«Ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo y que se quedó en nuestras vidas para siempre».
Así describió Gabriel García Márquez el derrocamiento de Salvador Allende, que desde hace 50 años no solo marca y divide a Chile sino que, como dice el Nobel colombiano, también tuvo gran impacto internacional.
Ocurrido en plena Guerra Fría, el golpe de Estado liderado por Augusto Pinochet en septiembre de 1973, no fue un fenómeno aislado.
Mientras Bolivia estaba bajo el gobierno de facto de Hugo Banzer, Brasil llevaba ya nueve años con un régimen militar que perduraría 20 años. En Uruguay, gobernaba Juan María Bordaberry, quien después iría a la cárcel por delitos de lesa humanidad, y en Argentina las Fuerzas Armadas tomaron el poder en 1976.
¿Por qué entonces se convirtió en un hecho emblemático?
1. La figura de Allende
Salvador Allende no fue un líder cualquiera.
El chileno fue el primer socialista en llegar al poder por voto popular en la historia, lo que lo convirtió de inmediato en una figura a nivel mundial. Y pese a las innegables divisiones que provocaba -y sigue provocando- en su propio país, fuera de él su figura y su proyecto generaban gran admiración.
“Salvador Allende atraía mucha simpatía en Europa y el mundo. No era un héroe revolucionario como Fidel Castro o Che Guevara. Tampoco un populista. Era un político de la vieja escuela, que negociaba, conversaba», le explica a BBC Mundo David Lehmann, investigador de la universidad de Cambridge y especialista en estudios latinoamericanos.
“Al contrario de lo que sucedía con otras fuerzas latinoamericanas como el peronismo, la alianza de la Unidad Popular chilena tenía resonancia y vínculos con otros países», prosigue.
«Por lo mismo, su muerte abrupta causó impacto y gran desilusión… El ataque a una propuesta pacífica como esa, a pesar de las evidentes dificultades que tenía, resultó muy chocante para muchos», dice el experto.
Una opinión similar tiene Camila Vergara, doctora en teoría política y académica de la universidad de Essex, en Reino Unido.
“Allende era una persona respetada, porque él respetaba las reglas del juego. Recordemos que Che Guevara le regaló una copia de su libro y, en la dedicatoria, le escribió: ‘Para alguien que va a ser lo mismo pero por otra vía’”, le cuenta a BBC Mundo.
Quizás uno de los momentos que mejor refleja esa notoriedad es el histórico discurso que hizo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 1972.
“En ese discurso -explica la académica-, Allende denunció lo que estaba pasando en Chile y el rol de las transnacionales en inmiscuirse en la soberanía nacional; de cómo él se veía atado de manos para hacer sus políticas públicas».
«Es un discurso humano, erudito y verdadero que hasta el día de hoy sigue resonando”.
Cuando terminó, recibió una ovación de pie que solo se repitió en 2013, cuando Nelson Mandela ocupó el mismo palco.
Según Vergara, el golpe contra Allende fue entendido como “el fin violento del movimiento obrero a nivel mundial”.
“Es el término de una promesa de gobierno popular real y eso fue muy desesperanzador para Europa, por eso es tan sentido”, opina.
Los analistas coinciden en que a todo esto se suma que Chile era visto como un país con una larga tradición democrática.
Y la llegada al poder en 1970 de un líder de izquierda, que representaba un desafío para Estados Unidos en momentos muy vertiginosos, era una prueba más de aquello.
2. Las imágenes
Otra de las razones que explican por qué el 11 de septiembre de 1973 sigue siendo considerado un hito, son las numerosas imágenes que dieron la vuelta al mundo por la extensa cobertura que tuvo en la prensa internacional.
Y que se volvieron icónicas.
«Uno podría describirlo como el primer golpe latinoamericano que desde sus orígenes, pasando por su ejecución hasta sus consecuencias, fue cubierto por la prensa occidental», señaló Kristian Gustafson, especialista en Inteligencia y Seguridad de la Universidad de Brunel en Londres en una entrevista publicada por BBC Mundo en 2013.
“Fueron imágenes que impactaron muchísimo”, dice Michael Reid, escritor y periodista británico experto en Latinoamérica.
“Sobre todo la del ataque a La Moneda por parte de las propias Fuerzas Aéreas de Chile. Estaban bombardeando su propio palacio presidencial”, añade para BBC Mundo.
Para Camila Vergara, en Europa fue aún más impactante, pues algunas de las acciones realizadas por los militares se relacionaron “con la memoria visual del movimiento fascista alemán».
«Estoy hablando de la quema de libros o de los centros de detención. Y eso fue muy fuerte”, relata la historiadora.
“Además, había cosas que se sabían mejor afuera… En Chile hubo mucho ocultamiento, censura”, remata Vergara.
