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Beethoven: cómo la emblemática Novena Sinfonía se convirtió en un símbolo político

por BBC News Mundo BBC News Mundo

Prácticamente en cualquier parte del mundo que uno se encuentre y tararee la «Oda a la alegría», del cuarto movimiento de la «Novena sinfonía» de Ludwig van Beethoven, habrá alguien que la reconozca al instante.

Este 7 de mayo se cumplieron 200 años de esta emblemática pieza, que también se conoce como «La coral».

Compuesta en circunstancias extraordinarias y considerada novedosa en su época, la pieza contiene la musicalización del poema del mismo nombre escrito en 1785 por el también alemán Friedrich Schiller, y que resaltaba el espíritu de hermandad y comunidad de la humanidad.

Aunque la oda es sólo parte del cuarto movimiento de la «Novena», en general es el momento más esperado por el público cuando esta suena en un concierto, tanto que ha llegado a ser representativa de la sinfonía misma.

La popularidad de la pieza y su capacidad de estimular las emociones más íntimas de la audiencia han hecho que, a través de las décadas, variados grupos y movimientos se hayan apropiado de ella para avanzar su ideología o mensaje.

BBC Mundo conversó con dos profesores de música especializados en el tema y autores de libros sobre la «Novena Sinfonía» para rastrear el legado de esta obra maestra.

Una revolución musical

Antes de su estreno en 1824, nadie había oído una composición de tal complejidad y magnitud.

«Casi todo es revolucionario», le comenta a BBC Mundo Alexander Rehding, profesor de música en la Universidad de Harvard, EE.UU., y autor de Beethoven’s Symphony No. 9, que examina la transformación de esa sinfonía en la cultura digital contemporánea.

«Es más larga que cualquier otra sinfonía, excepcionalmente exigente desde el punto de vista orquestal —todos los instrumentos son difíciles— y es la a primera en incluir un segmento coral, algo que no se hacía en el género de la sinfonía», explicó el académico.

Beethoven

GETTY IMAGES «Es mucha música la que se tiene que tocar», dijo el experto Alexander Rehding para ilustrar la magnitud de la «Novena sinfonía».

Se necesitan 150 intérpretes exigidos al máximo para montar la «Novena«. «Es mucha música la que se tiene que tocar», dice Rehding. «El cuarto movimiento en especial es muy largo, puede tomar entre 25 minutos y media hora».

Sin embargo, Beethoven era muy consciente de los riesgos que enfrentaba y planeó todo durante mucho tiempo.

Aunque la comisión para la sinfonía había venido de la Royal Society de Londres, la obra se estrenó en Viena, la ciudad que lo adoptó, con un público muy leal que conocía su experimentación y sabía qué esperar de él.

El compositor había adoptado un estilo atípico en sus últimas obras, no sólo la «Novena», señala el profesor Rehding.

Aunque Viena lo aplaudió, en otras ciudades donde se presentó después la sinfonía, no tuvo tanto éxito. Algunos directores rehusaron montarla porque consideraban que Beethoven la había compuesto ya sordo y que la música sonaba en su cabeza de una manera muy diferente a como era en la realidad.

Los críticos pensaban que el cuarto movimiento opacaba el resto de la sinfonía y la tendencia en el siglo XIX fue a obviar la parte coral y sólo tocar los primeros tres movimientos.

«Fetiche musical»

Parecería curioso, entonces, que esa sea la parte más invocada y recordada de la «Novena sinfonía», pero hay más de una explicación de que esa tonada haya tenido un destino tan extraordinario

«Por un lado se parece a una melodía popular, es simple, fácil de recordar y de cantar«, le dice a BBC News Mundo Esteban Buch, profesor de historia de la música del École des hautes études en sciences sociales (EHESS), en Francia.

«Tiene una tensión interior alegre, una asociación con algo utópico que es la alegría. A la vez tiene una tensión interna rítmica y melódica (que le añade complejidad)».

Pero también está el texto de la «Oda a la alegría». Schiller, el autor, originalmente la escribió como un canto a la bebida, pero Beethoven reordenó los versos y les cambió el contexto.

«Alude a la idea de la fraternidad, a que todos los seres humanos se vuelven hermanos», señala el profesor Buch. «Esa idea muy simple de la solidaridad universal es lo que llega al sentimiento de la gente y son las razones para cantarla».

Y cantarla es lo que se ha hecho a través de las décadas y en una cantidad de contextos diferentes.

«Es el fetiche musical de Occidente», la describe Buch en su libro Beethoven’s Ninth: a Political History («La Novena de Beethoven: una historia política»).

La obra tiene una plasticidad que la hace ideal para gente muy diferente, para varios tipos de orientación política y para todos los tipos de instrucción institucional.

«Hubo casos en los que se usó como himno nacional y actualmente es el himno de la Unión Europea», le dice Buch a BBC Mundo.

Por la libertad

Uno de los eventos más citados que se celebraron con la «Novena sinfonía» fue la caída del Muro de Berlín, en 1989.

El director estadounidense Leonard Bernstein interpretó una versión con la Orquesta Filarmónica de Berlín en la que la palabra «alegría» (freude, en alemán) se sustituyó con «libertad» (freiheit).

