s_bbcws.prop25=»[domain]»;s_bbcws.prop45=»[language]»;
Tres meses antes de que colocara una bomba cargada de metralla en el metro de Londres, en septiembre de 2017, Ahmed Hassan se ganó el premio al «estudiante del año» otorgado por Brooklands College, la universidad británica en la que estudiaba un curso sobre medios de comunicación.
El reconocimiento recibido por este joven iraquí incluía una tarjeta regalo cuyo saldo empleó para comprar los cinco litros de peróxido de hidrógeno que utilizó para fabricar la bomba que dejó lista para estallar en plena hora punta en la estación Parsons Green, en el suroeste de Londres, Reino Unido.
El artefacto, que estaba cargado de metralla, solo se detonó parcialmentecausando daño a una treintena de personas que fueron atendidas por los servicios médicos principalmente por presentar quemaduras.
Pese a ello, durante el juicio realizado esta semana, el joven de 18 años aseguró que nunca había querido matar a nadie. Que no quiso causar una explosión sino un incendio.
«Una vida mejor»
Nacido en Bagdad en 1999, Hassan pronto quedó huérfano: su madre murió antes de que él tuviera tiempo para crear recuerdos de ella y su padre, un conductor de taxi, falleció en una explosión en 2006.
«Él solía ir a trabajar y volver por la tardes y, entonces, no regresó. Fue muy difícil. Yo no entendía lo que ocurría. Yo estaba en un estado de confusión por la lucha, debido a las explosiones», narró ante la justicia el joven.
Entonces, se fue a vivir con un tío y a los 12 años comenzó a trabajar medio tiempo ayudando a cargar alimentos a través de la frontera entre Irán e Irak.
A los 15 años dejó la escuela y empezó a trabajar a tiempo completo, 16 horas al día de lunes a domingo.
«Estaba aburrido de mi empleo y quería una vida mejor», dijo Hassan al jurado al explicar su decisión de irse a Europa.
Para conseguirlo, viajó primero a Turquía, donde le pagó a un traficante para que le ayudara a llegar a Italia.
Desde allí logró llegar a Francia y terminó internado durante unos dos meses en La Jungla, el polémico campo de inmigrantes de Calais.
Allí logró colarse hacia Reino Unido ocultándose en la parte trasera de un camión, donde le hallaron los policías que le descubrieron cerca del aeropuerto de Gatwick, ubicado al sureste de Londres.
Hassan fue llevado primero a un albergue administrado por una organización de caridad y, luego, fue a vivir con una familia de acogida.
«Entrenado para matar»
Cuando estaba en el albergue, Hassan fue entrevistado por la Oficina de Inmigración, ante quienes aseguró que había sido reclutado en Irak por el autodenominado Estado Islámico (EI) y que lo habían »entrenado para matar».
Su afirmación fue desestimada una semana más tarde y las autoridades dijeron a los responsables del albergue que «no había motivos de preocupación». Al personal del centro solamente se le indicó que estuviera atento a cualquier comportamiento inusual por parte del joven.
Durante el juicio, sin embargo, Hassan aseguró que nunca había tenido contacto con EI y que esa historia se la había inventado para intentar aumentar las probabilidades de que le dejaran quedarse como refugiado en Reino Unido.
Además se describió ante el jurado como un joven muy tímido «que disfrutaba más de estar detrás de la cámara que frente a la cámara».
Dijo que era una persona religiosa. Un musulmán sunita que rezaba cinco veces al día.
El joven aseguró que durante el verano de 2017 tuvo muchos problemas para dormir. Sufría pesadillas, por lo que en ocasiones salía a correr hasta quedar totalmente agotado y poder quedarse dormido.
Dijo que se aburría y que «muchas, muchas veces» había pensado en quitarse la vida.
Según aseguró, era ese aburrimiento lo que -en parte- le llevó a colocar la bomba.
«Tenía esta fantasía en mi cabeza…no era sobre el explosivo, era sobre escapar de la policía. Era una fantasía. Estaba aburrido. Quería llamar la atención», dijo al tratar de explicar los motivos que le llevaron a realizar el atentado tras el cual, ciertamente, intentó escapar de Reino Unido.
«Un acto calculado»
La fiscal Alison Morgan presentó una visión muy distinta del joven.
Señaló que lo que hizo fue un »acto de rabiamuy calculado».
Destacó que el joven había llenado la bomba casera con metralla para causar la «mayor matanza» y que en la planificación del ataque «no dejó nada al azar».
«Pueden estar seguros de que este no fue un acto para buscar atención o causado por el aburrimiento. Esta es una persona que quería causar daño y muerte y escapar con éxito», dijo.
El tribunal decidió condenar a Hassan por intento de homicidio.