A medida que los conservadores se movilizan en torno a cuestiones sociales, el Partido Republicano está chocando con el mundo empresarial estadounidense. ¿Las diferencias terminarán por romper su histórica alianza con los grandes negocios?
En casa de Sarah Fields, una activista conservadora y madre de tres hijos de Texas, algunas de las marcas más importantes de Estados Unidos ya no son bienvenidas.
Primero se alejó de Disney, disgustada por los programas infantiles en los que aparecían parejas homosexuales.
Después siguieron los boicots a los productos para la piel Olay y a las cervezas Bud Light de Anheuser-Busch por trabajar con la estrella trans de las redes sociales Dylan Mulvaney.
«Lo mío es proteger a los niños. Empecé a prestar atención la primera vez que vi que las empresas promovían cualquier tipo de ideología LGBTQ o trans entre los menores», dice Fields, de 36 años. «Hay tantas otras, que apenas puedo llevar la cuenta».
Fields se convirtió en activista política durante la pandemia, protestando contra las políticas de aislamiento, y ahora es delegada del Partido Republicano de su estado.
Es una de las personas que empujan al partido a unirse en torno a cuestiones sociales como la identidad de género y a enfrentarse a las empresas que algunos sectores califican como «woke» en Estados Unidos.
En medio de los intereses de la política
Las empresas están atrapadas en el fuego cruzado de la guerra cultural en Estados Unidos.
A medida que el país se polariza, las empresas se enfrentan a la presión de los empleados, los clientes y los accionistas, tanto de izquierda como de derecha, para elegir un bando.
Pero las medidas legislativas dirigidas a las empresas marcan una nueva instancia entre los republicanos, que tradicionalmente se han aliado con las grandes corporaciones en asuntos como la reducción de impuestos y una menor regulación estatal.
En Florida, los legisladores estatales votaron a favor de quitarle a Disney el poder sobre el distrito donde se ubica el parque Disney World. La decisión se dio después de que Disney criticara una ley que prohíbe las discusiones sobre género y sexualidad en las escuelas.
En Georgia, los legisladores amenazaron con retirar una exención fiscal a Delta Airlines, después de que su director ejecutivo calificara de «inaceptables» los cambios en las leyes electorales.
Mientras tanto, decenas de estados estudian diversas propuestas para impedir que el gobierno firme contratos o haga acuerdos con empresas financieras que toman en cuenta factores medioambientales, sociales y de gobernanza a la hora de realizar inversiones.
Medidas como esta le habían costado a BlackRock, una empresa de inversión multinacional estadounidense con sede en Nueva York, más de US$4.000 millones en fondos de clientes hasta enero.
Las medidas han sido controvertidas incluso entre los republicanos, algunos de los cuales dicen que las propuestas van demasiado lejos al interferir en el negocio privado.
Los argumentos de los defensores
«Mi trabajo es proteger a los contribuyentes y a mis electores de las extralimitaciones vengan de donde vengan», dice Blaise Ignoglia, uno de los senadores de Florida que respaldó las nuevas medidas del estado contra Disney, una lucha que ahora se ha convertido en una batalla legal por la libertad de expresión.
«Le dieron la espalda a padres e hijos cuando decidieron sexualizar a nuestra juventud más vulnerable«.
Ignoglia dice que no le preocupa enfrentarse a Disney, empresa que lo ha apoyado en el pasado y que tiene un gran peso económico y político en Florida.
Al contrario, afirma: «Vivo en el segundo distrito más rojo [republicano] del estado. Mis electores son de la misma opinión».
Según el profesor Mark Mizruchi, sociólogo de la Universidad de Michigan, las grandes empresas han perdido el control del Partido Republicano, que ha optado por girar más a la derecha y sumar votantes sin formación universitaria.
En 2022, solo el 26% de los republicanos decían que las grandes empresas tenían un impacto positivo, una cifra similar a la de los demócratas y bastante inferior al porcentaje de hace tres años, según el Instituto Pew.
Pero el profesor Mizruchi asegura que los ataques de los políticos a las empresas son «sobre todo una cortina de humo«, señalando que en cuestiones como la sindicalización, los impuestos y la regulación, las empresas estadounidenses y los líderes republicanos siguen estando estrechamente alineados.
La mayoría de las donaciones políticas oficiales de las empresas en 2022 fueron a parar a los republicanos, como ha ocurrido durante casi tres décadas, según datos de OpenSecrets.
«Los republicanos tienen que jugar a este juego muy cuidadoso de apoyar a los ricos y las grandes empresas detrás de bastidores, pero haciendo que públicamente parezca que están del lado del ciudadano común», apunta Mizruchi.
«Por eso, ir a por los woke es una buena forma de hacerlo, porque no se trata de una cuestión de primera necesidad [para las empresas]».
Qué tan grande es el impacto
El impacto financiero de los ataques conservadores parece ser limitado hasta ahora.
BlackRock perdió menos del 2% de su cartera.
El descenso de las ventas de Bud Light en las tres primeras semanas de abril supuso sólo el 1% del volumen total de Anheuser-Busch.
Pero la indignación ha alterado el estado de ánimo, afirma Martin Whittaker, director ejecutivo de Just Capital, una organización sin fines de lucro que clasifica a las empresas en función de cuestiones como la remuneración de los trabajadores y el impacto medioambiental.
Muchas empresas siguen adelante con sus iniciativas internas. Para Whittaker, los debates públicos se han vuelto más sosegados. «No se ve a los directores generales dar la cara».
Disney, que se pronunció sobre el proyecto de ley de Florida bajo la presión de sus empleados, ha emprendido acciones legales contra el gobierno de Florida. Pero otras empresas parecen estar en retirada.
Un paso hacia atrás
En la carta anual de BlackRock de este año, apenas se mencionan los riesgos climáticos, aunque la empresa reconoce los retos que plantea la «divergencia de opiniones entre regiones».
Las empresas de tarjetas de crédito han anunciado que no avanzarán con los cambios que los activistas esperaban que ayudarían a rastrear las compras de armas, alegando inseguridad jurídica.
Algunas grandes empresas financieras como Vanguard han retrocedido en su apoyo a iniciativas contra el cambio climático, aludiendo a la «confusión» sobre sus puntos de vista.
Will Hild es director ejecutivo de Consumers’ Research, un grupo que desde 2021 ha encabezado campañas publicitarias multimillonarias dirigidas a empresas como Nike, American Airlines, Major League Baseball y Levi’s a las que señala de poner «la política woke por encima de los intereses de los consumidores«.
«La gente olvida que en 2021 hubo empresas que se sumaron públicamente al debate sobre la integridad electoral a nivel estatal en Georgia y Texas», dice Hild.
«En los años siguientes no volivió a pasar. Para nosotros esa es una indicación de que nuestras campañas han tenido éxito».
El mes pasado, después de semanas de ataques de analistas y políticos conservadores por su asociación con Dylan Mulvaney, Anheuser-Busch suspendió a dos ejecutivos y lanzó un aluvión de anuncios de Bud Light salpicados de imágenes de banderas estadounidenses y caballos galopando en campo abierto.
La empresa, que no respondió a la solicitud de comentarios de la BBC, dijo que no pretende «formar parte de una conversación que divide a la gente».
«Lo que ha ocurrido con Bud Light es un comienzo maravilloso. Así debería ser para todas las empresas», opina Sarah sobre el cambio de postura de la compañía, que ha sido visto por muchos como una victoria.
«Necesitamos tener menos miedo y empezar a hacer sentir más nuestra voz».
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