Hubo un momento en el que el mundo estuvo al borde del holocausto nuclear, de la Tercera Guerra Mundial.
En esa época, Venezuela tenía claro con quién aliarse. Y, muy especialmente, a quién percibir como una amenaza.
A diferencia de los últimos años, en los que la nación sudamericana ha estrechado sus vínculos con Rusia y ha establecido una relación sólida con Cuba, en la década de los 60 su política internacional era muy diferente.
Corría el año 1962, eran los tiempos de la Guerra Fría y Venezuela, que llevaba pocos años de democracia, asumió una posición firme en la llamada crisis de los misiles, cuando el mundo estuvo cerca del abismo.
Aunque el presidente venezolano Rómulo Betancourt no fue protagonista directo de ese capítulo de la historia, a diferencia del mandatario de Estados Unidos John F. Kennedy y del premier soviético Nikita Khrushchev, su participación en la crisis es considerada importante por algunos historiadores. Algunos incluso la califican de olvidada.
La crisis de los misiles
Todo comenzó el 14 de octubre de 1962, cuando un avión espía estadounidense, tras sobrevolar Cuba, confirmó lo que Washington sospechaba: la presencia de misiles nucleares soviéticos.
Foto captada por los servicios de espionaje de EE UU, tomada en octubre de 1962, en la que se ve una base de misiles balísticos de mediano alcance con etiquetas que detallan varias partes de la instalación en San Cristóbal, Cuba
Aunque era algo que la Unión Soviética había negado en reiteradas ocasiones, Estados Unidos contaba con fotos que mostraban los componentes de misiles balísticos de mediano alcance en un campo de San Cristóbal.
Análisis posteriores de los servicios de inteligencia confirmarían que los misiles podrían lanzarse en 18 horas.
Kennedy y su Consejo de Seguridad discutieron algunas opciones: desde un bloqueo a Cuba, pasando por un ataque aéreo contra las bases de misiles hasta una invasión.
Khrushchev dijo que la actividad de su país en la isla era de naturaleza defensiva y cuestionó las bases estadounidenses en Turquía e Italia.
El 17 de octubre, el embajador de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Adlai Stevenson, instó a una salida negociada a la crisis.
Un día después, el canciller soviético, Andrei Gromyko, se reunió con Kennedy para explicar de qué se trataba la asistencia a Cuba y acusó a Washington de instigar a una nación pequeña, a la que quería ayudar a defenderse.
El hemisferio occidental
Kennedy decidió que la mejor estrategia era imponerle un bloqueo a la isla para evitar que llegaran buques soviéticos con armas o material adicional para completar la instalación de las baterías nucleares.
Pese a que todo estaba listo para el bloqueo, el presidente estadounidense ordenó preparar un ataque militar para el 22 de octubre.
El buque de carga Kasimov llevaba contenedores de fuselaje IL-28 a Cuba durante la crisis de los misiles. La foto fue captada el 28 de septiembre de 1962
Las medidas contra los barcos que se acercaran a la línea del bloqueo o cuarentena (como terminó llamándose la medida) iban desde disparos de advertencia a disparos para deshabilitar la embarcación.
Ese día, en un mensaje televisado, Kennedy anunció su estrategia e hizo una advertencia:
«Dijo que le había comunicado a Khrushchev que si se lanzaba un solo misil nuclear desde Cuba a cualquier país del hemisferio occidental, no sólo contra Estados Unidos, su gobierno respondería con toda su fuerza contra la Unión Soviética», le dice a BBC Mundo James G. Hershberg, profesor de Historia y Relaciones Internacionales de la Universidad George Washington.
«Ese lenguaje fue escogido intencionadamente para unificar a un hemisferiocontra Cuba y más importante aún contra la Unión Soviética para presionar a Khrushchev a retirar los misiles».
«La vulnerabilidad de Venezuela»
En ese contexto, explica el historiador venezolano Edgardo Mondolfi Gudat, es importante recordar que Venezuela era ya entonces uno de los productores de petróleo más importantes del hemisferio occidental y un país que le suministraba crudo a Estados Unidos.
