Si ya venían bajas desde la Gran Crisis de 2008, con la pandemia las tasas de interés de las grandes economías cayeron aún más hasta quedar casi en cero.
Los bancos centrales de los países desarrollados redujeron al máximo el costo del dinero para tratar de mitigar los efectos de la peor crisis económica en décadas provocada por el coronavirus.
Ese «dinero barato» que ha reducido el costo de pedir prestado, teóricamente debería ser un incentivo para que las empresas hagan inversiones productivas y generen empleo, la gente consuma y los gobiernos puedan endeudarse (o renegociar sus deudas) a tasas convenientes.
Bajo la premisa de echar a andar el motor de la reactivación, las bajas tasas de interés castigan el ahorro e incentivan los préstamos.
En paralelo los bancos centrales han imprimido más billetes que nunca para apoyar la reactivación.
Este particular escenario explicaría la enorme desconexión que existe entre la millonaria fiesta bursátil y la dolorosa recuperación de la «economía real».
La era del «dinero fácil», también llamada la era del «dinero barato», ha hecho que los grandes inversores ganen enormes rentabilidades en medio de la pandemia y que la desigualdad aumente.
En Estados Unidos, los millonarios se hicieron más ricos con las ganancias provenientes del mercado bursátil y del inmobiliario.
Los miembros del 1% más rico de ese país vieron como sus fortunas aumentaban en 4 billones de dólares en 2020, al concentrar cerca del 35% de la riqueza extra generada en el país, según un estudio de la Reserva Federal (Fed).
Para explicar la desconexión entre Wall Street y la calle, economistas como Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard, han planteado que esta crisis afecta principalmente a las personas de bajos ingresos y a las empresas de menor tamaño.
«Es cruel, pero esa es la lógica de los mercados», ha dicho Rogoff, agregando que con tasas de interés tan bajas es difícil encontrar racionalidad en los precios de los activos.
No es un secreto que muchos economistas, autoridades e inversores creen que hay ciertos activos sobrevalorados cuyo precio está expuesto a caer apenas suban las tasas de interés y baje la euforia bursátil.
Lo que no se sabe es si esas potenciales caídas tendrán un impacto reducido o si podrían tener consecuencias más profundas.
¿Dónde están las señales de las burbujas?
Detectar potenciales burbujas es como salir en la búsqueda de señales de peligro.
Desmond Lachman, investigador del centro de estudios American Enterprise Institute (AEI), argumenta que la política monetaria de los bancos centrales del mundo en respuesta a la pandemia ha provocado una situación que afecta a todos los mercados.
«Se ha creado lo que se conoce como una burbuja global de precios de activos y del mercado crediticio», comenta en diálogo con BBC Mundo.
Esa burbuja global puede estallar, explica, cuando la Reserva Federal tenga que empezar a subir las tasas de interés en respuesta a un sobrecalentamiento de la economía estadounidense que probablemente sea causado por el excesivo estímulo presupuestario de Joe Biden.
Lachman tiene una larga lista de ejemplos para fundamentar que existe una burbuja global con distintas ramificaciones.
Los precios en los mercados bursátiles en general están altos, pero específicamente en Estados Unidos, «están en niveles similares a los de la víspera de la caída del mercado de valores de 1929».
A eso se suma el mercado inmobiliario. «Los precios de la vivienda se encuentran en niveles récord en muchos países, incluidos Canadá, Australia y partes de Estados Unidos», sostiene Lachman.
Al mercado de valores y al inmobiliario, el economista suma un tercer elemento: los «mercados especulativos como el bitcoin y el arte digital».
Otras señales preocupantes desde su perspectiva son el alto acceso al crédito de países con fundamentos económicos «muy deficientes» o el alto endeudamiento corporativo.
«La mercadomanía ofrece motivos de preocupación»
Alicia García-Herrero, investigadora senior del centro de estudios europeo Bruegel y profesora de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, dice que hay evidentes advertencias de burbujas.
«Las señales son claras en el mercado de valores de EE UU, pero también en Japón hasta hace poco y también en el sector inmobiliario a nivel mundial», le comenta a BBC Mundo.
Explica que como hay tanto dinero dando vueltas, tanta liquidez, los inversores han tomado riesgos, incluso con menores rendimientos.
«Es por eso que empresas o países muy riesgosos pueden emitir deuda a muy bajo costo en la actualidad», apunta.
«Y si el perfil de riesgo de una empresa no es muy alto, entonces compra bienes raíces. Es una burbuja mundial», afirma.
Conocido por hacer afirmaciones polémicas, el economista y profesor de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini, asegura que los mercados de activos están en un momento crítico comparable con otras encrucijadas históricas.
«La relación precio/beneficios está en niveles tan elevados como los de las burbujas que precedieron a las crisis de 1929 y del 2000», escribe Roubini en Project Syndicate.
Al economista le preocupa el alto nivel de endeudamiento corporativo y la posibilidad de burbujas en sectores como los siguientes: las empresas con propósitos especiales de adquisición (SPACs, por sus siglas en inglés), las acciones de las empresas tecnológicas y las criptomonedas.
«La mercadomanía actual ofrece más que suficientes motivos de preocupación», apunta.
Una preocupación compartida por Veljko Fotak, profesor del Departamento de Finanzas de la Escuela de Administración de la Universidad de Buffalo, en Nueva York.
Fotak cree que hay distintos tipos de activos cuya valoración de mercado han sido distorsionadas.
«Pero ninguna destaca tanto como los mercados bursátiles de Estados Unidos», le dice a BBC Mundo.
Por otro lado, lo que más le inquieta es la «exuberancia irracional» en los mercados internacionales de deuda, una preocupación que comparten varios economistas.
«Se pueden establecer muchos paralelismos entre los mercados hipotecarios de principios de la década de 2000 y los mercados de deuda corporativa de los últimos cinco años», argumenta.
«Es altamente improbable que subamos las tasas este año»
Sin embargo, hay expertos que no ven un peligro inminente en las actuales circunstancias económicas.
Uno de ellos es Joseph Brusuelas, economista jefe de la consultora financiera RSM, con sede en Estados Unidos.
«En este momento, la pandemia y la falta de coordinación internacional en torno a la distribución masiva de vacunas es un riesgo mucho mayor para la economía mundial que las bajas tasas de interés».
Brusuelas le dice a BBC Mundo que las bajas tasas de interés son en este momento una pieza clave de la caja de herramientas de las políticas para ganar tiempo hasta que las vacunaciones masivas sean una realidad mundial.
De hecho, argumenta, el mayor riesgo una vez que la pandemia se desvanezca, serán las diferencias de tasas entre EE UU y el resto de los países.
En ese sentido advierte que si la FED subiera las tasas de interés repentinamente o demasiado rápido, «eso podría resultar en una salida de capital desestabilizadora en busca de rentabilidad».
Sin embargo, dice, «todavía no estamos cerca de que se den esas condiciones».
A mediados de abril, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, reafirmó su postura de mantener las tasas de interés bajas, a pesar de un mayor crecimiento económico.
«Es altamente improbable que subamos las tasas este año», dijo Powell.
«Estoy en condiciones de garantizar que la Fed hará todo lo posible para apoyar la economía durante el tiempo que sea necesario para completar la recuperación».
En las decisiones que tome la Fed está una de las principales claves sobre el destino de los mercados financieros y la economía global.
Y, aparentemente, mientras la Fed no suba las tasas, las aguas permanecerían tranquilas. O, puesto de otra manera, las potenciales burbujas tendrán más tiempo para seguir creciendo, mutar, desaparecer o estallar.