Los vecinos de un condominio en la colonia Anzures, un barrio de clase media de Ciudad de México, se sorprendieron.
En uno de los departamentos del edificio vivía Dámaso López Núñez, «El Licenciado», uno de los jefes del poderoso Cartel de Sinaloa.
Lo supieron cuando fue detenido el pasado 2 de mayo durante una operación de soldados y marinos. Antes de ese momento, el capo era un vecino más.
La captura de «El Licenciado» y algunos de sus principales colaboradores reveló un tema que se menciona poco en los medios locales.
En los últimos años, la capital mexicana y municipios vecinos se han convertido en residencia para líderes de organizaciones de delincuencia organizada.
Algunos especialistas señalan incluso que carteles del narcotráfico operan en la región, aunque las autoridades lo niegan cada vez que el asunto se menciona en los medios.
100.000 policías
La capital no registra los mismos niveles de violencia que en otros lugares donde es notorio que operan esos grupos.
Especialistas creen que los carteles se comportan de manera diferente en Ciudad de México, entre otras razones porque la fuerza policial y militar en la región es la más grande del país.
En la capital se encuentran, por ejemplo, las sedes de las secretarías de Defensa y Marina, la Policía Federal, la Procuraduría (fiscalía) General de la República (PGR) y la Agencia de Investigación Criminal (AIC).
Por si fuera poco, la Secretaría de Seguridad Pública y la Procuraduría General de Justicia de Ciudad de México son las corporaciones con el mayor número de policías del país.
Entre ambas concentran una fuerza de 110.000 personas. Por eso, los carteles mantienen un perfil bajo, señala Adolfo Miranda Castillo, director del Centro de Estudios de Seguridad Pública.
«No operan de forma tan violenta como ocurre en otras partes del país, es distinto. Ese es el matiz», explica a BBC Mundo.
De hecho, donde existen mayores problemas de homicidios vinculados con narcotráfico generalmente son ciudades o pueblos con poca presencia policial.
Y también hay casos en que los carteles se infiltran en las corporaciones.
Eso ocurrió en el balneario de Ixtapa Zihuatanejo, Guerrero, donde hace unos días fueron detenidos 42 sicarios que trabajaban –uniformados– como policías municipales.
Jugoso mercado
Pero los carteles tienen razones económicas para moderar la violencia en la capital.
Ciudad de México es el principal centro financiero del país, y alberga las sedes de los mayores consorcios empresariales.
De hecho aporta el 24,4% del Producto Interno Bruto (PIB). En la ciudad confluyen todas las rutas de ferrocarril y además tiene comunicación carretera con todas las regiones de México.
Cuenta, también, con el mayor aeropuerto internacional del país, un «foco de atención de grupos criminales», según el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.
Esto convierte a la capital en una zona atractiva para lavar dinero de los carteles, subraya Martín Barrón, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).
Además, por el número de sus habitantes -8 millones- la ciudad es uno de los mayores centros de consumo de drogas del país.
Un mercado grande donde participan varios grupos y que no puede arriesgarse con brotes de violencia, insisten los especialistas.
Por eso los capos de narcotráfico parecen sentirse cómodos en la capital mexicana.
«Es real», le dice a Barrón a BBC Mundo. «Se puede demostrar que coexisten todas las organizaciones vinculadas al tráfico de drogas».
«Para empezar en la ciudad y el Valle de México el consumo de drogas es algo cotidiano, no se puede negar».
Por ejemplo uno de los principales centros de tráfico en el país es Tepito, un barrio tradicional en el centro de la capital.
Hace 2 años la agencia antidrogas de Estados Unidos, la DEA, señaló que en la capital mexicana se detectó la operación de cinco carteles de narcotráfico.
En ese momento fueron identificados los carteles de Sinaloa, Los Zetas, Beltrán Leyva, del Golfo y Caballeros Templarios.
El jefe de Gobierno rechazó la información. «Los capos cuando los capturan una de las preguntas recurrentes es si estaban establecidos en Ciudad de México, ellos mismos dicen que operativamente no les resulta compatible».
Los detenidos
Dámaso López no es el primer capo importante que se captura en la capital mexicana y en los municipios conurbados, una región conocida como Valle de México.
Por ejemplo, en 2009 fue detenido Vicente Zambada Niebla, «El Vicentillo», hijo del jefe del Cartel de Sinaloa Ismael Zambada García, «El Mayo».
La captura ocurrió en Santa Fe, un barrio de lujo al poniente de la capital.
Ese mismo año también fue arrestado Vicente Carrillo Leyva, hijo de quien ese entonces era el líder del Cartel de Juárez, Vicente Carrillo Fuentes, «El Viceroy».
Otro capo detenido en la región fue Édgar Valdés Villarreal, «La Barbie», uno de los principales operadores del cartel de los hermanos Beltrán Leyva.
Aunque su aprehensión ocurrió en la ciudad de Lerma, a unos 35 kilómetros de la capital, «La Barbie» tenía su residencia en Huixquilucan, un municipio conurbado a la capital del país.
En ese mismo lugar fue detenido Gerardo Álvarez Vázquez, «El Indio», otro líder del grupo Beltrán Leyva.
En años más recientes también han sido aprehendidos operadores de otras organizaciones, como ocurrió en marzo de 2016 con Cleofas Martínez Gutiérrez, «El Güero Cleofas».
La Comisión Nacional de Seguridad (CNS) lo ubica como el segundo en el mando del Cartel del Golfo.
En diciembre de ese año fue arrestado en Ciudad de México Jesús Mazari Taboada, operador de la banda Los Rojos dedicada al tráfico de heroína desde Guerrero, en el sur del país.
Y en febrero de 2017, también en la capital, ocurrió la detención de Edén Parra López, «El Alacrán», líder del Cartel Independiente de Acapulco, una de las organizaciones responsables de la violencia en ese balneario.
El matiz
¿Por qué los capos eligen Ciudad de México como refugio? Porque les es fácil pasar desapercibidos, responde Miranda Castillo.
En la capital existen algunos de los barrios y centros comerciales de mayor lujo del país. Allí es común encontrar automóviles blindados custodiados por guardaespaldas.
«Aunque no es un fenómeno generalizado, por las dimensiones de la ciudad es difícil que no se den casos. Pueden permanecer en el anonimato en cualquier estrato social», añade el especialista.
«Hay zonas con privacidad absoluta con circuito cerrado, no hay manera de saber quién vive en la mansión que está a cuatro cuadras de donde uno vive».
Eso les permite cierto anonimato, añade el investigador Barrón, del Inacipe.
«Imagínate en Ciudad de México cuánta gente pasa desapercibida. Es normal ver gente con guardaespaldas y autos de lujo, tú no sabes a quién pertenece, no preguntas».
Pero hay un elemento adicional: la decisión de mantener un bajo perfil en este lugar.
El ejemplo más reciente es Dámaso López, quien a pesar de ser uno de los principales jefes del Cartel de Sinaloa, en la capital mexicana se trasladaba en un auto compacto de bajo costo.
Y cuando fue detenido estaba acompañado sólo de su esposa.
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