Venezuela aún no había nacionalizado su industria petrolera, por lo que gran parte de sus actividades estaba en manos de trasnacionales, la mayoría estadounidenses.
«En medio de esa coyuntura de bipolaridad tan extrema entre Estados Unidos y la Unión Soviética, uno de los cálculos que se hicieron era que Venezuela podía ser un país vulnerable por su posición estratégica como productor de petróleo y, por tanto, era sumamente importante para Washington que esa vulnerabilidad no se viera afectada en caso de una conflagración», señala Mondolfi, autor de «La insurrección anhelada. Guerrilla y violencia en la Venezuela de los sesenta».
Torres petroleras en Maracaibo. Se desconoce la fecha en que se tomó esta foto
«Una de las hipótesis que se formuló dentro de la crisis es que los misiles podían tener el suficiente alcance no sólo para poner en peligro algunas ciudades de Estados Unidos, sino para poner en riesgo los centros de producción de petróleo en Venezuela, ubicados en la región occidental, especialmente en el estado Zulia, donde se concentraba la producción de crudo».
«Revisando documentos del Departamento del Estado pude darme cuenta que Estados Unidos le recomendó a las empresas que operaban la industria petrolera venezolana que protegieran de forma preventiva sus instalaciones ante la eventualidad de un ataque», indica el experto desde Caracas.
El rol de la OEA
Hershberg señala que la crisis de los misiles no sólo fue una demostración de la tensa relación entre Estados Unidos y la Unión Soviética sino una continuación de la confrontación entre Washington y La Habana.
Y desde esa perspectiva la Organización de Estados Americanos (OEA) jugó su papel.
Kennedy en el discurso televisado en el que explicó la estrategia que su país seguiría en la crisis de los misiles de Cuba
«La OEA fue muy importante en la primera fase de la crisis porque le permitió a Estados Unidos obtener la aprobación (que necesitaba) para implementar el bloqueo, la cuarentena contra Cuba», indica el historiador estadounidense Hershberg.
«Y eso fue muy significativo porque Kennedy sabía que surgirían algunas preguntas relacionadas con la legalidad de un bloqueo porque se trataba oficialmente de un acto de guerra. Tanto al presidente como a sus asesores les urgía obtener algún tipo de consentimiento internacional y sabían que no lo iban a conseguir en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, porque la Unión Soviética conseguiría vetar cualquier decisión».
Por eso en vez de usar el término bloqueo, la Casa Blanca prefirió plantear una cuarentena marítima.
La Unión Soviética de Khrushchev dijo que quería ayudar a defender a Cuba
Hershberg recuerda que el mismo día en que Kennedy ofreció el discurso televisado, los embajadores de Estados Unidos en la mayoría de los países del hemisferio occidental se hicieron cargo de que lo dicho por el mandatario le llegara a las autoridades de las naciones donde estaban desplegados.
«Hubo una enorme operación diplomática en la que cada embajada estadounidense envió una copia en español y en portugués (para Brasil) del discurso y cada embajador procuró reunirse con el liderazgo del país para obtener apoyo para las acciones de Kennedy».
Fue así como la OEA votó a favor de la cuarentena y países como Argentina y Venezuela asumieron roles activos con el envío de embarcaciones para cooperar con Estados Unidos en el patrullaje del Caribe.
Los destructores venezolanos
El gobierno de Rómulo Betancourt decidió movilizar dos destructores, el ARV D-11 Nueva Esparta y el ARV D-21 Zulia, «y su único submarino disponible en ese momento», evoca Mondolfi.
La medida, en plena crisis, es vista como algo meramente simbólico por historiadores como Hershberg.
Jacqueline y JF Kennedy en un evento en Venezuela durante su visita en 1961. Betancourt está sentado al lado del mandatario estadounidense
Sin embargo, explica:
«Venezuela fue crucial durante toda la confrontación entre Estados Unidos y Cuba porque Fidel Castro y los soviéticos realmente deseaban que hubiese un derrocamiento del gobierno de Caracas llevado a cabo por los comunistas, especialmente para tener acceso al petróleo venezolano».
