¿Tendrá el Partido Demócrata un candidato socialista para enfrentar a Donald Trump?
Aunque queda mucho camino por recorrer, el Partido Demócrata tiene a Bernie Sanders, que se define como socialista, como uno de los grandes favoritos para ganar la nominación, algo que durante décadas parecía inimaginable en Estados Unidos.
Sanders, un senador izquierdista de 78 años de edad, emergió como favorito para obtener la nominación demócrata tras ganar las primarias partidarias de New Hampshire el martes.
Si bien la carrera para definir quién disputará las elecciones de noviembre contra el presidente Donald Trump aun es incipiente y de resultado incierto, el triunfo de Sanders en New Hampshire y su segundo lugar en el caucus de Iowa la semana pasada muestran el vigor de la izquierda demócrata ante el sector más centrista del partido.
En un país donde el término «socialista» era prácticamente tabú en política, Trump ha buscado sacar rédito del escenario interno demócrata, a menudo tomando como caballo de batalla la crisis de Venezuela.
«El socialismo destruye naciones», dijo Trump en su discurso del Estado de la Unión en el Congreso la semana pasada, tras anunciar la presencia en ese acto del líder opositor venezolano Juan Guaidó, a quien reconoce como presidente legítimo de su país en lugar del mandatario socialista Nicolás Maduro.
Pero ¿cómo se compara el «socialismo democrático» que propone Sanders en EE.UU. con la izquierda venezolana y de América Latina en general?
«Un tirano despiadado»
Tanto Sanders como la senadora Elizabeth Warren, otra figura progresista del partido que aparece relegada en su carrera por la candidatura, han recogido el apoyo de jóvenes estadounidenses que ven el socialismo de forma más positiva que generaciones anteriores.
Pero Sanders —que ya había atraído el voto joven en las internas demócratas de 2016, aunque la nominación fue entonces para la exsecretaria de Estado Hillary Clinton— ha marcado distancia del gobierno de Maduro.
«En términos de socialismo democrático, equiparar lo que sucede en Venezuela con lo que yo creo es extremadamente injusto», sostuvo Sanders durante un debate demócrata en septiembre.
«Cualquiera que haga lo que hace Maduro es un tirano despiadado», respondió el senador después de que Jorge Ramos, periodista de la cadena Univision que moderó el debate, le preguntara por qué evitaba calificar a Maduro de «dictador» pese a admitir que en Venezuela no hay elecciones libres.
Sin embargo, a diferencia de otros precandidatos demócratas como Warren, en el pasado Sanders evitó considerar a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela y planteó reparos a las sanciones económicas de EE.UU. a ese país.
Sanders también consideró como un «golpe» la caída del presidente boliviano Evo Morales en noviembre, cuando los militares de ese país le recomendaron que renunciara después de que una auditoría de la Organización de Estados Americanos (OEA) encontrara irregularidades en las elecciones en las que postuló a un cuarto mandato.
«Morales hizo un muy buen trabajo aliviando la pobreza y dando al pueblo indígena de Bolivia una voz que nunca antes había tenido», dijo Sanders en Univision en noviembre. «Podemos discutir sobre su búsqueda de un cuarto mandato, si eso fue algo inteligente… Pero a fin de cuentas, fueron los militares quienes intervinieron en ese proceso y le pidieron que se fuera».
Javier Corrales, profesor de Ciencia Política en el Amherst College de EE.UU., descarta que Sanders «considere que a la oposición hay que tratarla mal, arrestarla y cambiar las reglas de juego para autofavorecerse», como han hecho algunos líderes izquierdistas latinoamericanos.
«Él no ha dado señales de ser una persona que sea irrespetuosa del juego democrático», aunque eso «es difícil saberlo con certeza antes de gobernar», le dice Corrales a BBC Mundo.
Las propuestas
A nivel programático, Sanders tiene propuestas que para algunos países de América Latina pueden parecer normales, pero para EE.UU. son novedosas y llamativas.
De hecho, se trata de planteamientos claramente de izquierda frente a las posturas de rivales demócratas más moderados como el exalcalde Pete Buttigieg y la senadora Amy Klobuchar, que terminaron segundo y tercera en New Hampshire, respectivamente.
El objetivo de Sanders es reducir la gran desigualdad de EE.UU. mediante una redistribución de la riqueza, con importantes nuevos impuestos a las corporaciones y a los más ricos para financiar una presencia más fuerte del Estado en áreas como la salud o la educación.
Por ejemplo, plantea crear un programa de salud manejado por el gobierno y denominado «Medicare para todos«, inspirado en políticas de Canadá y países escandinavos y que ofrecería cobertura integral y gratuita de atención médica en lugar del actual sistema de seguros privados de salud en EE.UU.
También propone cancelar US$1,6 billones en deudas de préstamos estudiantiles que arrastran 45 millones de estadounidenses y dar acceso a educación gratuita en universidades públicas, así como una garantía federal de empleo que asegure un trabajo estable «para todos», un salario mínimo de US$15 la hora y duplicar la afiliación sindical en un período de gobierno.
Corrales observa en todo esto «una ingenuidad que solo la izquierda más radical de América Latina tiene», ya que «para él (Sanders) todo se soluciona con el Estado y nunca se le ha conocido una apreciación de cómo el Estado puede tener fallas, al igual que el mercado».
No obstante, Sanders ha dejado de respaldar medidas como las nacionalizaciones en la industria energética —que sí fueron adoptadas por los gobiernos socialistas de Venezuela y Bolivia— después de que defendiera esa opción en los años 70, según reportes de prensa.
Por otro lado, gobiernos de izquierda latinoamericana más moderada como los que hubo recientemente en Brasil o Uruguay expandieron el papel del gobierno para regular el mercado y promover políticas sociales, como propone Sanders.
¿Puede ganar un socialista?
Claro que muchos estadounidenses se preguntan si un candidato con estas propuestas puede realmente ganar las elecciones o cómo haría luego para concretar reformas tan ambiciosas con un Congreso dividido y un férreo rechazo republicano.
«Nunca dejaremos que el socialismo destruya la atención sanitaria estadounidense», dijo Trump en otro pasaje del discurso del estado de la Unión, levantando aplausos de sus partidarios y tratando de generar el temor ante una palabra, «socialismo», que despierta históricamente pavor en la cultura estadounidense.
Mientras Sanders carece de experiencia a nivel ejecutivo (excepto por sus años de alcalde de Burlington, Vermont, de 1981 a 1989, período en el que llegó a visitar Nicaragua en respaldo a los sandinistas) en América Latina la izquierda gobernó varios países tras la «marea rosa» del cambio de milenio.
En el programa de Sanders también figuran propuestas como la del «New Deal verde», impulsado por la congresista y estrella emergente de la izquierda estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, que plantea volver renovable todo el sistema de energía del país.
Promete además evitar las guerras sin autorización del Congreso, legalizar la marihuana, igualar los salarios de hombres y mujeres por el mismo trabajo y defender el derecho al aborto.
«La izquierda estadounidense tiene un ala de temas culturales que no es tan fuerte en América Latina, aunque se está volviendo fuerte: el tema de la diversidad, la migración y el secularismo», dice Corrales.
«El no tenerle miedo a asumir posturas en defensa de derechos reproductivos, el matrimonio igualitario, la libertad de religión y no rendirle pleitesías a grupos conservadores y el cristianismo», agrega.