Es la trágica historia de la que todo el mundo conoce el final: el Titanic se hunde. Sus últimas horas se convirtieron en material para crear un mito, alimentado por las distintas versiones de las películas sobre la historia.
Hace 108 años, el colosal barco chocó contra un iceberg a toda velocidad; 2 horas y medio más tarde se hundió en el fondo del Atlántico lo que causó más de 1.500 muertes, entre hombres, mujeres y niños.
La tragedia ha inspirado una serie de películas, documentales y teorías conspiratorias.
La película Titanic dirigida por el estadounidense James Cameron, original de 1997 y reeditada en 3D en 2012, nos recuerda que lo que mucha gente sabe de los acontecimientos de 14 de abril 1912 no proviene de un hecho histórico, sino de la pantalla grande.
¿Insumergible?
En la cinta, la madre de la protagonista mira hacia el barco desde el muelle de Southampton, una ciudad del sur de Inglaterra, y señala: «Así que este es el barco que dicen que es imposible de hundir».
Pero este es quizás el más grande mito que rodea al Titanic, dice Richard Howells, profesor de Sociología Cultural del King’s College London, una universidad con sede en la capital británica.
«No es cierto que todo el mundo pensara eso. Es un mito retrospectivo y genera una mejor historia».
Contrario a la interpretación popular, su propietaria, la naviera White Star Line, nunca hizo una declaración contundente de que el Titanic fuera insumergible.
Y en realidad nadie habló de que el barco era imposible de hundir hasta después del evento, sostiene Howells.
Aunque el hundimiento apareció mucho en los noticieros del cine mudo de la época, había muy poco material de archivo de la propia nave. Esto porque el Titanic no fue una gran noticia antes de hundirse.
Su buque gemelo, el Olympic, le robó protagonismo en su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York en 1911. Tenía el mismo capitán que el Titanic, recorrió el mismo camino, tenían las mismas instalaciones de seguridad y el mismo número de botes salvavidas o los mismos faltantes.
«La historia se convirtió en mito en cuestión de horas y, obviamente, a días del hundimiento», asegura el profesor del King’s College.
La última canción de la banda
Una de las más bellas imágenes que ofrecen en muchas de las películas sobre el Titanic es de la banda tocando mientras el barco se hunde.
La leyenda dice que los músicos permanecieron en cubierta en un intento de mantener en alto la moral de los pasajeros, y que la última melodía que interpretaron fue el himno «Más cerca, mi Dios, a ti». También que ninguno de ellos sobrevivió y se convirtieron en héroes.
Simon McCallum, curador del archivo del British Film Institute, dice que los testimonios relatan que la banda tocó en la cubierta, pero hay un debate acerca de cuál fue la canción final.
«El pasajero que recordó ese himno en particular fue lo suficientemente afortunado para salir mucho tiempo antes de que el trasatlántico se hundiera. En realidad, nunca sabremos si los siete músicos murieron, pero es una licencia poética», dice McCallum.
Paul Louden-Brown, miembro de la Sociedad Histórica del Titanic que trabajó como consultor en la película de Cameron, dice que la escena de los músicos en la película de 1958 A Night To Remember era tan maravillosa que el director decidió repetirla.
La muerte del capitán Smith
Poco se sabe sobre las últimas horas del capitán Edward J. Smith, pero se le recuerda como el héroe a pesar de no haber atendido, aparentemente, las advertencias y no frenar la nave cuando se le informó que había hielo en su camino.
«Él sabía cuántos pasajeros había en el barco y el número de espacios en los botes salvavidas, y permitió que salieran parcialmente llenos», dice Louden-Brown, a quien no le gustan las representaciones excesivamente benévolas del capitán en el cine.
Se dice que el primer bote salvavidas, con una capacidad de 65 personas, contenía tan solo 27 personas. Muchos de estos barcos salvavidas se fueron medio llenos y no regresaron a recoger a los sobrevivientes.