El desencanto con el comunismo
Betancourt fue el primer presidente de Venezuela tras la caída del régimen militar de Marcos Pérez Jiménez, en 1958.
Rómulo Betancourt asistió a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 21 de febrero de 1963 en Nueva York, donde se analizó la tensa situación que se había vivido en el Caribe meses antes
Fue un político que había surgido de la izquierda y que había conocido a Fidel Castro en 1948.
En ese primer encuentro, ambos coincidieron en la necesidad de un cambio en América Latina.
«Una de las primeras cosas que Castro hace al triunfar la Revolución Cubana fue visitar Venezuela porque pensaba que Betancourt, que acababa de ser electo presidente, lo podía apoyar», le explica a BBC Mundo la internacionalista venezolana María Teresa Romero.
Pero Castro se encontró con un líder venezolano que, a través de los años, se había vuelto crítico del comunismo, un líder que incluso en la década de los años 30 había dicho que «no estaba de acuerdo con la injerencia de la Unión Soviética en los países europeos».
«Betancourt le dijo de forma amistosa que no lo podía ayudar, pero Castro no lo quiso entender así».
Un consejo
El mandatario le explicó al comandante revolucionario que la dinámica de la industria petrolera en su país le impedía ayudarlo y que Venezuela enfrentaba problemas económicos.
Además, recuerda Romero, le expresó su sorpresa al verlo llegar a su país con hombres armados.
«En esa visita, Betancourt le recomendó que no cayera en las manos de la Unión Soviética y que se abriera a elecciones», indica la especialista.
«Fue así como desde 1959, las relaciones entre Betancourt y Castro empezaron a ponerse tensas».
«Betancourt creía en una revolución de izquierda democrática con elecciones (…), apelaba a un socialismo democrático propio (…) y consideraba que había que ir en contra tanto del imperialismo estadounidense como del imperialismo soviético», explica Romero.
Además creía firmemente que se debían romper relaciones comerciales y diplomáticas con los gobiernos que llegaran al poder a través de golpes de Estado, independientemente de si fueran de izquierda o de derecha.
De esa forma, en 1961, Venezuela rompió relaciones con Cuba y se convirtió en uno de los promotores de la exclusión de la isla de la OEA, la cual se materializó en enero de 1962.
Venezuela el aliado de Estados Unidos
Kennedy visitó Venezuela en 1961 y Betancourt viajó a Washington en 1963.
El presidente Betancourt hizo un recorrido especial junto a Kennedy en el que partieron de la Casa Blanca y llegaron al National Press Club en 1963
Esa relación con la Casa Blanca y su forma de gobernar provocó que Betancourt tuviese muchos críticos fuera y dentro del país: enfrentó alzamientos militares, sufrió un intento de magnicidio y vio cómo parte de la izquierda venezolana, inspirada por la Revolución Cubana, abandonaba la vía democrática para lanzarse a la lucha guerrillera rural y urbana.
Pero la percepción del presidente venezolano en Estados Unidos era positiva.
«Kennedy vio en el mandatario sudamericano a un aliado», recuerda Hershberg, el profesor de la Universidad George Washington.
Kennedy invitó a Betancourt a inspeccionar la guardia de honor de la Casa Blanca en 1963
«Betancourt era un representante de lo que Kennedy estaba promoviendo porque, si bien estaba muy enfocado en derrocar a Castro en Cuba, también temía que su influencia se extendiera por América Latina», indica.
En marzo de 1961, Kennedy había propuesto la Alianza para el Progreso, «un programa enorme que buscaba promover reformas políticas y económicas para incentivar gobiernos más democráticos y representativos que fuesen más sensibles a la pobreza y la injustica social en América Latina, pero sin ser comunistas, sino más pro Estados Unidos».
El líder de la Casa Blanca, explica el académico, estaba buscando aliados en América Latina «más allá de las dictaduras de extrema derecha que había en países como Paraguay, Nicaragua, Guatemala, República Dominicana».
Estados Unidos apoyó los esfuerzos de Venezuela por oponerse a Cuba y lo tenía como un ejemplo de cómo un país en la región se podía alejar de los regímenes autoritarios, recuerda el experto.
