Como lo hiciera Mao Zedong hace ahora 70 años, esta semana el presidente chino Xi Jinping subió a la puerta de Tiananmen, a la entrada de la Ciudad Prohibida, y frente a la famosa ágora se dirigió al mundo.
Mucho ha cambiado en estas siete décadas, desde que Mao ascendió al poder y anunció la creación de la República Popular en ese mismo enclave, frente a un país azotado por la guerra civil y las ocupaciones extranjeras.
Xi Jinping lo hizo para conmemorar estos 70 años de la Revolución que llevó a los comunistas al gobierno y lo hizo con un mensaje de poderío: el mayor desfile militar de la historia del país.
Pero a pesar de que la China del actual mandatario ya no es el empobrecido país que tomó Mao, los desafíos se le acumulan al presidente chino.
«China está enfrentando cada vez más vientos en contra en múltiples ámbitos», destaca Jean-Pierre Cabestan, veterano analista de la política china y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Baptista de Hong Kong.
La complicada relación con Occidente, la desaceleración de la economía y las turbulencias sociales, están entre algunos de los retos que la nación asiática tendrá que afrontar con éxito, para mantener su estatus.
1. La clave está en la tecnología
Los especialistas en China lo tienen claro: el principal problema de Pekín a futuro, es la economía.
La segunda mayor economía del planeta está creciendo a su menor ritmo desde principios de los años 90, e indicadores como la producción industrial suman récords a la baja, mientras Estados Unidos sigue aumentando la presión comercial y el costo de preciados alimentos, como el cerdo, escalan.
El primer ministro chino, Li Keqiang, reconoció recientemente, que no sería fácil sostener un ritmo de crecimiento por encima del 6%, mientras aumentan las preocupaciones del resto del mundo, dada la importancia del país en el sistema globalizado.
No obstante, el problema, apunta el economista Yukon Huang, ex director para China del Banco Mundial, no es la desaceleración en sí misma, «sino cómo de rápido se desacelera».
«La desaceleración china es una cuestión que se exagera. La economía china necesita desacelerarse y lo seguirá haciendo. Para un país de ingreso medio alto, la tasa de crecimiento es actualmente muy alta; países de estas características como mucho crecen entre 4 y 5%», sostiene.
Huang enumera los grandes factores que deberá vigilar el gobierno chino para que esa desaceleración no se descontrole, entre ellos, la caída de la eficiencia de las inversiones o el ritmo de crecimiento de la deuda.
Respecto al primero, el experto en economía china explica que el PCCh (Partido Comunista de China) está invirtiendo mucho más en regiones fronterizas del oeste -polvorines étnicos como Xinjiang o el Tíbet-, por «preocupaciones de seguridad», en lugar de en otras áreas con mayor crecimiento, además de tratar de «mover a su población» de las grandes ciudades a otras de menor tamaño, en las que la población no quiere vivir.
También sigue invirtiendo en las empresas estatales, pese a que su rentabilidad es la mitad que la de compañías privadas, lo cual «no es productivo».
En cuanto a la deuda, Huang también llama a la calma: considera que es un problema serio, pero cree que en el caso de China aún hay «espacio para maniobrar».
«Todos los bancos son de propiedad estatal, así que la cuestión es si el Estado puede defender el sistema financiero… y la respuesta es que aún es muy fuerte, pero tiene que tener cuidado».
«La deuda está en posesión mayoritariamente de su propia gente, de sus propias empresas. Se queda en el país, y por eso es más fácil de manejar», explica el ahora investigador sénior del programa de Asia del centro estadounidense Carnegie Endowment for International Peace.
En cualquier caso, la clave para que China siga creciendo a un ritmo razonable, está en otro sector.
«Desde la perspectiva china, la innovación, la tecnología, los avances en estos sectores, la proactividad, es crucial para el futuro. Si China no se convierte en más innovadora, más eficiente y más tecnológicamente avanzada que antes, no logrará crecer a un ritmo razonable», sentencia Huang.
Y ahí es donde se enmarca otro de los grandes desafíos de Xi Jinping y el Partido Comunista, a 70 años de su triunfo político.
2. Tensiones con Occidente: de la guerra comercial a la Nueva Ruta de la Seda
Y es que, en su búsqueda de esos avances tecnológicos, Pekín se ha topado con el bloqueo de Estados Unidos.
La guerra comercial, según múltiples analistas de política internacional consultados por BBC Mundo, tiene sus raíces en esa fricción de poderes: cómo es percibido -y combatido- el ascenso de China.
