Mucho se puede decir de la forma de escribir del célebre autor británico Charles Dickens, pero no que era impenetrable.
El novelista más popular de su época, escribía para la audiencia más amplia posible, serializando sus historias en periódicos antes de publicarlas como libros.
No obstante, por más un siglo y medio después de su muerte, varios textos suyos han sido un endemoniado rompecabezas para los eruditos.
Los escribió en una taquigrafía que llamaba «la letra del diablo» y nadie los ha podido leer.
Es por eso que el proyecto Dickens Code (Código Dickens) apeló al público para que ayudara a descifrar la que es conocida como «Carta Tavistock», escrita por el autor en papel de membrete azul, y albergada en la Biblioteca y Museo Morgan, EE.UU.
Cientos voluntarios de Reino Unido, Italia, América del Norte y del Sur, España y Australia ayudaron a descifrar más del 60% del texto, lo suficiente para que los investigadores pudieran finalmente comprender su significado.
¿Por qué tan difícil?
Los herméticos textos están escritos en un sistema de taquigrafía llamado «brachygraphy» que es notoriamente difícil.
Dickens lo describió como «un salvaje misterio estenográfico» en su novela semiautobiográfica «David Copperfield»… y quién mejor que ese personaje para darte una idea de cuán intrincado es.
«Compré un célebre tratado sobre el arte de la taquigrafía (que me costó diez chelines) y me sumergí en un océano de dificultades, y al cabo de algunas semanas casi me habían vuelto loco todos los cambios que podia tener uno de esos acentos que colocados de una manera significaban una cosa y otra en tal otra posición; los caprichos maravillosos figurados por círculos indescifrables; las consecuencias enormes de un signo tan grande como una pata de mosca; los terribles efectos de una curva mal colocada, y no me preocupaban únicamente durante mis horas de estudio: me perseguían hasta durante mis horas de sueño.
Cuando por fin llegué a orientarme más o menos a tientas, en medio de aquel laberinto y a dominar casi el alfabeto, que por sí solo era todo un templo de jeroglíficos egipcios, fui asaltado por una procesión de nuevos horrores, llamados signos arbitrarios.
Nunca he visto signos tan despóticos; por ejemplo, querían absolutamente que una línea más fina que una tela de araña significara espera, y que una especie de candil romano se tradujera por perjudicial.
A medida que conseguía meterme en la cabeza todo aquello me daba cuenta de que se me había olvidado el principio. Lo volvía a aprender, y entonces olvidaba lo demás. Si trataba de recordarlo, era alguna otra parte del sistema la que se me escapaba».
(Extracto de «David Copperfield», publicada por entregas entre 1849 y 1850, y en forma de libro en 1850)
Prácticamente indescifrables
Dickens se sometió a tal suplicio pues trabajó como reportero legal, parlamentario y de noticias entre 1829 y 1834, y como tal tenía que capturar discursos rápidamente, «escribir más con menos».
¿Pero -quizás te estás preguntando- por qué si usaba un sistema que, por complicado que fuera, era conocido, no se han podido descifrar sus textos?
Pues, por un lado, brachygraphy es un sistema particularmente difícil porque algunas letras comparten un símbolo, porque ciertas características de la codificación de vocales se dejaban a discreción del escritor taquigráfico y porque los sonidos de las consonantes se pueden deletrear con más de una letra, lo que genera inconsistencias en la representación.
Encima, el novelista lo personalizó, alterando las formas de los símbolos e inventando sus propios caracteres arbitrarios.
Además, lo fue cambiando con el tiempo de manera que el que se logre decodificar uno de sus manuscritos taquigráficos no significa que se haya encontrado la clave para leer los otros.
A pesar de todo eso…
La estrategia del proyecto Dickens Code surtió efecto.
Kelly McCay, experta en taquigrafía de Harvard y miembro del panel de jueces, describió el descifrado de taquigrafía como «una serie de momentos de iluminación que gradualmente se juntan en algo coherente, y colaborar con otros significa mucha más iluminación».
«Recolectamos los destellos de diferentes solucionadores y todo encajó», señaló Hugo Bowles, profesor de la Universidad de Foggia -que colabora con el proyecto- y autor de «Dickens y la mente estenográfica».
«Uno de nuestros solucionadores encontró las palabras ‘Día de la Ascensión’ y otro encontró ‘la semana que viene’, lo que nos ayudó a identificar la fecha de la carta. Quienes conocían a Dickens identificaron la abreviatura ‘HW’ como su revista ‘Household Words’ y conectaron el símbolo para ‘redondo’ a su revista ‘All the Year Round’.
Así se fue armando el rompecabezas.
«Cuando otros encontraron las palabras ‘anuncio’, ‘rechazado’ y ‘devuelto’, supimos que estaba escribiendo sobre un anuncio suyo que había sido rechazado. Las palabras ‘falso e injusto’ y ‘en audiencia pública’ indicaron que se quejaba de que el rechazo no tenía base legal».
En contexto
Estas claves llevaron a los investigadores a la Biblioteca y Museo Morgan de Nueva York, que tiene una carta a Dickens fechada el 9 de mayo de 1859 escrita por Mowbray Morris, gerente del diario The Times.
En ella Morris se disculpaba con el escritor por la mala educación de un empleado que había rechazado un anuncio suyo porque temía sus consecuencias legales.
El anuncio que Dickens quería publicar era claramente urgente.
Mayo de 1859 fue un mes crucial en la carrera editorial del autor: además de su trabajo como novelista, Dickens era copropietario y editor de la popular revista Household Words.
Tras pelearse con sus editores por una disputa que surgió a partir de su separación de su esposa Catherine, Dickens había decidido disolver la sociedad y establecer una nueva revista llamada All The Year Round.
Para evitar perder a los lectores de Household Words, redactó un anuncio en el que decía que la estaba «descontinuando», que era el término legal que había exigido el juez del caso.
Pero The Times tenía como política rechazar cualquier anuncio que pudiera confundir al público y al empleado le pareció que el término «descontinuar» podía dar la impresión de que la estaba clausurando.
La Carta Tavistock resultó ser entonces la copia taquigráfica de la misiva que Dickens le escribió a su amigo JT Delane, el editor de The Times, pidiéndole que interviniera. Así fue, y el anuncio se publicó tal como lo había solicitado el célebre autor.
El ganador
Los aficionados a la criptografía de internet no necesitan de muchos incentivos para ponerse a trabajar en un código sin descifrar durante tanto tiempo como éste: el reto es suficientemente atractivo.
Pero el desafío fue planteado como una competencia, así que hubo un ganador: Shane Baggs, un especialista en soporte técnico informático de San José, California que nunca había leído una novela de Dickens.
Fue una de las mil personas que descargaron la Carta Tavistock y transcribió más símbolos que cualquier otro competidor, además de lograr descifrar algunos de los símbolos más complejos de la nota.
«¡Después de obtener calificaciones bajas en literatura, nunca soñé que nada de lo que haría sería de interés para los académicos de Dickens! Ha sido un honor trabajar con el profesor Hugo Bowles y la Dra. Claire Wood (líder del proyecto, de la Universidad de Leicester), y me alegro de poder contribuir», dijo Baggs.
* El proyecto Dickens Code continúa hasta febrero de 2023. Con la ayuda del público, el objetivo es encontrar soluciones totales o parciales para todos los manuscritos taquigráficos que aún no se han descifrado.