Como corresponde a todo acto de magia, sus orígenes son un tanto misteriosos.
Pero, aunque hay versiones que sostienen que el truco proviene del Egipto antiguo, y otras que se realizó por primera vez ante el papa Pío VII a comienzos del siglo XIX, existe un consenso generalizado de que tienen poco fundamento.
Lo que sí está documentado es que hace 100 años el mago británico P.T. Selbit fue el primero que introdujo a una asistente en un cajón de madera como parte de su acto, cerró el cajón y procedió a serrucharlo en dos, ante un público azorado.
Ocurrió en el teatro Finsbury Park Empire, en Londres, el 17 de enero de 1921.
El truco de la mujer dividida al medio se convertiría en todo un boom en la década de 1920 y se transformaría en uno de los trucos de magia más emblemáticos de todos los tiempos.
Un siglo más tarde, sigue siendo parte del repertorio de muchos ilusionistas, aunque el acto hoy suele diferir bastante de aquel con el cual Selbit fascinó a su audiencia.
Mujer aserrada
El acto que Selbit llamó «Aserrando a una mujer», consistía en introducir a una asistente en un cajón de madera un poco más grande que un ataúd.
La mujer entraba atada de manos y pies. Selbit cerraba la caja, dejando a la mujer fuera de vista.
Luego, tomaba una sierra y comenzaba a serruchar el cajón al medio.
El truco terminaba cuando abría nuevamente el cajón, revelando que la asistente seguía intacta.
En las muchas imitaciones que surgirían después, el acto se tornaría aún más audaz, con cajones especiales que revelaban la cabeza, manos y pies de la asistente que supuestamente era mutilada.
Eventualmente directamente dejó de usarse el cajón, y las asistentes eran «serruchadas» a plena vista.
Pero a P.T. Selbit -cuyo nombre real era Percy Thomas Tibbles y usaba como nombre artístico una versión de su apellido dado vuelta- no solo se le atribuye ser el primero que llevó a cabo el acto de la mujer aserrada en público.
También se considera que con su truco marcó una nueva era del ilusionismo que, además, tuvo importantes repercusiones culturales.
El rol de la mujer
Según el experto en magia estadounidense Jim Steinmeyer, quien ha escrito extensamente sobre la historia de esa profesión, el enorme éxito que tuvo el nuevo truco de Selbit no solo tuvo que ver con su ingenio, sino también con su timing.
Steinmeyer sostiene que el público, que había quedado psicológicamente golpeado tras la Primera Guerra Mundial (1914-18), estaba cansado de los trucos de magia tradicionales y ansiaba algo nuevo, que los sorprendiera.
En su libro Hiding the Elephant: How Magicians Invented the Impossible («Escondiendo al elefante: cómo los magos inventaron lo imposible»), Steinmeyer recalca que el espectáculo de Selbit también impuso una nueva tendencia: el de la atractiva y vulnerable asistente del mago.
Hasta entonces, era común que tanto hombres como mujeres asistieran a los magos en sus actos.
Pero los voluminosos vestidos de la era victoriana hacían difícil que una mujer pudiera participar de una ilusión que requería que entrara en un espacio reducido, como un cajón.
La nueva y reveladora moda de los años 20 cambiaron eso, haciendo que fuera común incluir a mujeres atractivas mostrando sus piernas en los espectáculos.
Cuenta Steinmeyer que tras el éxito del truco de Selbit «la imagen de la mujer en peligro se convirtió en una moda específica en el entretenimiento».
Sufragistas
Algunos sostienen que hubo otro motivo relacionado con las mujeres que explica por qué se hizo tan popular este nuevo truco.
Uno de los temas más candentes en el Reino Unido de 1921 era el sufragio femenino.
Después de décadas de lucha, el movimiento de las suffragettes, lideradas por Emmeline Pankhurst, habían logrado que se aprobara en 1918 una ley permitiendo a las mujeres mayores de 30 votar bajo ciertas circunstancias.
Mientras que para las suffragettes no era suficiente -siguieron exigiendo el voto igualitario sin condiciones hasta obtenerlo en 1928- una parte importante de la sociedad se oponía a que las mujeres pudieran votar.
Según Noel Britten, presidente de The Magic Circle, uno de los clubes de magia más antiguos, la polémica por el sufragio femenino jugó una parte en la popularidad del truco de Selbit.
«Por cada persona que pensaba que era genial que las mujeres obtuvieran el voto, ¿habría otras personas que pensaban que era genial que metieran a una mujer en una caja y la corten por la mitad?», comentó al diario The Guardian.
Lo cierto es que el propio Selbit alimentó la controversia.
Cuenta la académica Naomi Paxton, responsable de la oficina de igualdad y diversidad de The Magic Circle, que el mago invitó a Christabel Pankhurst, hija de Emmeline y otra famosa sufragista, a ser su asistente durante el acto de la mujer aserrada.
Ocurrió luego de que Pankhurst publicara un aviso en un diario buscando «trabajo remunerado y apolítico».
Pankhurst, como era de esperarse, rechazó la oferta.
Fama esquiva
A pesar de la enorme popularidad que tuvo el novedoso espectáculo de Selbit, el mago británico no logró capitalizar su fama.
Principalmente, porque otros tomaron su idea e incluso la mejoraron.
Uno de estos emuladores fue el mago estadounidense Horace Goldin, quien, meses después de que Selbit presentara su acto en Londres, creó su propia versión para el público de su país.
Goldin fue el primero en mostrar la cabeza, manos y pies de la asistente durante la ilusión.
Pero además tuvo otra genialidad: patentó su acto, evitando que otros lo imiten.
Así, cuando Selbit comenzó una gira por Estados Unidos para presentar su espectáculo que tanto éxito había tenido en Reino Unido, se encontró con que ni siquiera podía usar el nombre original del truco.
Goldin había patentado el título «Aserrando a una mujer» y varios más parecidos. Al final, el mago británico tuvo que conformarse con llamar a su famoso truco «La mujer dividida», que tenía bastante menos impacto.
A pesar de que trató de demandar a Goldin, la justicia determinó que el truco del estadounidense era suficientemente diferente como para ser considerado uno distinto.
Esto explica, seguramente, por qué pocos hemos oído hablar de P.T. Selbit, a pesar de que su acto de magia sigue siendo popular un siglo más tarde.
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