A lo largo de gran parte de los últimos cinco años, muchos en Venezuela desearon que llegara este momento para poder concretar un cambio de gobierno y acabar con lo que el Fondo Monetario Internacional califica como «uno de los mayores colapsos económicos de los últimos 50 años».
Sin embargo, el inicio de campaña este domingo es frío, confuso. Gran parte de la oposición llama a la abstención en las elecciones presidenciales del 20 de mayo, no las consideran justas ni libres.
También han anunciado que no las reconocerán Estados Unidos y otros países de la región, además de la Unión Europea.
El presidente, Nicolás Maduro, busca una reelección que parecería imposible ante el escenario de la mayor inflación del mundo y años de crisis que se traducen en desabastecimiento de alimentos y medicinas y en un éxodo que poco a poco se está convirtiendo en crisis migratoria.
Pese la inhabilitación de partidos y de los dos líderes más populares, Leopoldo López y Henrique Capriles, Maduro tendrá oposición.
Su principal rival es Henri Falcón. Fue chavista y luego parte de la gran coalición opositora, es ahora casi un verso libre. Se enfrenta ahora a unos y otros, y confía en que el descontento se refleje en una participación masiva que doblegue supuestos ardides electorales.
Entre una insólita reelección, la abstención y la esperanza del voto de los que buscan el cambio empieza la cuenta atrás de unas elecciones cuestionadas y no reconocidas por parte de la comunidad internacional.
Estas son las claves de unas presidenciales poco convencionales:
1. Maduro vs. la crisis
«Los gobiernos no ganan elecciones en hiperinflación, la gente no reelige a un gobernante que haya destruido la economía».
La frase suena lógica. Se la dijo hace unas semanas a BBC Mundo el economista Francisco Rodríguez, asesor económico de Falcón.
Pero en Venezuela no siempre funciona la lógica y, pese a que las encuestas dan de momento ventaja al exgobernador y exalcalde Falcón, y a que el rechazo al presidente alcanza, de acuerdo a algunos sondeos, hasta el 75%, no sorprendería un triunfo de Maduro.
Incluso con las dificultades de lo que él denomina como una «guerra económica» impulsada por Estados Unidos y las disidencias internas, Maduro ha logrado cimentar su liderazgo tras su nombramiento de parte del fallecido Hugo Chávez.
Y si triunfa, promete un cambio de rumbo de una economía que en los últimos años no ha podido enderezar.
«Me comprometo que con la victoria presidencial dedicaré toda mi vida a construir las condiciones económicas que necesita nuestra patria, a construir el nuevo modelo económico postpetrolero, productivo y de riqueza para todos los venezolanos», dijo al poco de confirmarse su candidatura.
De momento se desconocen detalles de las medidas que propone, que podrían llegar a ser impopulares.
El favoritismo, pese a todo, se explica en que chavismo tiene un núcleo fiel de votantes y una aceitada maquinaria electoral.
La oposición acusa al oficialismo de que el sistema no es fiable tras las denuncias de la empresa de software Smartmatic el año pasado y las pruebas de alteración de votos presentadas tras las regionales de octubre de 2017.
Además, la caja de comida a un precio subsidiado que vende el gobierno también fideliza apoyos en los electores que recelan de una oposición que de nuevo luce desunida y que de momento no presenta una estrategia viable ni un líder que ilusione y promueva el cambio.
2. El reto de Falcón
Falcón ha estado en los dos polos del espectro político y con ambos triunfó en el estado Lara. Ahora compite en solitario, rebelde de una oposición cuya mayoría de líderes y partidos llama a la abstención.
Falcón se salió del guión y por ello lo acusan de legitimar un proceso en el que no puede ganar.
«Es importante decirle a Venezuela que Henri Falcón no representa a la oposición venezolana», dijo el dirigente Juan Pablo Guanipa.
