«Estaba amamantando a mi propio niño cuando me emocioné. Podía ver el sufrimiento de los otros bebés», dice Firooza Omar.
El martes, al menos 24 personas, incluidas recién nacidos, madres y enfermeras, fueron asesinadas en un ataque perpetrado por militantes en un hospital maternal en Kabul, capital de Afganistán.
Omar, de 27 años, se enteró del ataque por televisión.
Comprendió la gravedad de la situación después de hablar con sus amigas y ver las espantosas imágenes del atentado en redes sociales.
Ella también es madre y tiene un bebé de cuatro meses.
Mientras amamantaba a su hijo, no podía dejar de pensar en los bebés que se acababan de quedar huérfanos.
Compasión y coraje
Entonces, Omar decidió ir y ayudar a los pequeños.
Lo que siguió fue un acto de compasión y coraje.
«Cuando se acercó el momento de terminar el día de ayuno (el ataque tuvo lugar durante el ramadán, el mes sagrado del Islam), le conté a mi marido mi intención de ir a ayudar a los bebés huérfanos».
Su marido estuvo de acuerdo desde el primer momento y le dijo que él se encargaría del hijo de ambos.
Para ese momento, las Fuerzas Especiales de Afganistán habían rescatado a 100 mujeres y niños del Hospital Dasht-e-Barchi, y habían llevado a muchos de los niños al Hospital Infantil Ataturk, a unos 2 km de la casa de Omar.
Bebés en llanto
Puede que la distancia que tuvo que recorrer en auto haya sido corta, pero también fue peligrosa.
Sobre todo porque la ciudad quedó traumatizada y temerosa tras este ataque brutal.
«Cuando fui al hospital, vi a cerca de 20 bebés», cuenta.
«Algunos de ellos estaban heridos. Hablé con las enfermeras y me pidieron que alimentara a los bebés que lloraban mucho».
Omar alimentó a cuatro, uno después de otro.
Antes de que llegara, las enfermeras intentaban alimentarlos con leche en polvo.
«Algunos niños se negaban a beber esa leche», dice Omar.
Efecto tranquilizador
Su gesto les salvó la vida.
«Cuando les daba el pecho, eso tenía un efecto tranquilizador en mí. Estaba feliz de poder ayudarlos».
Cuando llegó a su casa, fue el turno de su hijo.
«Dos horas después le estaba dando el pecho a mi bebé», cuenta Omar.
La joven madre compartió su experiencia en las redes y urgió a otras a ir al hospital para ayudar a estos niños.
Se presentaron algunas mujeres más para amamantarlos.
Después de la noche del ataque, Omar visitó el hospital durante varios días.
Dice que esto fue posible gracias a que su marido la alienta y la apoya.
Nadie se ha atribuido el ataque del martes que ha sido descrito por Human Rights Watch como «crimen de guerra».
Buscando a los responsables
El gobierno de Kabul ordenó a los militares buscar a los responsables.
Kabul ha sido testigo de numerosos hechos de violencia durante las últimas cuatro décadas de guerra y conflicto.
Aún así, la matanza de madres y niños recién nacidos de esta semana será recordada como uno de los incidentes más atroces.
Omar dice estar estresada por este ciclo de violencia en su ciudad que parece no tener fin.
«En vez de estar acunados en los brazos de sus madres, estos bebés están en un hospital, alimentados por extraños», dice.
Entrenada en psiquiatría, Omar quiere tener un rol proactivo en la sociedad para sanar las profundas heridas y el dolor que sienten muchas familias afganas.
‘Feliz de criar a un hijo’
Omar se ha puesto en contacto con muchos de sus amigos para recolectar dinero para comprar pañales y leche de fórmula, para cuando no sea posible amamantar a estos niños.
Ella dice que, excepto los niños heridos, los otros bebés están recibiendo el alta del hospital Ataturk.
A Omar le preocupan aquellos que no tienen una familia a la que regresar.
«Mi prioridad serán los bebés huérfanos», dice.
«Estaré feliz de asumir la responsabilidad de un bebé y criarlo junto a mi propio hijo».