«Smith es el responsable último de todas las fallas de la estructura de mando a bordo. Nadie más puede tener la culpa», añade Louden-Brown.
El capitán Smith no emitió una orden general de «abandonar el barco», lo que significa que muchos pasajeros no se dieron cuenta de que el Titanic estaba en peligro inminente. No había ningún plan para una evacuación ordenada, ni se hicieron simulacros de emergencia con antelación.
John Graves, del Museo Nacional Marítimo de Londres, está de acuerdo en que en esa fatídica noche «Smith parece haberse desvanecido en el éter». Él piensa que el capitán puede haberse traumatizado cuando se dio cuenta de que no había suficientes botes salvavidas.
El empresario malvado
Las historias que rodean a J. Bruce Ismay, el presidente de la compañía que construyó el Titanic, son muchas, pero casi todas se centran en las denuncias acerca de su supuesta cobardía al escapar del barco que se hundía, mientras que los demás pasajeros, especialmente mujeres y niños, fueron abandonados a su suerte.
Todos los guiones retratan a Ismay como un cobarde que intimidó al capitán para que condujera más rápido el barco y después salvó su propio pellejo al saltar al primer lugar disponible en un bote salvavidas.
«Cada cineasta ha encontrado que la traición es demasiado deliciosa para no incorporarla en su película», dice Paul Louden-Brown.
«Si nos remontamos a donde comenzó todo, llegamos hasta William Randolp Hearst, el magnate de los diarios en Estados Unidos. Hearst e Ismay habían roto relaciones cuando este no cooperó con la prensa en relación con un accidente en otro barco de la White Star Line».
Ismay fue casi universalmente condenado en Estados Unidos y Hearst orquestó una campaña en su contra, y lo tildó de «el bruto». Publicaron la lista de todos aquellos que murieron y en la columna de los sobrevivientes se leía un solo nombre: Ismay.
Algunos sobrevivientes dijeron que subió al primer bote salvavidas, otros que pidió a su propia tripulación que se lo llevaran y el barbero del barco relató que fue el propio oficial jefe el que lo puso en un barco.
Sin embargo, Lord Mersey, quien dirigió la investigación británica sobre el hundimiento en 1912, llegó a la conclusión de que Ismay había ayudado a muchos otros pasajeros antes de encontrar un lugar para sí mismo en el último bote salvavidas que salió por estribor.
«Si no hubiera saltado en él simplemente se hubiera añadido una vida más a las que se perdieron», dijo.
Louden-Brown cree que retratar a Ismay como el villano es injusto y así lo planteó cuando trabajaba como asesor de Cameron.
«Una cosa que me dijeron fue ‘esto es lo que el público espera ver'», asegura.
Ismay nunca superó la vergüenza de saltar a un bote salvavidas y se retiró de la White Star Line en 1913.
Frances Wilson, autor de Cómo sobrevivir al Titanic: El hundimiento del J. Bruce Ismay, dice que siente simpatía por él y lo ve como «un hombre común atrapado en circunstancias extraordinarias».
«Su desconcertante comportamiento en el Titanic se debió a la confusión en torno a su condición: ¿era un pasajero normal, como afirmaba, o como las investigaciones sugieren un «súper capitán»? Las personas a bordo actúan de acuerdo con su rango e Ismay no tenía ni idea de cuál era el suyo».
Los pasajeros de tercera
Una de las escenas más emotivas de la película de Cameron retrata a los pasajeros de tercera clase retenidos bajo cubierta contra su voluntad, sin que se les permitiera llegar a los botes salvavidas.
Richard Howells argumenta que no existe ninguna evidencia histórica para apoyar esto.
Existían rejas que separaban a los pasajeros de tercera clase de los demás. Pero esto no era en previsión de un naufragio, sino en cumplimiento de las leyes de inmigración de Estados Unidos y la temida propagación de enfermedades infecciosas.
Los pasajeros de tercera clase incluían armenios, chinos, holandeses, italianos, rusos, escandinavos, sirios y británicos, que embarcaron en busca de una nueva vida en Estados Unidos.
