dejara quedarse. No hubo respuesta.
Después de días de búsqueda, finalmente encontró otra habitación en una casa compartida en Harrow.
El nuevo propietario le hizo pagar por adelantado £4.000 (unos US$5.000), un dinero que no tenía, y Mary dice que tuvo que pedir prestado.
Una vez que Rajesh volvió a conseguir donde vivir, no quiso arriesgarse a ser desalojado nuevamente.
Se escondió y evitó el contacto con su nuevo propietario y todos los demás inquilinos, sin siquiera atreverse a cocinar.
Su salud empeoraba con cada día que pasaba. La única interacción social que tenía eran las llamadas diarias con su esposa.
Fue durante una de estas conversaciones telefónica que Mary notó que estaba respirando con dificultad.
«Resollaba mucho en esa habitación y cada día empeoraba», dice ella.
«Una noche le dije que fuera al hospital. No quería llamar a una ambulancia, por si los vecinos se enteraban de que estaba enfermo y volvían a desalojarlo».
Rajesh condujo hasta el hospital, a pesar de que se quedaba sin aliento. Cuando llegó le diagnosticaron neumonía.
«A la mañana siguiente me llamó desde el hospital. Era una videollamada, y cuando los niños lo vieron comenzaron a llorar por lo enfermo que estaba», dice Mary.
«Apagó su video y me dijo que no quería que lo recordaran tan mal». Hablarían solo unas pocas veces más.
El 11 de abril, los médicos que lo cuidaban llamaron a Mary y le explicaron que Rajesh estaba crítico y que no esperaban que mejorara.
Organizaron una videollamada para que ella y los niños lo vieran por última vez. Estaba inconsciente.
Murió dos horas después.
Si bien se ha repetido a menudo durante esta pandemia que «el coronavirus no discrimina», es evidente que el virus es peor para algunos que para otros.
Afecta particularmente a los que viven al día y a aquellos que no tienen trabajos permanentes, lo que incluye a conductores autónomos como Rajesh.
El año pasado 4,7 millones de personas tenían ese tipo de empleos en Reino Unido y, según un estudio publicado en 2018, el 60% de la población mundial trabaja en la economía informal.
Otra investigación realizada por el Foro Económico Mundial y otros organismos muestra que estos trabajadores se ven desproporcionadamente afectados por la pandemia.
Se debe a una combinación de factores: ser clasificados como trabajadores «esenciales», lo que requiere que continúen interactuando con extraños; no contar con licencias por enfermedad con goce de sueldo, lo que dificulta el autoaislamiento; tener salarios bajos e inseguros, lo que hace que sea más probable que habiten viviendas inseguras; y no tener derecho a evaluaciones de riesgo o equipo de protección.
Ayako Ebata, del Instituto de Estudios de Desarrollo de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, dice que debido a que estas personas no tienen empleos permanentes y «dependen en gran medida de sus salarios diarios», están bajo mucha presión para no perder sus trabajos o tomarse un descanso, incluso cuando existen riesgos importantes para su salud.
«No es porque sean ignorantes o estén desinformados, es porque todo el sistema los está obligando a tomar decisiones que eventualmente resultarán perjudiciales para sus medios de vida y su salud».
La raza también es un factor de riesgo. Según múltiples estudios recientes, las personas negras, asiáticas o de minorías étnicas en Reino Unido, como Rajesh, tienen una probabilidad desproporcionadamente mayor de tener un trabajo inseguro que las blancas.
También tienen una probabilidad desproporcionadamente mayor de enfermarse de gravedad y morir con covid-19.
Los pacientes de minorías étnicas representan el 34% de los que están en cuidados intensivos, a pesar de representar solo el 13% del total de la población.
Las investigaciones sugieren que esto se debe a una combinación de factores de riesgo: una mayor incidencia de afecciones de salud subyacentes de alto riesgo, como diabetes e hipertensión, así como factores sociales y una desigualdad sistemática.
«El coronavirus está haciendo que muchas de las desigualdades en nuestra sociedad, a las que previamente habíamos hecho la vista gorda, se vean muy claramente», dice Alex Wood, un sociólogo de la Universidad de Oxford.
Después de enterarse de que su hijo había muerto, la madre de Rajesh se enfermó.
Sufre de hipertensión y tuvo un aumento del nivel de azúcar en sangre, por lo que ahora se limita a estar en cama. «Está inconsolable desde entonces», dice Mary.
Como tiene que hacer frente al préstamo para comprar su casa, las facturas médicas y las tarifas escolares, Mary está tratando de encontrar trabajo como limpiadora en su área, pero el confinamiento está haciendo que sea mucho más difícil tener sus finanzas bajo control.
Sunil los está ayudando con dinero cuando puede, y ha organizado una recaudación de fondos en línea para ellos.
También está investigando si puede emprender acciones legales contra el primer arrendador de Rajesh, y los familiares de Mary en Bangalore le han organizado una recaudación de fondos en India.
Uber también contactó a la BBC para ofrecer sus condolencias a la familia.
Pero más que nada, Mary está luchando para aceptar la rapidez con que todo ha cambiado.
«Ahora que Rajesh se ha ido, nuestra vida se ha vuelto muy difícil», dice. «No sé qué haremos sin él».