La Nutella es una marca de crema de cacao conocida en casi todo el mundo.
En Venezuela últimamente se ha convertido también en un símbolo.
En la capital, Caracas, y, en menor medida en otras ciudades del país, tarros y tarros de Nutella se amontonan en los escaparates de los negocios de venta de artículos importados, los famosos bodegones, que han proliferado en los últimos meses.
Venezuela vive una grave crisis económica y, según Naciones Unidas, más de cuatro millones de personas han dejado el país en los últimos años en busca de una vida mejor.
Más allá de ser un producto de consumo familiar, el auge de la Nutella refleja muchas de las anomalías y desequilibrios que se acumulan en Venezuela, de la que Alejandro Werner, director para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional llegó a decir que sufre la mayor contracción económica de los últimos 50 años en un país no afectado por conflictos bélicos o desastres naturales.
Una sociedad dual
En zonas acomodadas de Caracas como Las Mercedes o Chacao se concentra la minoría de venezolanos que, según los expertos, conserva poder de compra.
Federico, propietario de uno de los bodegones que han abierto en el último año, explica por qué en estos sectores los comercios como el que él regenta en general y la Nutella en particular tienen tanto éxito.
«Mucha gente ha estado acostumbrada durante años a viajar a Estados Unidos, sobre todo a Miami, y quiere poder tener aquí las mismas cosas que tenía allí», le dice a BBC Mundo.
Federico, quien no quiere dar su apellido ni los datos de su negocio por temor a represalias, es uno de los muchos que han empezado a hacer negocio vendiendo en Venezuela Nutella y otros productos, como los chocolates y la manteca de maní, que consiguen mucho más baratos en supermercados mayoristas de Estados Unidos.
En los bodegones la moneda dominante es el dólar, que cada vez ocupa un mayor porcentaje de las transacciones en Venezuela.
Pero no todos los venezolanos tienen el privilegio de acceder a la divisa estadounidense y pagar con ella los caprichos que se ofrecen en su país a precios superiores a los de Europa y Estados Unidos.
La economista Tamara Herrera, de la consultora Síntesis Financiera, estima que «solo un 35 ó 40% de la población tiene acceso a divisas«.
Para quienes solo tienen ingresos en bolívares, como casi todos los empleados públicos, las cosas son más difíciles y la hiperinflación que sufre el país desde 2017 hace que artículos esenciales les resulten muy costosos. Para ellos, la Nutella que ven en muchos mostradores representa un lujo inalcanzable.
Henkel García, analista de Econométrica, una empresa especializada en asesoría económica y financiera, cree que el impacto de los negocios de importación que han tomado la Nutella como estandarte es, en realidad, «anecdótico».
Se trata, según él, de «un fenómeno muy localizado que no se puede extrapolar a todo el país».
Para Luis Vicente León, de la consultora Datanálisis, en Venezuela se está consolidando «una dualización económica, dividida en un segmento minoritario y dolarizado, alimentado por remesas, ahorros externos, exportaciones, contrabando, oro y operaciones ilegales; y otro segmento mayoritario, primitivo, empobrecido y dependiente de subsidios».
El auge de las importaciones
Los expertos coinciden en que, por varias razones, en Venezuela resulta ahora más fácil y rentable importar que producir.
El gobierno suspendió los aranceles, lo que ha favorecido las importaciones.
No ha sido el único cambio en la política económica de Nicolás Maduro.
En los últimos meses ha relajado muchos de los controles que durante años caracterizaron la línea estatista iniciada en los años de Hugo Chávez.
El control de precios, por el que durante años se sancionó a los negocios que superaban los topes oficiales permitidos para la venta al público, dejó de aplicarse, y las operaciones de cambio de moneda son ahora toleradas.
Herrera sostiene que «no ha habido un cambio de orientación de las políticas públicas por convicción, sino por la necesidad a la que han forzado las sanciones».
Sea como sea, la reducción de las trabas ha animado a abrir bodegones.
Un último factor que ha contribuido al boom importador ha sido la política monetaria del gobierno.
En su objetivo de contener la hiperinflación y frenar la constante pérdida de valor de la moneda nacional ante el dólar, las autoridades han reducido drásticamente los bolívares en circulación.
Esto ha hecho que el bolívar esté artificialmente sobrevaluado, lo que mejora su poder de compra en el exterior, y también su poder de compra de divisas como el dólar.
Pero con las facilidades a la importación conviven los graves problemas que sufren los productores locales.
Guillermo Arcay, de la consultora Ecoanalítica, señala la paradoja que supone el hecho de que «se ha abierto la vía a la importación de productos acabados, como la Nutella, pero persisten las restricciones para traer al país muchos de los insumos que necesita la industria nacional».
¿Cuánto puede durar la «fiebre»?
Arcay señala que «los bodegones están empezando a sufrir las consecuencias de la competencia entre ellos».
Como hay tantos, se ven obligados a bajar los precios y los márgenes de beneficio se reducen, explica.
La oferta de Nutella empieza a saturarse.
Y, pese a que de la mano de ese tipo de comercios y de la dolarización la capital del país volvió a vivir momentos esporádicos de consumismo que hacía tiempo que no se veían, los analistas no atisban una alternativa a la importación dentro del castigado tejido productivo del país.
Herrera dice que «en Venezuela se ha perdido toda capacidad de importar a precios competitivos». Es uno de los motivos que han expulsado a muchas empresas, señala.
Los pronósticos sobre el comportamiento de la economía no son optimistas. El FMI vaticinó que la economía venezolana seguirá cayendo este año y perderá un 10% de su Producto Interno Bruto.
León resume la tendencia. «Las previsiones indican que, aunque menos que en los últimos años, la economía seguirá cayendo».
Herrera afirma que «Venezuela no se recuperará hasta que se recupere la producción».
Parece, pues, que, aunque forme parte de una serie de cambios cuyo alcance final aún está por medirse, no será la Nutella importada lo que reflotará la economía venezolana. Al menos, no por sí sola.