El Día de Muertos llegó y con este tradicional festejo, un tropel de todas las manifestaciones posibles de la calavera: de carne y hueso, de papel maché, barro, azúcar, chocolate y ¡hasta de letras!
En México, como parte de la celebración del 1 y 2 de noviembre, es común que entre conocidos, familiares y amigos se regalen epitafios burlescos conocidos como «calaveritas literarias», que al igual que otros aspectos del Día de Muertos, nacieron de la crítica política.
Originalmente estos textos cortos se conocían como «panteones» y desde sus inicios en el siglo XIX hasta la fecha, la intención de las calaveras literarias es retratar una realidad con un estilo irreverente. Después de todo, ¿qué puede ser más honesto que la muerte?
Con el tiempo, las calaveritas literarias se convirtieron en una forma de expresar inconformidad hacia el gobierno. De hecho, se llegaron a confiscar y destruir muchas. Por eso no es fácil encontrarlas en hemerotecas.
La muerte camarada
Algunas fuentes identifican «La portentosa vida de la muerte…» de Fray Joaquín Bolaños como un antecesor de las calaveritas. El texto, de 1792, es una narración en prosa que tiene como personaje principal a la muerte.
«Desabrida es la muerte, más para que no te sea tan amarga su memoria, te la presento dorada o disfrazada con un retazo de chiste», dice el texto que al final de algunos capítulos incluye composiciones que en realidad son epitafios.
Sin embargo, el culto a la muerte existe en México desde la época prehispánica.
Esto se puede ver en los restos arqueológicos de las diversas culturas que poblaron la zona y en la poesía del monarca y poeta náhuatl Nezahualcóyotl, quien escribió numerosos versos sobre la brevedad de la vida.
Aunque la preocupación por la muerte se puede ver en muchas otras culturas, sí es singular de la cultura mexicana su actitud ante esta, de acuerdo con Rodolfo Gutiérrez en su tesis «Las calaveras: función social; investigación hemerográfica», que hizo para la Universidad Autónoma de Nuevo León, en México.
«Los pueblos europeos asumían la muerte como un fenómeno terminal, después de ella venía un ajuste de cuentas. Esta concepción de la muerte, estática, producía en los individuos una actitud temerosa, una angustia por el morir, dada su educación cristiana», escribe Gutiérrez.
«El antiguo pueblo mexicano concebía la muerte como un fenómeno dinámico, para ellos era un tránsito a una nueva vida. De esta concepción nacía una actitud positiva, podemos decir, juguetona ante la muerte; ya que esta no es una enemiga del hombre sino que se la ve como una camarada».
Parte de esta actitud se retoma en las diferentes tradiciones jocosas del Día de Muertos.
La muerte ingeniosa
Actualmente, en la víspera del Día de Muertos es común que revistas y diarios locales en México publiquen sus propias calaveritas literarias para burlarse de políticos, personajes famosos y proyectos de gobierno fallidos.
Así, temas difíciles de tratar o situaciones incómodas se despojan de toda complejidad. Quedan en los huesos y se arrojan a la hoguera del desdén que ofrece el Día de Muertos.
Es probable que la mayoría de los mexicanos recuerden haber inventado calaveritas literarias como actividad de clase o tarea en la escuela. En redes sociales por ejemplo, se pueden encontrar usuarios compartiendo epitafios burlones sobre sus maestros o compañeros de clase.
Tan arraigada está esta tradición de mofarse de la muerte, que previo al festejo del Día de Muertos se suelen lanzar todo tipo de convocatorias para concursos de calaveritas literarias.
¿Te atreves a escribir una?
Esto en un librito de calaveras literarias. ¿Y el meteorito, ‘apa? pic.twitter.com/ZXfgFkrTmk
— Saturno (@SraPolvoCosmico) 28 de octubre de 2018
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