«Uno de los grandes retos a los que se enfrenta China respecto a su estatus como potencia mundial es, cómo el resto de países reaccionan a su ascenso y si van a aceptarlo o adaptarse», sostiene Trey McArver, cofundador de la firma de investigación Trivium China, con sede en Pekín.
La prueba más clara de ello es el conflicto con Estados Unidos, opina. «Hay mucha resistencia en Estados Unidos a la escalada de China, pero también se puede ver cierto descontento [hacia el mayor rol de Pekín] en Europa, o en el norte y el este de Asia».
Algunas de las políticas internacionales estrella del presidente Xi, como la Nueva Ruta de la Seda, se han encontrado recientemente con el rechazo de países que hasta hace poco se mostraban pro-Pekín.
Si bien para el economista Huang, la guerra comercial no está propinando aún un daño significativo, el endurecimiento de la postura de la Casa Blanca hacia Pekín, aumenta la presión internacional sobre el régimen chino.
El caso de la empresa tecnológica Huawei, mostró la tendencia global a replicar decisiones provenientes de Washington y es un motivo de preocupación más para las ambiciones en tecnología e innovación del gigante asiático.
«Las acusaciones de espionaje [industrial] chino en Occidente se han disparado», apunta Willy Lam, veterano experto en política china y profesor adjunto de la Universidad China de Hong Kong.
«Países, como Australia, Canadá, Alemania y Francia se han mostrado muy cuidadosos a la hora de permitir que firmas chinas adquieran sus empresas de alta tecnología».
Lam considera que Pekín tiene que tender la mano y mostrarse menos agresivo en ese frente, y sellar un acuerdo comercial con Estados Unidos, para retrasar una «confrontación a gran escala».
Pero la posibilidad de un acuerdo parece lejana para la mayoría de especialistas: desde Pekín no se ve con confianza a la Casa Blanca y Washington no parece tener claro su objetivo, subrayan.
«Se trata de un conflicto político, no comercial. Estados Unidos debe plantearse cuáles son sus objetivos estratégicos a largo plazo respecto al país asiático», concluye el economista Huang.
3. Turbulencias internas
Aparte de las condiciones externas, sin duda Xi y el PCCh tienen importantes problemas que enfrentar a nivel interno.
Por un lado, en el continente, hay «una seria preocupación por la crisis del cerdo», sostiene Elizabeth Economy, directora de estudios asiáticos en el centro estadounidense Consejo de Relaciones Internacionales.
El costo de este preciado alimento para los chinos ha crecido hasta un 50% en un año, debido a brotes de peste porcina africana, y ha llevado a las autoridades a declarar un estado de «urgencia» sobre el asunto.
«La inflación, el incremento del costo de los alimentos, ha sido un factor que históricamente ha contribuido a la inestabilidad social en China», contextualiza Economy.
Esta crisis se produce además, cuando en el sur del país, Pekín se enfrenta a su mayor desafío político desde las protestas de Tiananmen: Hong Kong.
El 1 de octubre, mientras la plana mayor del gobierno -y, por ende, del Partido Comunista- celebraba su histórico desfile militar en la capital, en Hong Kong los ánimos no eran precisamente de fiesta: allí las celebraciones fueron empañadas por protestas a favor de la democracia y por una violencia inédita en la región, desde que pasase a manos chinas en 1997.
Y no parece que la afrenta vaya a disminuir, si bien el número de personas que se suman a las manifestaciones ha disminuido, señala el profesor Cabestan desde la región administrativa especial.
Cabestan no cree que las demandas de los manifestantes hongkoneses vayan a ser respondidas, pero de momento esa inestabilidad ya ha provocado cambios políticos en otra zona del país: Taiwán.
La isla celebra elecciones presidenciales en enero y lo ocurrido en la vecina Hong Kong está aumentando las opciones del partido de tendencia independentista, el de la actual presidenta Tsai Ing-wen.
«Pekín no tiene realmente un buen plan o estrategia hacia Taiwán, saben que no van a reunificar el territorio por la fuerza en este momento. Pero creo que, a largo plazo, es algo que Xi Jinping quiere conseguir», explica McArver, de Trivium China.
El régimen chino considera a Taiwán una provincia rebelde, que algún día volverá bajo control del continente… por la fuerza, si es necesario, según se ha advertido en diversas ocasiones. La reunificación, de hecho, es parte central del «sueño de rejuvenecimiento nacional» del presidente.
«Creo que la protesta en Hong Kong y todo lo que está ocurriendo allí, impulsará la victoria de Tsai en Taiwán», augura McArver.
«Y si eso pasa, habrá que añadir un peso más al saco de desafíos que Xi deberá afrontar».