«Lamentablemente cedió a la tentación de la participación y con eso le está haciendo el juego al gobierno de Nicolás Maduro», criticó.
Falcón discrepa. Se ve con posibilidades y lo hace con un discurso en el que llama a unir precisamente a ambos polos en lo que llama un gobierno de «unidad nacional» y de «transición» que ponga final amortiguado a casi 20 años de chavismo.
Tiene capacidad de atraer a votantes chavistas, pero la oposición más radical lo ve como una marioneta del gobierno y no le perdona su pasado chavista. Sin sus votos, su triunfo parece improbable.
«En esta polarización desmedida del país hay sectores extremistas radicales, pero no todos somos extremistas, hay moderados del gobierno y de la oposición», me dijo en una entrevista a final del año pasado, cuando ya apuntaba que estaba decidido a enfrentarse a Maduro.
La última encuesta de Datanálisis le da casi diez puntos de ventaja. Pero el director de la firma, Luis Vicente León, hace una advertencia.
Las preferencias están con Falcón, que se favorece de un voto de castigo a Maduro. Pero «la participación resulta más importante que la preferencia».
«Las encuestas son buenas para proyectar preferencia pero no tan buenas para la participación», dice León a BBC Mundo.
3. La abstención
«No lo llames elección». Esa es la campaña de la coalición que reúne a casi dos decenas de partidos de oposición en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que comparte diagnóstico con Estados Unidos, países de América Latina y la Unión Europea.
«No es una elección competitiva», afirma León, que cita la inhabilitación de líderes y partidos y el supuesto favoritismo del Consejo Nacional Electoral, al que la oposición acusa de actuar en consonancia con el Ejecutivo.
La paradoja es que una baja participación podría favorecer a Maduro, según los analistas.
La oposición ya boicoteó en 2005 unas elecciones parlamentarias y se arrepintió más tarde.
Confía en un amplio desconocimiento de la comunidad internacional y que eso se traduzca en más sanciones y aislamiento que fuercen al gobierno a hacer concesiones.
Esa estrategia se contrapone no sólo a Maduro, sino a Falcón.
«El boicot no tiene desarrollo postelectoral, deben explicar qué significa como oportunidad para cambiar el gobierno», analiza León.
Falcón quiere forzar una implosión en el chavismo a través de un triunfo que sea defendido por sectores del oficialismo que vean en el exgobernador la oportunidad de una transición sin vencidos.
4. ¿Y el 21 de mayo?
«No todo termina el 20 de mayo», afirma León, que contempla como escenario más probable el triunfo de Maduro.
Si así sucede, Estados Unidos y la Unión Europea ya han dejado ver que llegarían más sanciones. Washington incluso contempla un embargo al petróleo, casi única fuente de ingresos de Venezuela,
Panamá ha sido el primer país de América Latina en aplicar sanciones y otros podrían seguirle.
Además, los acreedores empiezan a reunirse para actuar en caso de que el gobierno o la petrolera estatal Pdvsaentren abiertamente ya en un «default» o cesación de pagos.
Y a la espera de las eventuales medidas económicas con las que Maduro promete iniciar la recuperación, el país parece necesitar un giro radical que acabe con la caída del Producto Interno Bruto de 15% que prevé el FMI y la inflación de 14.000%.
Todo ello puede agravar los efectos en los precios desorbitados y en la carencia de alimentos en los supermercados, de medicamentos en las farmacias y de insumos en los hospitales.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos con el respaldo de más de una decena de países afirmó el jueves que un gobierno con el visto bueno de la región «recibiría el apoyo de la comunidad financiera internacional», que ahora se niega a prestar un solo dólar a un gobierno que califica de dictatorial y corrupto.
Formas de presión que aun en caso de victoria difícilmente den estabilidad al presidente reelecto.
«El mayor riesgo para Maduro no es la oposición, sino la implosión y es un riesgo que tras las elecciones va a seguir vivo», afirma el analista León.
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