Tratar de ponerse al día con las últimas cifras de los muertos del coronavirus ya parece haberse convertido en parte de la rutina de muchos: el mapa que muestra el número de contagiados y muertos con covid-19 lleva semanas en la lista de artículos más leídos en BBC Mundo.
Son cifras que se actualizan periódicamente gracias al trabajo del Centro de Recursos sobre el Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, que utiliza para ello los datos hechos públicos por numerosas fuentes oficiales.
Es información útil y valiosa, pues al igual que la transmitida en ruedas de prensa cotidianas por funcionarios de todo el mundo, ayuda a darse una idea del rápido avance de la pandemia de covid-19.
Pero como autoridades y expertos han reconocido en numerosas ocasiones, la misma nada más muestra la punta del iceberg: el coronavirus avanza a una velocidad que supera tanto las capacidades de diagnóstico como a los sistemas de registro, los que además no necesariamente están contando a todas las víctimas.
Mapa del coronavirus: propagación global, 17 de abril de 2020
Esta visualización se basa en datos periódicos de la Universidad Johns Hopkins y puede que no refleje la información más actualizada de cada país.
El problema ya había sido admitido, en circunstancias muy dolorosas, por el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, y el país sudamericano ahora incluye en sus estadísticas oficiales la categoría «fallecidos probables por COVID-19» para dar cuenta de los fallecidos sin diagnóstico confirmado.
Y también volvió a ponerse de manifiesto en los últimos días, con Reino Unido sumándose a la lista de países señalados por no estar incluyendo en su conteo diario a numerosos ancianos muertos por fuera del sistema hospitalario, Nueva York actualizando sus estadísticas para incluir posibles víctimas a las que nunca se les practicó la prueba del coronavirus y hasta Wuhan revisando sus datos.
De hecho, el problema de la calidad -y credibilidad- de las cifras sobre la pandemia se metió incluso en la polémica por la suspensión de las contribuciones estadounidenses a la Organización Mundial de la Salud, pues fue uno de los argumentos esgrimidos por el presidente Donald Trump para justificarla.
«Su confianza en los datos de China quizás causó un incremento de 20 veces más en el número de casos en el mundo«, fue una de las críticas de Trump a la OMS.
Subregistro generalizado
Sin embargo, como sugiere una investigación reciente de ProPublica, todo indica que incluso en EE.UU. el número real de muertes vinculadas al covid-19 es mucho más alto que el oficialmente reportado.
Según la organización periodística, en las últimas semanas ciudades como Boston, Detroit, Nueva York, Seattle y otras áreas metropolitanas del país han registrado muchos más fallecimientos de lo habitual.
Y los muertos oficialmente identificados como víctimas del coronavirus solo dan cuenta de parte de ese aumento.
«El conteo oficial de muertos con covid-19 parece estar, al menos por el momento, obviando fallecimientos que se producen fuera de los hospitales«, se concluye en el reportaje, que también cita a un experto que admite que en el inicio de la pandemia «el subregistro (de muertes) siempre va a ser muy elevado».
El problema de una altísima sobremortalidad no explicada por los fallecimientos atribuidos a la pandemia también ha sido observado en algunas de las zonas de Europa más afectadas: Bérgamo, en Italia; Haut-Rhin, en Francia y las comunidades de Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León en España.
Y esta semana las autoridades ecuatorianas reconocieron que lo mismo pasa en la provincia de Guayas, la más afectada por la pandemia.
Ahí, durante los primeros 15 días de abril se registraron unas 6.700 muertes, cuando normalmente hay 1.000 fallecidos por quincena.
Pero hasta este jueves las cifras oficiales nada más daban cuenta de 402 muertos con covid-19 en todo el país y 632 «fallecidos probables».