Una caída de petróleo semejante no se producía desde hace casi 30 años.
El precio del crudo del Brent se desplomó casi 30% durante la apertura de los mercados en Asia este lunes.
Apenas segundos después del inicio de las operaciones, el barril cayó de US$45 a US$31,52, registrando una de las caídas interdiarias más grandes de su historia y la más pronunciada desde, al menos, 1991, durante la guerra del Golfo.
El fuerte retroceso se produce en medio de la crisis global provocada por el coronavirus, que ha hundido la demanda de crudo en el mundo y ha provocado fuertes caídas en las principales bolsas del mundo, que se han agudizado este lunes.
Tras el pronunciado descenso del precio del petróleo en las últimas horas se encuentra la decisión de Arabia Saudita de aumentar sustancialmente su producción y de comenzar a ofrecer en ciertos mercados descuentos de hasta 20%.
Se trataría, de acuerdo con analistas, del primer paso para una guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia.
Citando a fuentes vinculadas con la política petrolera saudita, el diario Financial Times informó que ese país tiene planes de aumentar su producción más allá de los 10 millones de barriles diarios y que incluso podría llegar hasta los 11 millones, un volumen muy superior a los 9,7 millones que está produciendo.
Paradójicamente, Riad era partidaria hasta el pasado viernes de reducir la producción de crudo para intentar apuntalar los precios que ya habían caído un 20% en lo que va de año y que amenazaban con seguir haciéndolo ante la disminución de la demanda por los efectos sobre la economía global del nuevo brote de coronavirus.
Pero, entonces, ¿cómo se explica este abrupto cambio de política?
Alianza rota
Arabia Saudita es el mayor exportador de petróleo del mundo y es considerado como el líder no declarado de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP.
Tiene una capacidad instalada para producir más de 12 millones de barriles diarios, lo que le permite aumentar o reducir su producción con mucha mayor facilidad que otros productores.
Luego de un largo bajón de los precios del crudo que se inició en 2014, a finales de 2016 se conformó un grupo conocido como OPEP +, que reunía a los países miembros de esa organización junto a otros productores entre los que destaca Rusia, con el fin de coordinar recortes de producción que permitieran recuperar los precios.
La estrategia funcionó y se fue alargando hasta el viernes pasado, cuando una propuesta de nuevos recortes para hacer frente a los retos planteados por el coronavirus fue rechazada por Moscú.
La idea era fijar un recorte de 1,5 millones de barriles diarios -lo que significaría reducir la producción mundial en torno a 3,6%-, de los cuales se esperaba que 500.000 barriles fueran sacrificados por los países no OPEP.
«En relación con los cortes de producción, dada la decisión de hoy, a partir del 1 de abril nadie -ni los países de la OPEP ni los que no son miembros de ella- están obligados a reducir la producción», señaló a la prensa el viernes al culminar el encuentro el ministro de Energía de Rusia, Alexander Novak.
Su postura fue considerada por los analistas como la señal de que a partir de ahora cada exportador de crudo deberá velar por sus propios intereses.
En declaraciones a la agencia estatal de noticias rusa RIA Novosti, el secretario de prensa de la petrolera rusa Rosneft, Mikhail Leontyev, equiparó el acuerdo propuesto el viernes con una opción «masoquista».
«Simplemente carece de sentido. Estamos renunciando a nuestro propios mercados, sacando el petróleo barato árabe y ruso para dejar espacio para el caro petróleo de esquisto de Estados Unidos y garantizar la eficacia de su producción», explicó.
«Nuestros volúmenes simplemente son reemplazados por los de nuestros competidores. Eso es masoquismo», agregó.
Tras la ruptura del acuerdo el viernes, muchos analistas consideraron que Rusia efectivamente estaba apostando por dejar caer un poco el precio del petróleo para intentar debilitar a los productores estadounidenses, cuyos costos de producción son más altos y, por tanto, pueden ser vulnerables ante la continua caída de los precios.