La figura de Pinochet, como líder del golpe, también tuvo gran repercusión internacional.
Al mismo tiempo que sus seguidores consideraban que había salvado a Chile de un gobierno que estaba arruinando al país, se convertía en uno de los íconos de la violación de los derechos humanos en el mundo.
Pinochet, además, estuvo muchos años en el poder (17 en total) en contraste con los generales que se sucedieron en las dictaduras de Argentina y Brasil, por ejemplo.
Para el académico de la universidad de Oxford y especialista en política latinoamericana Alan Angell, las fotografías que se propagaron de Pinochet con sus lentes oscuros representaron «casi una parodia de la imagen de los dictadores».
«Los militares chilenos fueron más efectivos en su brutalidad. Le apuntaron a los militantes sospechosos con más precisión. Tenían mucha más información. Y menos oposición. No les tocó lidiar con montoneros, tupamaros…», le dijo Angell a BBC Mundo para un artículo publicado en 2013.
De acuerdo con varias Comisiones de Verdad, la cifra total de víctimas calificadas oficialmente en Chile es de 40 mil 175 personas, incluyendo ejecutados políticos, detenidos desaparecidos y víctimas de prisión política y tortura.
3. Hito en derechos humanos
El investigador David Lehmann opina que otro punto relevante es que «a partir de lo que ocurrió en Chile, se profesionalizaron los derechos humanos no sólo en América Latina sino que también en el mundo».
“Hubo mucha solidaridad. A diferencia de Argentina o Brasil, que también tenían regímenes militares, en este caso florecieron organizaciones de apoyo hacia las víctimas de la persecución. Surgió mucha militancia internacional en torno a Chile porque era un país que resonaba y atraía”, explica Lehmann.
El experto recuerda que en Reino Unido, por ejemplo, se creó un programa de ayuda para el rescate de académicos y de estudiantes, y que lo mismo se repitió en otros países.
“Los gobiernos abrieron representaciones diplomáticas dando apoyo oficial, algo muy raro, que en otros casos no sucedía. Se reconoció a quienes pedían asilo. Fue una locura, las casas de las embajadas suecas o francesas estaban llenas de refugiados”, indica.
“El golpe en Chile marca el principio de una mayor focalización de los derechos humanos en la integridad física, entendido como los abusos o torturas”, dice Camila Vergara.
“Surge un mayor compromiso de Europa con los derechos humanos”.
Michael Reid coincide y añade que la detención de Pinochet en Londres, en el año 1998, también también fue un hito en el debate en torno a este tema.
“Marcó la pauta sobre la jurisdicción universal en contra de los crímenes de lesa humanidad”, indica.
4. La diáspora
El exilio político durante la dictadura de Pinochet representa el mayor movimiento migratorio en la historia de Chile, sumando a más de 200 mil personas que se vieron obligadas a abandonar del país.
Esta expatriación masiva -que tuvo como destino países como Argentina, México, Cuba, Italia, Suecia y Alemania- influyó en que muchos extranjeros solidarizaran con lo que estaba ocurriendo por el régimen militar.
Pero quizás más importante aún que el volumen de la migración fue el nivel de organización política y cultural que tuvo esa diáspora en el mundo.
“Muchos exiliados eran formados tanto política como económicamente. Y lograron insertarse dentro de la izquierda europea y latinoamericana con mucha facilidad”, explica Michael Reid.
Así, los chilenos dejaron una huella importante en los sitios a los que se fueron a vivir. Y una de los áreas donde fue más palpable es la música.
Los exiliados lograron crear y propagar himnos de protestas que resuenan hasta el día de hoy en todo el mundo.
“Muchos de los que se fueron no eran simplemente cantantes, sino activistas, que hubieran dado su vida por la emancipación del pueblo”, explica Camila Vergara.
“Había una épica muy clara porque la brutal represión no tuvo medios tintes. Entonces se formó una red casi invisible de solidaridad, donde los extranjeros compartieron sus luchas, sus canciones, sus himnos de protesta”, agrega.
Muchos de los artistas de La Nueva Canción Chilena, el movimiento músico-social que nació en la década del 60, fueron víctimas de la dictadura, entre ellos Víctor Jara, quien fue torturado y asesinado en el antiguo Estadio Chile que hoy lleva su nombre.
Su obra se convirtió en un referente internacional de la canción de protesta.
Otros músicos sobrevivientes se llevaron al exilio sus canciones. Inti Illimani mantuvo la llama de Chile viva en Italia, mientras que Patricio Manns lo hizo desde Cuba y Francia.
En ese mismo país se estableció el grupo Quilapayún. Su emblemática “El pueblo unido, jamás será vencido” quedó en la memoria global y es repetida hasta hoy en las calles de muchísimos lugares del mundo. Y en distintos idiomas.
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