«Pero al final de la década de los 60 y especialmente tras el asesinato de Kennedy, en noviembre de 1962, Estados Unidos se distanció gradualmente de la Alianza para el Progreso y se enfocó más en apoyar el anticomunismo aunque eso significara apoyar dictaduras que llegaban al poder a través de golpes de Estado».
El fin de la crisis
El 26 de octubre, Kennedy consideró que la cuarentena naval no estaba logrando su objetivo y analizó la posibilidad de una invasión a Cuba.
Un día después, un avión de reconocimiento estadounidense fue derribado sobre Cuba y su piloto murió. No hubo represalias por parte de Washington.
Muchos temían un enfrentamiento armado inminente entre las potencias.
Sin embargo, la intensa diplomacia entre ambos países triunfó.
Khrushchev propuso retirar los misiles si Estados Unidos se comprometía a no invadir la isla. La Casa Blanca lo hizo y a cambio pidió el desmantelamiento inmediato de las instalaciones en Cuba.
El líder soviético le ordenó a la flota que se dirigía a Cuba que se devolviera y el 28 de octubre, en un mensaje radiofónico, anunció que se desmantelarían las instalaciones.
El presidente estadounidensepidió la interrupción de los vuelos de reconocimiento sobre la isla y permitió la circulación de buques soviéticos. Meses después Washington retiraría sus misiles de Turquía.
El giro
Así terminaba la crisis de los misiles de Cuba, un capítulo que para muchos es un tanto lejano, pero que para otros ilustra el giro dramático de la política exterior venezolana.
La relación entre Betancourt, al que muchos consideran como uno de los padres de la democracia de Venezuela, y Castro no se reparó con los años.
En 2000, el presidente venezolano, Hugo Chávez, invitó a la Asamblea Nacional al líder cubano. Suscribieron un acuerdo para que la nación sudamericana abasteciera de petróleo a la isla en condiciones preferenciales de pago
Ya alejado de la presidencia, Betancourt dijo en una entrevista en 1978 con el canal de televisión Venevisión: «El régimen cubano del señor Fidel Castro es una amenaza para América Latina».
Mientras, Castro calificaba al líder venezolano como un «tránsfuga, traidor y ponzoñoso (…) envidioso de la Revolución Cubana, aliado al imperialismo, que tanto cooperó con las agresiones a nuestra Patria».
En una de sus «Reflexiones», titulada «Las dos Venezuela» y publicada en Radio Rebelde en 2011, el comandante cubano escribió sobre Venezuela:
«Después de Miami, aquella propiedad petrolera de Estados Unidos fue el principal centro de la contrarrevolución contra Cuba; a él corresponde ante la historia una parte importante de la aventura imperialista en Girón, el bloqueo económico y los crímenes contra nuestro pueblo. De esa forma se inició la era tenebrosa, finalizada el día en que Hugo Chávez juró el cargo sobre la ‘moribunda constitución’ que sostenía en sus manos temblorosas el ex presidente Rafael Caldera».
Fue así como con el líder bolivariano inauguraba una amistad entrañable con Castro y una alianza con Rusia, estrategia que ha mantenido su sucesor, Nicolás Maduro.
Maduro y Putin el 5 de diciembre en la residencia presidencial de Novo Ogaryovo en Moscú
El presidente Maduro visitó el 5 de diciembre a su homólogo ruso, Vladimir Putin, con quien acordó un paquete de inversiones rusas en los sectores petrolero y minero que ascienden a unos 6.000 millones de dólares.
Pero la cooperación va más allá del petróleo y de las inversiones. También está la colaboración técnico-militar.
Cuando el 10 de diciembre llegaron a Venezuela dos aviones Tupolev 160 (TU-160), un modelo de bombardero pesado supersónico de diseño soviético, el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino, dijo:
«Nos estamos preparando para defender Venezuela hasta el último palmo cuando sea necesario».
Los aviones partieron pocos días después, pero los vínculos entre ambos países apuntan a que durarán mucho tiempo más.