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«Cambié de sexo solo cuando a mi esposa le dio demencia»

Aunque estuvo casado casi 30 años, Steve se sometió a una operación para convertirse en Stephanie solo cuando su esposa ya no lo reconocía y fue internada en un hogar de asistencia

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Cuando Steve Gilbert conoció a su esposa, Jill, acababa de dejar la Marina Real por su desconcierto ante una latente sensación de que estaba atraído por los hombres, «especialmente los tipos corpulentos».

Casi 40 años después, Jill padece demencia y vive en un centro de asistencia, mientras que Steve, que ahora se llama Stephanie, se sometió a una operación de cambio de sexo.

«Siempre sentí que era mujer», dice Stephanie.

«Pero aprendes a esconder todo a medida que creces para adaptarte a la sociedad».

Tanto Steve como Jill eran entusiastas del deporte y la buena forma física cuando se conocieron en Cornwall, en el suroeste de Inglaterra.

Steve y Jill el día de su boda

Jill era 18 años mayor que él, con tres hijos de un matrimonio previo, así que decidieron «dejar que fluyeran las cosas», pero a medida que pasaba el tiempo, dice Stephanie, se fueron enamorando.

Steve le confesó a Jill que sentía que debía ser una mujer, pero cuando ella le respondió que el matrimonio cambiaría esa sensación. Él puso a un lado sus dudas y se concentró en ser un buen esposo y se dedicó de lleno al deporte.

En ese entonces, en la veintena, era particularmente bueno para el judo. Logró el tercer puesto en su categoría en el campeonato nacional por tres años consecutivos.

Sin embargo, sus dudas sobre su sexualidad no desaparecieron sino que se incrementaron y, para cuando tenía 40, decidió que quería vivir como una mujer.

«Naturalmente, ahí fue cuando las dificultades con el matrimonio empezaron, las discusiones», cuenta Stephanie.

Steve se zambulló en el deporte, logrando el tercer puesto en su categoría en el campeonato nacional por tres años consecutivos

Después de ser referido a una clínica de identidad de género en el condado de Devon, Steve fue aceptado para un tratamiento hormonal pero Jill, para entonces con 60 años, odiaba la idea.

Estaban ya a punto de separarse cuando Jill tuvo una serie de pérdidas en su familia y, además, cayó enferma de cáncer de mama y, luego, de artritis.

De manera que Steve decidió aplazar su transición hasta que «las cosas se estabilizaran».

«No podía someterla a eso».

Poco después, Jill empezó a manifestar señales de demencia.

«Al principio notas cosas simples y luego piensas que es más grave a medida que ella se repite y encuentras que tienes decenas de latas de mostaza y grandes cantidades de toallas de papel pero no papel higiénico. Piensas que algo no anda bien»

Jill nunca se había recuperado completamente de una anestesia que le aplicaron nueve años atrás y Steve, un experto carpintero cuyo trabajo lo llevaba por todo el condado de Cornwall, empezó a preocuparse más y más por la seguridad de ella cuando estaba sola en casa.

«Género neutro»

«Al final, tuve que retirar hasta las perillas de la estufa», explica Stephanie.

«Tuve que dejar mi trabajo para dedicarme a ella de tiempo completo».

El dejar de trabajar también le dio la oportunidad a Steve de vivir de lleno como Stephanie.

«En casa, yo era quien quería ser mientras trataba de cuidar de Jill, pero no era lo mejor», reconoce.

«Tuve que casi adoptar un género neutro para que no fuera distinguible. Ella todavía conservaba algunas de sus facultades».

Estrés y depresión

Dedicarse al cuidado de ella a tiempo completo fue agotador. Si Jill tenía que ir al baño en la noche, muchas veces no podía encontrar el camino de regreso a la cama.

«A medida que la enfermedad evolucionó, terminé sintonizándome con ella. Tan pronto la escuchaba levantarse, yo me despertaba instantáneamente», dice Stephanie.

Finalmente, Stephanie se estresó y deprimió tanto que tuvo que internarse en un hospital por cinco días.

Los hijos de Jill se encargaron de su cuidado pero pronto se dieron cuenta de lo difícil que era, y contactaron a los servicios sociales.

«Más o menos se me fue de las manos. Sabía que ella iba a tener que ir a un centro asistencial pero terminó siendo más temprano que tarde».

«Ya no podía hacerle frente», reconoce Stephanie.

«Una inspiración»

Una vez Jill entró al centro asistencia, Stephanie empezó a recomponer su vida.

Regresó a la clínica de género y le recetaron hormonas, pero hubo otros cambios grandes.

«Decidí que iba a realizar mi sueño de estudiar estética. Ya había considerado eso cuando era Steve», revela.

Stephanie fue aceptada en la Universidad de Cornwall, que tiene una «política de diversidad muy buena».

«Creo que les ayudaba a educarse un poco más al respecto», comenta, «porque, como una persona transexual, siempre he tratado de comunicarle a la gente que somos seres humanos que queremos vivir nuestras vidas».

Los instructores de la Universidad de Cornwall dicen que Stephanie es «una inspiración»

Su instructora de curso, Paula Riley, describe a Stephanie como «una inspiración por su actitud abierta hacia su transición».

Paul dice que el trabajo académico de Stephanie siempre fue excepcional, a pesar del trastorno emocional de la reasignación de género y de que su esposa fue internada en un centro asistencial.

En noviembre de 2017, a los 59 años, Stephanie finalmente se sometió a una operación y regresó a la universidad a comienzos de 2018 para completar un curso de masaje.

Su capacidad de adaptación le valió el premio de Estudiante Adulta del Año 2018 entregado por la Asociación Universitaria y, en septiembre, planea iniciar un curso de nivel más alto en masaje deportivo.

Stephanie con el galardón de Estudiante Adulta del Año

Tristemente, la demencia de Jill ha progresado hasta el punto en que ya no reconoce a su esposo por 30 años, aun cuando Stephanie se ponga una peluca corta y vista de manera neutra.

Stephanie instaló un salón de estética en su casa donde realiza tratamientos para amigos y conocidos, incluyendo otras mujeres transexuales, pero todavía se gana la vida como carpintera en obras de construcción, pues la paga es mucho más alta.

Encuentra que el trabajo es más duro pues la terapia hormonal que recibe implica una pérdida de fuerza, aunque sigue manifestando su tenacidad y buen humor que la hicieron tan popular en la universidad.

«Estoy de vuelta en la obra de construcción, educando a los compañeros».

«Eso como si ellos se avergonzaran. Tengo que tener cuidado de no meterme en problemas por acoso sexual. Es tan divertido. Nos reímos mucho».

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