Por esa época, y con la misma alusión a la libertad, se escuchó en voz de los manifestantes de la plaza de Tiananmen contra la opresión de las autoridades de China, así como en Chile en protesta contra los abusos del gobierno de Pinochet.

Pero la utilización de la «Novena» para proyectar ideas políticas no es un fenómeno reciente.

Según el profesor de la EHESS, la «Oda a la alegría» en particular, con o sin letra, ha sido utilizada desde 1824 en el contexto político, como símbolo, en el sentido ritual o como objeto de proyecciones utópicas.

«En Viena en 1824, hay declaraciones, no tanto de Beethoven sino de sus amigos, que anuncian el estreno de esta sinfonía como una causa nacional, con la idea de que Beethoven es un gran artista para la nación austríaca. Y eso, de hecho, es un uso político», comenta.

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GETTY IMAGES La caída del Muro de Berlín, en 1989, fue celebrada un mes después con un concierto de la «Novena sinfonía».

También tuvo una dimensión política la inauguración en 1845 en Bonn, Alemania —ciudad natal del compositor— de una estatua en su honor por iniciativa de un grupo de músicos internacionales que tendía a rendir culto a la música y a Beethoven como dios titular de los músicos.

«Hay una muy larga la lista de actores políticos a los que les gustó la «Novena» e hicieron de ese gusto un símbolo ético», según el profesor Buch.

«Una música que representa la belleza y por lo tanto representa la bondad de mi causa».

Del gusto de Hitler

Desafortunadamente, hubo otro tipo de ocasiones que se asociaron con la sinfonía. La más penosas para muchos amantes de Beethoven, dice Buch, fue el uso que le dieron los nazis, no sólo a la «Novena» sino a la música del compositor en general.

La sección coral fue tocada en las Olimpíadas de Berlín en 1936, que se recuerdan como un intento de demostrar la superioridad de la raza aria.

Y la sinfonía completa fue dirigida por Wilhelm Furtwängler, con la filarmónica de Berlín, para el cumpleaños de Hitler en 1937.

Según el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, la sinfonía era la opción perfecta porque ilustraba con su «combatividad y lucha» la capacidad del Führer de lograr una «victoria triunfante y alegre».

Esteban Buch también señala como «escandaloso» el hecho que en el año 1974, la recién independizada República de Rodesia (hoy Zimbabue), que impuso un régimen de apartheid, adoptara la oda como su himno nacional.

«Fue un momento negro del uso de la «Novena», que recuerda que la música más hermosa y generosa puede usarse por un grupo antidemocrático», subraya el académico de la EHESS.

GETTY IMAGES La versión de la «Novena» utilizada en el himno de la Unión Europea es un arreglo del director austríaco Herbert von Karajan, que fue miembro del Partido Nazi.

Tampoco la Unión Europea se escapa de las sombras del totalitarismo en su adopción de la «Oda a la alegría» (sin letra) como himno del bloque.

Esa versión está basada en un arreglo del famoso director austríaco Herbert von Karajan, de quien se sabe fue miembro del Partido Nazi, señala Buch.

Para algunos, todo esto pone en entredicho las aspiraciones humanísticas de esta pieza musical.

Filósofos como el alemán Theodor Adorno, por ejemplo, cuestionaban «qué es exactamente lo que hace la música y cómo podemos creer en ella como una fuerza de avance moral y espiritual si puede ser utilizada para celebrar aquello que es sin cuestión malvado».

«Me gustaría pensar que la música tiene algún tipo de resistencia», responde el profesor Alexander Rehding, de la Universidad de Harvard, «pero que no puede protegerse de ser utilizada en cualquier tipo de contexto».

Beethoven «digital»

Tampoco puede protegerse de su uso en exceso.

«Se ha incorporado en publicidad y jingles. Se ha vuelto la música genérica que utilizamos en cualquier ocasión, y existe el peligro de que se vuelva demasiado comercial», dice Rehding.

«Aunque eso no sólo le sucede a la ‘Novena’, es un fenómeno de nuestra época, solo que la pieza de Beethoven es emblemática del proceso».

Pero su representación ha tenido una metamorfosis interesante en las redes sociales, indica el profesor de Harvard, particularmente en YouTube.

En la plataforma se puede escuchar en varios flash mob, un estilo típico de estas plataformas en la que un pequeño incidente musical, aparentemente «improvisado» en un lugar público, crece hasta involucrar a un sinnúmero de participantes y a todos los observadores, a niveles que realmente pueden ser conmovedores.

«Hasta cierto punto, el flash mob refleja lo que pasa musicalmente con la ‘Oda a la alegría'», explica Rehding.

«Comienza la melodía tocada por un instrumento y luego otros se unen. Después una armonización simple de la tonada y luego empieza el coro y luego toda la orquesta. Va atrayendo más y más gente, que escuchan, luego empiezan a participar. Forja su propia comunidad».

Eso es de lo que la letra de la oda está hablando, dice Rehding.

En cierta manera, es un macrocosmos de lo que Beethoven pretendía.

GETTY IMAGES La novena sinfonía de Beethoven se estrenó hace 200 años en Viena.