Aunque Arabia Saudita también tiene en la mira a las empresas petroleras estadounidenses, los analistas creen que su nueva política significa la apertura de una guerra de precios contra Rusia.
De acuerdo con el diario Financial Times, Arabia Saudita hará descuentos de más de US$8 en su precio de venta en Europa noroccidental, un mercado clave para Rusia.
También redujo sus precios en Asia en torno a las US$4-6 por barril, así como US$7 para el mercado estadounidense.
«Arabia Saudita está protegiendo su posición en el mercado de cara al colapso en la demanda de petróleo, en un mercado que se encoge y con precios muy reducidos», dijo Sadad al-Husseini, un exvicepresidente de la petrolera estatal saudita Aramco, a The New York Times.
De acuerdo con su planteamiento, tanto Riad como Moscú saldrían de este ciclo como «jugadores más fuertes, mientras que los productores de petróleo de esquisto y otros productores más costosos o políticamente inestables tendrán dificultades financieras».
Rusia dispone de un fondo soberano con US$170.000 millones acumulados gracias a las ganancias petroleras de los últimos años que podría ayudarle a capear una guerra de precios breve, incluso si el petróleo cae por debajo del precio de US$42 por barril que tiene presupuestado.
Sin embargo, las cosas podrían ponerse peores para todos los productores de crudo, incluyendo a Riad y Moscú.
La última vez que Arabia Saudita y sus socios de la OPEP intentaron dejar que el mercado se inundara de crudo barato para tratar de asfixiar a los productores de petróleo de esquisto estadounidense fue justamente en 2014 y entonces el precio del barril cayó por debajo de US$30.
Perdedores potenciales
Por lo pronto, los sauditas parecen estar incluidos entre las primeras víctimas de esta nueva guerra de precios.
Las acciones de la empresa petrolera saudita Aramco cayeron durante la apertura de los mercados asiáticos este lunes casi 9%, mientras que el índice de la Bolsa de Valores de ese país retrocedió más de 8%.
De mantenerse en el tiempo, estas caídas pueden representar importantes contratiempos para los planes de modernización de la economía saudita impulsados por el príncipe heredero, Mohammed bin Salman, cuyo financiamiento se soporta en gran medida en la venta de acciones de Aramco.
Pero el daño podría extenderse hacia todos los productores de crudo.
«Aramco realiza el recorte de precios más grande de las últimas dos décadas. Si la guerra de precios entre rusos y saudíes se extiende, la sobreoferta, combinada con el shock de demanda producido por el virus, puede generar un colapso espectacular del precio del petróleo«, advirtió este domingo Francisco Monaldi, investigador especializado en políticas energéticas del Instituto Baker de la Universidad Rice, Texas, Estados Unidos, en un mensaje en Twitter.
El experto agregó que uno de los grandes perdedores puede ser el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.
«Para Venezuela el colapso de precio combinado con las sanciones, será brutal. No van a poder vender el crudo ni regalado«, señaló.
Irán, cuya economía también está sometida a grandes presiones debido a las sanciones estadounidenses y que depende grandemente de la exportación de crudo, también podría sentir grandemente las consecuencias de una guerra de precios.
Las economías de Brasil, Angola y Nigeria también podrían sufrir duramente los efectos si la guerra de precios se confirma y se extiende en el tiempo.
Otros países productores de petróleo ya sienten los efectos sobre sus monedas. La cotización de la corona de Noruega cayó a su nivel más bajo frente al dólar desde la década de 1980, mientras que el peso mexicano perdió 8% de su valor, según reseñó Bloomberg.
Según los analistas, una guerra de precios también podría golpear efectivamente a los productores estadounidenses de petróleo de esquisto, un objetivo tanto de Rusia como de Arabia Saudita.
Muchas petroleras estadounidenses están altamente endeudadas. Decenas de ellas han cerrado operaciones en los últimos años, mientras otras han estado reduciendo su personal.
En todo caso, lo que sí queda claro por lo pronto es que los únicos que verán un claro beneficio en el corto plazo son los conductores de autos y los transportistas que podrán llenar sus tanques con menos dinero.