«En virtud de la legislación estadounidense vigente, los inmigrantes tenían que ser mantenidos por separado. De manera que, antes de que atracara el Titanic en Manhattan, habría tenido que detenerse en la isla de Ellis, para que estos fueran sometidos a controles sanitarios y a controles de inmigración», dice Howell.
Cada clase tenía acceso a su propia cubierta y a botes salvavidas asignados.
Aunque el factor crucial es que en la sección misma de tercera clase del barco no fueron almacenados botes salvavidas.
Los pasajeros de tercera clase tenían que encontrar su camino a través de un laberinto de pasillos y escaleras para llegar a la cubierta del barco. Los pasajeros de primera y segunda clase tenían más probabilidades de llegar a los botes salvavidas situados en la cubierta del barco.
El informe que se elaboró luego de la investigación británica reveló que el Titanic estaba en conformidad con la ley de inmigración estadounidense en vigor en el momento, y que las acusaciones de que los pasajeros de tercera clase fueron encerrados bajo cubierta eran falsas.
Mersey señaló que muchos pasajeros de tercera clase fueron «reacios» a abandonar el barco y a «desprenderse de su equipaje» y que tuvieron dificultades para llegar a los botes salvavidas.
Ninguna de las pruebas presentadas señaló alguna mala intención de obstruir a los pasajeros de tercera clase, sino más bien un descuido ocasionado por la obediencia ciega a las normas, aunque los resultados siguen siendo fatales.
Cuando los botes salvavidas finalmente se bajaron, los oficiales dieron la orden de que «las mujeres y los niños» debían ir primero. Así se registró que 115 hombres de primera clase y 147 de segunda dieron un paso atrás para hacer espacio y como resultado murieron.
Ningún pasajero de tercera clase ofreció testimonio en la investigación británica, pero estuvieron representados por el abogado W. D. Harbinson.
Harbinson llegó a la conclusión de que «no se dio ninguna evidencia en el curso de este caso para fundamentar una acusación de que se realizara algún intento para contener a los pasajeros de tercera clase». Sin embargo, la clase hizo una diferencia: menos de un tercio de los pasajeros de tercera sobrevivió. Las mujeres y los niños lo hicieron en mayor número en todas las clases, ya que se les dio prioridad en los botes salvavidas.
Titanic en la pantalla grande
Saved from the Titanic (Estados Unidos, 1912). Protagonizada por la sobreviviente Dorothy Gibson, supuestamente con el mismo vestido con el que había sido rescatada.
Atlantic (Reino Unido, 1929). La primera película sonora realizada sobre el desastre. No se refiere explícitamente al Titanic. La White Star Line lo prohibió.
Titanic (Alemania, 1943). El conocido como el Titanic nazi, fue encargado por Joseph Goebbels, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, entre 1933 y 1945. En la película se asegura que el trasatlántico trató de establecer un récord de velocidad para manipular el precio de las acciones de la White Star Line. Se ignora la advertencia de un oficial alemán.
Titanic (Estados Unidos, 1953). Fue la primera historia de Hollywood sobre el barco. Su trama se centra en una pareja en el viaje inaugural del buque.
A Night To Remember (Reino Unido, 1958). Este docudrama fue durante mucho tiempo considerada la más exacta de las películas sobre el tema.
Raise the Titanic (Estados Unidos, 1980). Durante la Guerra Fría, un grupo de estadounidenses con experiencia en reflotar barcos hundidos es contratado por el gobierno estadounidense para sacar el famoso transatlántico del fondo del Atlántico, ya que un mineral raro en la cubierta podría ser utilizado para evitar la entrada de misiles en el espacio aéreo de Estados Unidos.
Titanic (Estados Unidos, 1997). Esta epopeya romántica se convirtió en uno de los filmes más caros de la historia. Los amantes Jack y Rose, interpretados por el estadounidense Leonardo DiCaprio y la británica Kate Winslet, son ficticios, pero otros están basados en personajes históricos.